Defensa

Alarma en Washington por la "guerra" en Boeing: la decisión que pone en jaque la defensa de EEUU

La tensión entre Boeing y sus maquinistas en Estados Unidos se recrudece con la contratación de sustitutos permanentes, una medida drástica que la compañía toma mientras asegura que el impacto financiero de la huelga apenas le afecta

Avión de combate volando con todo su armamento (misiles) expuesto
El escuadrón de F-35 de los marines establece un nuevo récord: más de 5.000 vuelos y ni un falloMarine Corps

Mientras que el parqué neoyorquino parece dar la espalda al conflicto, la huelga en las instalaciones de defensa de Boeing en San Luis, Estados Unidos, comienza a escalar en otros frentes. Los analistas de Wall Street han mostrado un escaso interés en la disputa laboral, conscientes de que los ingresos de la división de defensa no son el verdadero motor financiero del gigante aeroespacial, que depende fundamentalmente de su aviación comercial para mantener la confianza de los inversores. Esta percepción en los mercados contrasta con la feroz competencia en el sector, donde otros programas armamentísticos clave para el Pentágono siguen recibiendo un fuerte respaldo, como demuestra la inversión millonaria en los cazas F-35 de su principal competidor.

Sin embargo, en Washington la situación se percibe de un modo muy distinto. La creciente tensión ha provocado la intervención de la clase política, donde un grupo bipartidista de 17 congresistas ha decidido tomar cartas en el asunto. Estos miembros del Congreso estadounidense han instado públicamente a la compañía a volver a la mesa de negociación para alcanzar lo que consideran un acuerdo justo con sus trabajadores, añadiendo una nueva capa de presión sobre la dirección. La preocupación de los legisladores se fundamenta en el rol crítico de estas instalaciones para la defensa nacional, ya que cualquier retraso en la producción podría afectar las capacidades de ramas militares como la Armada, cuyo jefe ha prometido reforzar sus fuerzas en los próximos años.

En este contexto, la cúpula de Boeing se esfuerza por proyectar una imagen de normalidad. La compañía ha calificado de «inmaterial» el efecto financiero de los paros durante el tercer trimestre y asegura que su plan de contingencia está funcionando, manteniendo un ritmo de producción estable en proyectos clave como las municiones JDAM. A pesar de ello, la empresa arrastra otras dificultades, como una nueva pérdida de 149 millones de dólares en su problemático programa del avión cisterna KC-46. Estas dificultades en el programa del KC-46 son especialmente sensibles dado que el Pentágono considera que, ante posibles conflictos futuros, Estados Unidos necesita más bombarderos y, por extensión, una flota de aviones cisterna plenamente operativa para apoyarlos.

Un conflicto enquistado entre la empresa y los trabajadores

Por su parte, el sindicato de maquinistas (IAM, por sus siglas en inglés) ofrece una visión radicalmente opuesta de la eficacia de las medidas de la empresa. Los representantes de los trabajadores sostienen que el plan de contingencia de Boeing está «fallando» y, según informa el medio Breaking Defense, han elevado el tono de la disputa en el terreno legal al presentar un segundo cargo por prácticas laborales desleales contra la corporación.

De hecho, la dirección de Boeing parece prepararse para un pulso de desgaste y ha respondido con una maniobra contundente: la contratación de reemplazos permanentes para los huelguistas, además de recurrir a personal de terceras empresas. Esta decisión evidencia el enconamiento de un conflicto que mantiene a cerca de 3.200 empleados en huelga desde el pasado 4 de agosto y cuyo final no parece estar, ni mucho menos, cerca.