Conflicto en el Cáucaso

El aplastamiento del sueño independentista de Nagorno Karabaj

El 70% de la población de esta región de mayoría armenia pero incorporada a Azerbaiyán durante la época soviética ha huido por el temor a una limpieza étnica tras la victoria de Bakú

Soldados armenios caminan a lo largo de la carretera cerca de la frontera entre Nagorno-Karabaj y Armenia, en una imagen de archivo
Soldados armenios caminan a lo largo de la carretera cerca de la frontera entre Nagorno-Karabaj y Armenia, en una imagen de archivolarazonAgencia AP

El conflicto de Nagorno Karabaj, enquistado durante más de 30 años de guerras, parece haber terminado de manera definitiva tras 24 horas de bombardeos sobre este enclave del Cáucaso. Esta última rendición parece que será la definitiva de esta región separatista cuya población, en su mayoría armenia, se había resistido a formar parte de Azerbaiyán.

Un documento publicado este pasado jueves por la presidencia secesionista de Nagorno Karabaj, informaba de “la disolución de todas las instituciones estatales y sus organizaciones subordinadas a partir del 1 de enero de 2024”, cuya consecuencia será la desaparición de esta autoproclamada república. Mientras, los que hasta ayer eran sus habitantes, escapan de sus casas en dirección a Armenia, lugar de origen de su etnia que se ha movilizado para acogerles. Se cree que ya han podido salir de Nagorno Karabaj alrededor de 100.000 personas, de las 120.000 que habitaban la región hasta hace tan solo una semana.

El flujo se ha intensificado tras la reapertura del corredor de Lachín. Desde Ereván insisten en la idea de que Azerbaiyán planea llevar a cabo una "limpieza étnica", pronosticando que en los próximos días, "no quedará ningún armenio" en la zona. El Gobierno de Bakú ha rechazado de pleno las acusaciones, asegurando que la “narrativa alarmista” del ejecutivo armenio "socava las posibles perspectivas de paz entre Azerbaiyán y Armenia”.

La victoria de la semana pasada ha sido tan contundente para Azerbaiyán como lo ha sido la derrota para Armenia, que tras años de conflictos armados y miles de muertos reconocía de manera oficial la soberanía azerbaiyana sobre esos históricos territorios en el año 2020, cuando finalizó la última guerra que enfrentó a estos dos países durante 44 días.

Mientras Azerbaiyán hacía gala de un potencial militar sin precedentes, utilizando drones y aviones de combate F-16 proporcionados por Turquía, Armenia hacía lo que podía tras haber confiado su defensa a un ejército ruso que no dio la talla. El Gobierno de Ereván había firmado años antes su adhesión a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una alianza militar ideada por Moscú cuyo objetivo no era otro que la defensa mutua de las ex repúblicas soviéticas de Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán. Finalmente, el papel de Rusia en ese conflicto fue más diplomático que militar, negociando el alto el fuego que puso fin a esa guerra.

El acuerdo preveía el despliegue de unos 2.000 cascos azules rusos en Nagorno-Karabaj para proteger el corredor de Lachín, la única carretera que lo une con Armenia. A pesar de ello, las fuerzas de paz rusas no impidieron que las tropas azerbaiyanas estableciesen un puesto de control militar a lo largo de ese corredor, impidiendo la importación de alimentos al enclave. Azerbaiyán ha negado haber provocado un bloqueo, mientras que Rusia ha negado las acusaciones de inacción.

La semana pasada, mientras los habitantes de Nagorno Karabaj se preparaban para una huida masiva, sus compatriotas en Armenia se movilizaron en las calles, manifestándose delante de las representaciones rusas en el país. Señalaban como culpable al Kremlin de haberles dejado indefensos. Las primeras reacciones oficiales del Gobierno armenio llegaron el domingo pasado. Su primer ministro, Nikol Pashinyán, criticaba las alianzas de su país en un discurso televisado, haciendo alusión a sus relaciones de larga duración con Moscú, más que impuestas, heredadas de la época en que Armenia formaba parte de la Unión Soviética.

En el punto de mira estaba la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), cuya credibilidad había quedado en tela de juicio. Oficialmente, Armenia no ha solicitado su salida de la alianza, pero Pashinyán ya mencionó el pasado mes de mayo la posibilidad de que Armenia se retirase de la OTSC, debido al conflicto de Nagorno Karabaj. Uno de los argumentos esgrimidos es la falta de armamento ruso, debido a la guerra con Ucrania, que está desviando al Donbás todo el material disponible en Rusia. Además, Armenia, que en enero se negó a acoger las maniobras de la OTSC, ha llevado a cabo este mes unos ejercicios militares con Estados Unidos, ante la consternación de Moscú.

Desde el Kremlin han respondido a las incómodas preguntas de los periodistas sobre la pérdida de influencia rusa en el Cáucaso afirmando que siguen manteniendo unas excelentes relaciones con Armenia y no planean un cambio en su política bilateral. Las fuerzas de paz rusas siguen establecidas en Nagorno Karabaj velando por la estabilidad de la zona, aunque el Gobierno de Ereván no ha ocultado su malestar por la permanencia de esas tropas en el Cáucaso. A día de hoy, Rusia sigue considerando a Armenia como su principal socio en la zona, después de la guerra de 2008 con Georgia, que rompió unos lazos con este país que tímidamente han empezado a retomarse.

El otro estado del Cáucaso, Azerbaiyán, mantiene una relación tibia con Rusia y prácticamente fraternal con Turquía, no habiendo dudas de que seguirá siendo así. Otro hecho que confirma el distanciamiento entre Ereván y Moscú ha sido el envío a Ucrania de ayuda humanitaria por parte de Armenia, algo confirma sin una declaración escrita el apoyo a al Gobierno de Kiev.

Su parlamento, además, se encuentra a punto de ratificar el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, lo que significa que Armenia estaría obligada a arrestar al presidente de Rusia, Vladimir Putin, si decidiera visitar ese país. Hace algunas semanas, el Gobierno de Ereván presentó a Moscú una alternativa para que, a pesar de ratificar el Estatuto de Roma, el presidente Vladimir Putin no pudiera ser arrestado en territorio armenio. A día de hoy, Rusia no ha respondido.