Conmemoración
Japón vive el 80º aniversario de su rendición en la Segunda Guerra Mundial con la presión de China por Taiwán
Unas 4.500 personas se reunieron hoy para honrar a los 3,1 millones de japoneses que perdieron la vida en la guerra. En el acto, el emperador Naruhito, expresó “profundo arrepentimiento”
El 15 de agosto de 1945, Japón selló su rendición en la Segunda Guerra Mundial, dando carpetazo a un tiempo de estragos y sufrimiento. Ochenta años después, el país conmemoró este viernes el fin de la contienda con una mezcla de solemnidad y fricciones diplomáticas. Mientras Tokio reflexionaba sobre su pasado, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, lanzó una advertencia directa: “Hagan la elección correcta” respecto a Taiwán, acusando a Japón de distorsionar su historia militarista y de “blanquear” a los criminales de guerra.
En el Nippon Budokan de Tokio, unas 4.500 personas, incluidos el emperador Naruhito, la emperatriz Masako y el primer ministro Shigeru Ishiba, se reunieron para honrar a los 3,1 millones de japoneses que perdieron la vida en la guerra. A las 12 en punto, un minuto de silencio marcó el acto central, seguido por las palabras de Naruhito, quien expresó “profundo arrepentimiento” y su esperanza de que el horror bélico no se repita. Ishiba, en un gesto poco común desde 2013, habló de “remordimiento” y reafirmó el compromiso de Japón con la paz. Sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki, junto a familiares de caídos, compartieron testimonios que subrayan la necesidad de mantener viva la memoria histórica para las nuevas generaciones.
Pero el homenaje no estuvo libre de polémica. Ese mismo día, el Santuario Yasukuni, donde se honra a los caídos, incluidos 14 criminales de guerra, recibió visitas de figuras políticas como el ministro de Agricultura, Shinjiro Koizumi, y una ofrenda ritual de Ishiba. Para China, estas acciones son una provocación, un intento de suavizar el legado de agresión nipona que dejó millones de víctimas en Asia. Desde la reunión de ministros de Exteriores de la Cooperación Lancang-Mekong en Anning, provincia de Yunnan, Wang Yi acusó a Japón de “glorificar la agresión” y de desafiar los acuerdos internacionales que, según Pekín, confirman la soberanía china sobre Taiwán, como el Tratado de San Francisco y la Declaración de Potsdam.
Taiwán, un punto de fricción constante, está permanentemente en el corazón del mensaje chino. Aunque Japón no reconoce oficialmente al territorio como estado soberano, ha fortalecido lazos con Taipéi, lo que enfurece a Pekín. El canciller chino vinculó el pasado imperial japonés con esta disputa, usando la efeméride para presionar a Tokio y exigir que respete el orden de posguerra. En un contexto de creciente rivalidad con Estados Unidos y sus aliados, China aprovecha la narrativa histórica para reforzar su postura sobre ‘la isla rebelde’.
Las tensiones no son nuevas. En marzo, Wang ya acusó a sectores japoneses de “coludir” con fuerzas independentistas taiwanesas, advirtiendo de que “provocar problemas con Taiwán es crear problemas a Japón”. Además, el reciente informe de defensa nipón, que por tercer año señala a la segunda potencia mundial como el “mayor desafío estratégico”, ha avivado aún más el fuego.
Ahora, el país del Sol Naciente enfrenta un dilema delicado. Ishiba debe equilibrar las presiones internas de sectores nacionalistas con la necesidad de mantener una postura firme frente a China. La conmemoración en Hiroshima, donde se recordó el horror de la bomba atómica, y los actos en Nagasaki, que alertaron sobre el riesgo de una guerra nuclear, subrayan el mensaje de paz. Sin embargo, las tensiones con el régimen de Xi Jinping, encendidas por el simbolismo del Yasukuni y la "línea roja" taiwanesa, muestran que las huellas del pasado modelan el presente.