Grozni

Brutal paliza a una periodista en Chechenia: «Salgan de aquí y no escriban nada»

Un grupo de encapuchados da una paliza a la reportera rusa Elena Milashina, conocida por denunciar los crímenes del Kadirov

La periodista rusa Elena Milachina en el hospital tras ser atacada en Grozni
La periodista rusa Elena Milachina en el hospital tras ser atacada en Grozni Equipo Contra la Tortura

Los estruendos que llegan a Rusia desde el frente del oeste no permiten escuchar lo que ocurre en otras partes del país, donde permanecen latentes otros conflictos casi olvidados. Este martes, Chechenia volvió a los medios de comunicación de todo el mundo tras la agresión a la periodista Elena Milashina y al abogado Alexander Nemov, que acababan de llegar a esta república del Cáucaso Norte para asistir al juicio de Zarema Musayeva, madre de dos activistas locales. Los hechos ocurrieron poco después de la salida de la periodista y el abogado del aeropuerto de la capital, Grozni, adonde habían aterrizado para seguir el proceso judicial contra Musayeva. El coche en el que viajaban fue bloqueado por varios vehículos de los que salieron algunos asaltantes con la cara cubierta listos para actuar, rompiendo el equipo técnico que llevaban y apuntando con pistolas a Milashina y Nemov.

A continuación, comenzaron a golpearlos de manera indiscriminada provocando una lesión cerebral a la periodista, a la que además le rompieron varios dedos. «Salgan de aquí y no escriban nada», les dijeron. El abogado sufrió un corte profundo en una pierna. Según informaba el periódico ruso «Novaya Gazeta», medio para el que trabaja Milashina, los agredidos fueron llevados de inmediato a un hospital de Grozni y después a la ciudad de Beslán, en Osetia del Norte, barajando la posibilidad en la tarde de hoy de ser evacuados a Moscú. Varias televisiones emitieron imágenes de la periodista tras ser atendida por los doctores. Milashina llegó a perder el conocimiento.

Amenazas de Kadirov

Los hechos llegaron al Kremlin, cuyo portavoz, Dmitri Peskov, atendía a los medios en una conferencia telefónica en la tarde de ayer afirmando que el presidente, Vladimir Putin, había sido informado de lo ocurrido en Grozni. El representante del mandatario ruso declaró que se trataba de «una agresión muy grave que justifica medidas enérgicas» por parte de las Fuerzas de Seguridad rusas. Por su parte, la Defensora del Pueblo ruso, Tatyana Moskalkova, pidió ayer a las autoridades que investigaran la agresión sufrida por Milashina y Nemov, en una enérgica condena a la que se han sumado numerosas instituciones rusas. Estas respuestas contrastan con el silencio de años anteriores cuando sucedían agresiones de este tipo. En 2020, la periodista y un abogado defensor de los derechos humanos también fueron atacados por una docena de personas en el vestíbulo de un hotel. En febrero del año pasado, Milashina tuvo que salir del país durante unos meses después de recibir amenazas del presidente checheno, Ramzan Kadirov, que la acusó de terrorismo.

Milashina fue compañera y amiga de la periodista Anna Politkovskaya, asesinada en 2006 tras haberse convertido en una voz incómoda contra las acciones de Moscú en Chechenia y cuyo crimen nunca se ha esclarecido. Durante la tarde de ayer, el tribunal de Grozni que juzgaba a Zarema Musayeva la condenó a cinco años y medio de prisión por fraude y agresión a un policía, acusaciones que siempre han sido rechazadas por los grupos pro derechos humanos que quedan en la zona. Privada de libertad desde enero de 2022, Musayeva padece diabetes y ha perdido parte de la visión y movilidad. Su marido, que había sido juez, y sus dos hijos, perseguidos por su activismo, tuvieron que huir hace meses.

La república rusa de Chechenia de hoy es, en comparación con la de hace veinte años, una región pacificada y reconstruida cuyo presidente, un estrecho aliado de Putin, personifica un poder absolutista apoyado por el Kremlin, que ha preferido mirar a otro lado haciendo caso omiso a las críticas que llegan desde allí sobre las violaciones a los derechos humanos.

La popularidad del líder checheno, que gobierna con mano de hierro, ha subido considerablemente desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania debido a los grupos de combatientes liderados por él mismo y que, tras la caída en desgracia del batallón Wagner, se han convertido en un ejército «incómodo» a los ojos de Moscú, ya que no obedece a las órdenes directas del Ministerio de Defensa ruso, sino a las de Kadirov, una especie de hombre de la guerra.