
Guerra comercial
China sopesa negociaciones con EE UU tras la escalada arancelaria de Trump
Pekín condiciona el diálogo comercial con Washington a la eliminación de los gravámenes
El régimen de Xi Jinping se muestra dispuesto a considerar conversaciones comerciales con Washington, pero bajo una condición sine qua non: gestos tangibles y un compromiso genuino, no meras palabras vacías. Pekín, con una retórica cargada de suspicacia, ha vuelto a recalcar que la iniciativa de diálogo emana de la Casa Blanca, y ha exigido una "sinceridad" demostrable a través de la rectificación de "malas prácticas" y la revocación de los aranceles unilaterales que, según su visión, han envenenado las relaciones bilaterales.
El Ministerio de Comercio chino, en un comunicado que destila determinación, anunció el viernes una "evaluación" de las propuestas estadounidenses, pero insistió en que el acercamiento sólo será posible con la supresión de los gravámenes punitivos. "Si Estados Unidos no corrige sus erróneas medidas unilaterales, su sinceridad es una quimera y la confianza mutua se desintegra", advirtió el organismo. La oferta y la amenaza están ahí: "Si se trata de conversaciones, la puerta está abierta de par en par; si se trata de una lucha, llegaremos hasta el final". La paciencia china, erosionada por años de confrontación, se agota. Pekín, lejos de amilanarse, denuncia cualquier intento de instrumentalizar las negociaciones como un mero metodo de presión o intimidación, dejando entrever una disposición a escalar la contienda comercial si Washington persiste en su estrategia de confrontación.
China no se anda con rodeos: los agobiantes gravámenes estadounidenses son un acto de intimidación fallido, incapaz de sofocar el ascenso de la segunda potencia económica global. No se doblegan ante súplicas y hacen pocas concesiones. La respuesta china es un desafío frontal, buscando la condena global de las restricciones impuestas por Washington. Pero la bravuconería es solo una parte de la ecuación. Tras bambalinas, Pekín ha desplegado una estrategia de adaptación pragmática. Mientras la propaganda estatal ataca, una lista sutil de exenciones arancelarias beneficia a productos estadounidenses clave: fármacos, microchips, o motores a reacción. Un salvavidas estratégico para sectores vitales de la economía china.
Tras vanagloriarse del castigo infringido a sus adversarios, el magnate estadounidense, aferrado a su guión, ha insistido recientemente en la existencia de un diálogo directo con Pekín para desactivar la bomba arancelaria, una afirmación que la diplomacia china ha desmentido con frialdad.
El "Día de la Liberación" de Trump marcó el inicio de una batalla comercial sin cuartel. Los aranceles estratosféricos (145% en EEUU, 125% en China) amenazan con evaporar el 80% del comercio bilateral anual de 700.000 millones de dólares, según expertos. Los mercados tiemblan ante una inminente recesión global.
Con todo, la carrera política de Xi Jinping se define por dos ejes: resistencia implacable a la injerencia extranjera y dominio absoluto del poder interno. Su temple se forjó en la brutalidad de la Revolución Cultural, donde la desgracia familiar lo envió a trabajar al campo. Su mensaje central, el "chi-ku" ("tragar amarguras"), exige a los chinos soportar penurias por el rejuvenecimiento nacional. La misión histórica del Partido Comunista chino (PCCh) de superar los "cien años de humillación" no es retórica vacía, es la base de su legitimidad y su poder.
La beligerancia comercial de Trump, concebida para someter a Pekín, ha generado un efecto contraproducente: consolidar el poder de Xi y su visión de una China autárquica. La amenaza externa sirve de coartada para la reorientación económica del PCCh, impulsando la autosuficiencia y permitiendo a Xi desviar responsabilidades por errores de gestión, como el hostigamiento al sector privado. La reciente rehabilitación de figuras como el cofundador del conglomerado tecnológico Alibaba, Jack Ma, otrora crítico del régimen, evidencia esta directriz. Lejos de debilitar a China, la confrontación de Trump legitima el liderazgo chino y su apuesta por un modelo económico nacionalista y resistente a la injerencia occidental.
Gracias al férreo control del PCCh, cualquier interacción con la administración Trump se presenta internamente como a Xi resistiendo la "intimidación extranjera". La reacción del gigante asiático a las tarifas norteamericanas no es una mera cuestión de imagen, sino la ejecución de una estrategia largamente planificada. A diferencia de los aliados de EEUU, sorprendidos por las tácticas de Trump, Pekín lleva años preparándose para la confrontación. Desde 2018, ha resistido una contienda comercial de baja intensidad, ganando experiencia en la gestión de dicha rivalidad y aprendiendo a sortear las restricciones económicas impuestas.
De cara a blindarse ante una posible prolongada guerra fría comercial y confrontar el proteccionismo occidental, Pekín ha desplegado una táctica multifacética. Internamente, se prioriza la resiliencia de las cadenas de suministro, el impulso a la demanda doméstica y la promoción del renminbi como moneda de liquidación internacional, reduciendo la dependencia del dólar. Externamente, teje alianzas estratégicas, profundizando lazos comerciales con el sudeste asiático, el mundo árabe y, sorprendentemente, manteniendo un canal de diálogo abierto con la Unión Europea.
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