Un hombre decidió apostar fuerte comprando 40.000 máscaras recubiertas con pan de oro, con la esperanza de obtener una ganancia importante al revenderlas. Sin embargo, su plan se vino abajo cuando las autoridades sanitarias prohibieron la comercialización de estos productos, alegando que no cumplían con las normativas de seguridad establecidas por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés).

Frustrado por el contratiempo, acudió a una joyería especializada para comprobar si el material realmente era oro genuino. Tras realizar diversas pruebas físicas y térmicas, se confirmó que las máscaras tenían un 99% de pureza en oro.

Ante la imposibilidad de venderlas, optó por fundir una parte de las máscaras para recuperar algo del dinero invertido. Al entregar 10.000 unidades, la joyería le pagó aproximadamente 1.328 euros por el oro puro obtenido. Si decide derretir todas las máscaras, podría recuperar alrededor de 5.300 euros, una cifra considerablemente inferior a los 7.380 euros que había gastado inicialmente.