Reino Unido
Un debilitado Starmer recibe a Trump en su visita de Estado
La Prensa revela que el Gobierno conocía los emails entre el embajador en EE UU y el pedófilo Epstein
El curso político acaba de empezar en Westminster, pero sus señorías, especialmente los de las filas laboristas, tienen el foco puesto en el mes de mayo. La gran pregunta que se plantea es si, para entonces, el premier Keir Starmer seguirá en Downing Street. Apenas se cumple su primer año de mandato tras conseguir una mayoría absoluta que puso fin a una era de catorce años con los conservadores en el poder. Pero la crisis por la que atraviesa el Gobierno plantea, incluso a nivel ministerial, un posible desafío a su liderazgo si las elecciones locales, galesas y escocesas de primavera resultan terriblemente malas para el laborismo.
La reciente dimisión de su número dos, Angela Rayner, por una polémica sobre su situación fiscal, y la destitución a efectos inmediatos del embajador británico en Estados Unidos, Peter Mandelson, por sus vínculos con el pedófilo convicto Jeffrey Epstein, han debilitado aún más la posición del líder laborista.
Su triunfo en los comicios del año pasado no fue exactamente por su carisma, sino por el hartazgo del electorado ante los tories. El objetivo era ganarse poco a poco la confianza de los ciudadanos, pero tanto en economía como en inmigración ilegal -los dos problemas que más preocupan en la calle- sigue sin haber avances.
Por un lado, las 50.000 llegadas en pateras de inmigrantes desde que asumió el cargo representan un récord. Por otro, no ha habido ningún crecimiento económico en julio, según los últimos datos oficiales, tras un crecimiento mensual del 0,4 % en junio. Bien es cierto que la herencia que Starmer recibió de los conservadores era complicada. Pero, tras un año al frente del Ejecutivo, el laborista ya no puede justificar sus problemas culpando a la anterior administración.
El premier ha llevado a cabo una reestructuración de gabinete para dar “nuevo impulso” a su legislatura. Pero esta reorganización no responde a la queja más frecuente que su propio partido le hace: no está claro qué representa exactamente. Incluso algunos aliados del primer ministro admiten en privado que ninguno de sus discursos públicos ha entusiasmado a la gente.
En definitiva, no es el mejor panorama ante la visita de Estado al Reino Unido que Donald Trump protagonizará esta semana. Al impredecible líder republicano le gustan los perfiles ganadores. Durante su primera visita de Estado en 2018, no tuvo reparos en criticar a la entonces premier Theresa May por su baja popularidad. Por lo tanto, no se descarta que haga ahora lo mismo con Starmer. De momento, pese a ser personalidades completamente opuestas, ambos mandatarios mantienen buena relación. Pero ya se sabe que las amistades para el inquilino de la Casa Blanca funcionan hasta que él decide.
El primer ministro británico, que quiere postularse ante Europa como mediador en la relación transatlántica, hará alarde de una nueva alianza nuclear con Estados Unidos para acelerar la producción de nuevas plantas. Ayer se reunió con los representantes de la industria en Londres para elogiar un pacto con el que se quiere allanar el camino hacia facturas más bajas, miles de empleos y una "época dorada de la energía nuclear". Pero aún no están cerrados los detalles.
Por otro lado, está por ver el protagonismo que Trump concede durante su visita al Reino Unido a su gran amigo Nigel Farage, líder populista del partido Reform Uk, quien encabeza las encuestas de opinión con su discurso antiinmigración. Pese a contar con 399 diputados en la Cámara de los Comunes, Starmer no gobierna como un primer ministro con mayoría absoluta. Sin embargo, con apenas cuatro escaños, Farage, no sólo ha barrido por completo a los conservadores como partido de la oposición, sino que es el que mueve la batuta en la agenda de Westminster.
El hecho de que el embajador británico en Estados Unidos haya sido destituido apenas unos días antes de la visita de Estado de Trump resulta especialmente bochornoso para Downing Street. Desde el Número 10 insisten en que el primer ministro desconocía los detalles más oscuros de la relación de Mandelson con el pedófilo Epstein -como que sugirió que la condena de su multimillonario "mejor amigo" fue injusta-, de ahí que Starmer le defendiera en la última sesión de control al Gobierno el pasado miércoles antes de forzar su salida el día después. Pero, según The Times, el Gabinete sí conocía el contenido de los correos electrónicos ofensivos de Mandelson a Epstein desde el martes.
En el Reino Unido, el propio príncipe Andrés, hermano de Carlos III, tuvo que abandonar la vida pública precisamente por su amistad con el explotador de menores, por lo tanto, que su nombre salga de nuevo a la palestra no será precisamente del agrado del monarca, quien como jefe de Estado, será el gran anfitrión esta semana para Trump.