In memoriam
Emma Igual, una luz humanitaria a la que aspirar
La cooperante deja un doble legado: el ejemplo de una vida dedicada a los demás y una nueva evidencia de los crímenes de guerra de Rusia
El escritor italiano Primo Levi afirmaba que “en la historia y en la vida, uno a veces parece entrever una ley feroz que dice: al que tiene, se le dará, y al que no tiene, le será quitado”. Las palabras de este superviviente de Auschwitz resuenan más que nunca cuando la apisonadora del devenir se lleva por delante, y antes de tiempo, a los que, desafiando el horror de la historia convertida en una trituradora de carne, deciden dejarlo todo para transformarse en ángeles guardianes de los inocentes que viven bajo las tempestades de acero. Personas como Emma Igual, la directora de la ONG Road to Relief, asesinada en Ucrania mientras intentaba asistir a civiles atrapados en el frente.
La muerte de la trabajadora humanitaria y de su compañero, el voluntario canadiense Anthony “Tonko” Ihnat, es un crimen de guerra. De eso, no hay duda. Tan poca como las posibilidades de que los autores materiales lleguen a conocerse, y aún menos, sentarse en el banquillo de los acusados de la Corte Penal Internacional. No obstante, el responsable máximo de este y una larga lista de crímenes cometidos en territorio ucraniano se sienta en el trono del Kremlin, y sabemos su nombre: Vladimir Putin.
Emma era joven en años, tan solo 32 primaveras, pero anciana en experiencias vividas en el lado oscuro de la humanidad. Inspirada por las experiencias de su abuela, una superviviente austríaca del Holocausto adoptada por una familia española, tras graduarse en la prestigiosa Universidad de Berkley, donde fácilmente podría haber elegido un camino mucho más sencillo, seguro y estable, decidió dedicarse a socorrer a los refugiados y desahuciados malviviendo en Grecia, Myanmar, Marruecos y Kenia.
Su vocación para ayudar al prójimo era tan intensa, valiente y verdadera que, poco después de la invasión de Ucrania, se lanzó a fundar la ONG Road to Relief junto al francés Henri Camenen, “sin ningún tipo de plan, ni recurso, ni dinero. Sin haber hecho una recaudación previa”, explicó en un capítulo del podcast Diario de Ucrania, de RTVE. No tardó mucho en convertir una pequeña iniciativa humanitaria en una organización con 25 voluntarios dedicados a una de las labores más peligrosas: internarse en el frente de batalla y evacuar a los civiles atrapados bajo la lluvia de metralla.
Según la organización, pocos meses después de empezar a trabajar ya habían salvado a 1.300 personas, 650 de ellas niños, unas 300 con discapacidad. Y, a medida que la guerra se alargaba ampliaron su labor a la distribución de ayuda humanitaria entre los muchos civiles, en su mayoría ancianos, que todavía se niegan a abandonar sus casas engullidas por la guerra total. Eso es lo que la llevó a establecerse en la ciudad de Sloviansk, cerca del frente Este.
Cada salida hacia la picadora de carne del frente de Bajmut, donde pereció el pasado sábado, significaba jugarse la vida. Cada minuto que pasaba en la devastada ciudad de Chasiv Yar, donde cientos de civiles rehúsan marchar a pesar de estar a unos 5 kilómetros de la primera línea de combate, equivalía a comprar puñados de números en una lotería de muerte violenta. Sin embargo, Emma y sus voluntarios volvían, una y otra vez.
En esa urbe donde las casas se han convertido en esqueletos rotos y ennegrecidos, donde el asfalto está agujereado como un queso gruyer gigantesco y la muerte, el miedo y la resiliencia campan a sus anchas, el vehículo en el que viajaba Emma fue alcanzado por un proyectil de artillería ruso, o por un misil guiado antitanque, según informó la fiscalía General de Ucrania. Algo que, de confirmarse, evidenciaría que el crimen de guerra fue llevado a cabo con alevosía.
Sea como fuere, Emma Igual fue asesinada mientras hacía su trabajo ayudando a los desvalidos en una guerra de agresión del Estado ruso. Por ello, cuesta entender que el mismo Gobierno que el próximo martes le concederá, a título póstumo, la Gran Cruz de Isabel la Católica, cuenta con una ministra y secretaria general de Podemos, Ione Belarra, que, tras el fallecimiento de la cooperante española, lo lamentó en redes sociales pero evitó condenar a los que la asesinaron, o el hecho de que en la guerra de Ucrania hay un país agresor y uno agredido.
Por su parte, el doble legado de Emma nunca podrá ser puesto en entredicho. En primer lugar, nos deja lo mucho que hizo en su corta vida abriendo un camino hacia el verdadero altar de la benevolencia, donde solo viven los espíritus desinteresados como el suyo. Una vida a la que admirar y que, sin duda, despertará la conciencia de futuros voluntarios, de los que el mundo anda muy necesitado. Y en segundo, su asesinato es un recordatorio y una nueva evidencia de los crímenes de guerra de Rusia. Esté donde esté, Emma Igual siempre será una luz humanitaria a la que aspirar.
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