Rusia
Por qué Putin debe ser juzgado por el CPI
El legado de Nuremberg fue el fundamento del orden jurídico mundial
Las acusaciones de crímenes de guerra contra Rusia aumentan tras el descubrimiento de la masacre de Bucha y las decenas de cadáveres de civiles encontrados a veces con las manos atadas. Por horrible que sea, no es sorprendente porque no hay guerra sin crímenes de guerra. Éstos fueron definidos por primera vez en 1945 por el Tribunal de Nuremberg encargado de juzgar a los criminales nazis: el asesinato, los malos tratos o la deportación para trabajos forzados de las poblaciones civiles en los territorios ocupados, la ejecución de rehenes, el saqueo de la propiedad pública o privada, la destrucción gratuita de ciudades y pueblos, o la devastación no justificada por las exigencias militares.
Los crímenes de guerra son infracciones graves contra los Convenios de Ginebra. Además, el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI) los detalla en su artículo 8. En Ucrania, ante la magnitud de las masacres, la ONU ha abierto una investigación sobre el descriptor «crimen de guerra». El mismo ha sido utilizado por la CPI desde el 2 de marzo. Sobre el terreno, las imágenes sirven de prueba y, si se multiplican, las investigaciones podrían recalificarse como crímenes contra la humanidad, o incluso como genocidio si se demuestra que el Ejército ruso tenía la intención de atacar a estos civiles y destruir a todo o parte de un grupo nacional. Todo depende de la calidad de las investigaciones, por lo que es necesario actuar con gran rapidez para reunir pruebas: cadáveres, fotos, imágenes de satélite, testimonios, etc. Además, aunque se hayan descubierto fosas comunes, como en Bucha, todavía es demasiado prematuro para evocar el genocidio.
Ahora bien, ¿cómo determinar el crimen de guerra y cuáles son las interpretaciones que hay detrás de su «objetivación»? De hecho, su definición da lugar a debates de carácter jurídico y político. Pero los crímenes de guerra también se califican, se definen y se gestionan de manera diferente en distintas situaciones. ¿Deben interpretarse los crímenes de guerra por separado o de forma acumulada en términos militares, jurídicos y políticos? De esta interpretación dependerá el alcance de la sanción contra Putin y sus hombres. Estas cuestiones de definición de los crímenes de guerra se enmarcan en el particular contexto político de la Guerra Fría, que impidió el surgimiento del orden jurídico-político internacional que los juicios por crímenes de guerra de Núremberg parecían presagiar. En el contexto del desmantelamiento del imperio soviético, a mediados de la década de 1990, surgieron dos Tribunales Penales Internacionales para investigar y juzgar los crímenes de guerra cometidos en la antigua Yugoslavia y Ruanda.
Así, el legado de Nuremberg fue celebrado como el fundamento de un orden jurídico internacional y, por tanto, como una alternativa a la ausencia de responsabilidad estatal, como demuestra la creación de la CPI en 2002. Tanto es así que el espacio del derecho penal internacional está dominado por una lógica de Derechos Humanos y de Derecho humanitario, más que por una lógica penal o de Derecho internacional. Esta tendencia tiene importantes implicaciones: los Tribunales Penales Internacionales han adoptado posiciones contrarias a las de otras instituciones internacionales sobre la soberanía de los Estados, y a menudo han interpretado sus mandatos con un objetivo centrado en las víctimas. Si los Tribunales Penales Internacionales han sido capaces de movilizar los Derechos Humanos, esto explica el protagonismo de algunas poderosas ONG en los debates sobre la caracterización jurídica de la guerra y los crímenes de guerra. La aparición de la violación como crimen de guerra es un ejemplo de ello, porque este cambio legal fue el resultado de las movilizaciones feministas.
Por otra parte, los medios de comunicación participan en la caracterización de los conflictos desde una perspectiva de acusación judicial. Como revela la atención sobre Ucrania, los medios de comunicación desempeñan un papel importante en el debate sobre la calificación o no de una situación como «crimen de guerra». De hecho, la cadena estadounidense CNN se dio a conocer por su cobertura de la segunda guerra del Golfo. Esa cobertura en tiempo real de las operaciones militares (el «efecto CNN») ha favorecido la «juridificación» de los conflictos. La cobertura mediática del conflicto en Ucrania se centró en las atrocidades cometidas en la frontera de Europa, acompañadas de una retórica que comparaba la situación con las atrocidades nazis. Sin embargo, la dimensión legal y judicial del crimen de guerra sigue siendo limitada, ya que depende de los juegos políticos en el espacio diplomático. Por ejemplo, hubo que presionar económicamente a Croacia y Serbia para que accedieran a trasladar a La Haya a los acusados, la posibilidad de acceder a la UE fue también un incentivo para colaborar, y la propia tipificación de los delitos puede variar según las idas y venidas diplomáticas. ¿Qué pasará con Vladimir y sus cómplices tras el fin del régimen de Putin?
Frédéric Mertens de Wilmars es profesor y coordinador del Grado en Relaciones Internacionales Universidad Europea de Valencia
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