“Juicio del siglo”
La cadena perpetua a Salah Abdeslam por los atentados de Bataclán cierra un ciclo de terror en Francia
Tras casi diez meses de audiencias, el Tribunal de París pronunció la sentencia sobre los ataques del 13 de noviembre de 2015
Casi siete años después de aquel noviembre negro de 2015 que tiñó las calles de París de un terror nunca antes conocido, la Justicia francesa se ha pronunciado con un veredicto histórico que pone el punto y final al llamado “juicio del siglo” en Francia y que se ha dilatado durante casi diez meses desde que arrancara a principios de septiembre pasado en un tribunal de París bajo un impresionante dispositivo de seguridad.
Los cinco magistrados han encontrado probada la culpabilidad de Salah Abdeslam, principal acusado y único miembro que permanece en vida de los comandos que perpetraron los atentados de noviembre de 2015 y lo han sentenciado a cadena perpetua sin libertad condicional, tal y como pedía la Fiscalía. Los jueces, que han estado tres días deliberando el fallo aislados fuera de París, no consideran que el cinturón de explosivos que llevaba y que finalmente no hizo explotar fuera “funcional”, lo cual ha acercado el fallo a la petición de la Fiscalía, que demandaba la máxima pena del código penal francés.
La lectura del veredicto, que ha considerado culpables junto a Abdeslam a otros 18 de los 20 acusados, se ha alargado por la ausencia de algunos de los acusados ante la presencia de cientos de periodistas de medios franceses e internacionales en las puertas del palacio de Justicia, en una de las islas del Sena, en el corazón de la capital gala. Al cierre de esta edición, continuaban leyendo las penas al resto de culpables que van desde los 5 años de prisión a la cadena perpetua en función de su grado de colaboración en los atentados.
La cadena perpetua “real” se aplica en muy pocos casos en Francia. Solo se ha decretado en cuatro ocasiones desde su instauración en 1994, para condenados por matar a niños, tras violarlos o torturarlos. Para los otros 13 acusados presentes las penas solicitadas van desde los cinco años de cárcel hasta la cadena perpetua en función de su grado de implicación en los atentados que dejaron 130 muertos.
La mayoría de los otros 13 acusados presentes -seis han sido juzgados en rebeldía- reiteraron sus “arrepentimientos” o “disculpas” en los días previos a la lectura de la sentencia, y algunos expresaron sus “condolencias”, a las víctimas. Muchos dijeron “confiar en la justicia” mientras que sus defensas advirtieron, antes de conocerse el veredicto, contra una “justicia de excepción”. Algunas, como la del principal acusado, Salah Abdeslam, ya han dejado caer que recurrirán en fallo.
Durante estos meses, el proceso ha intentando, además de establecer las penas del veredicto, un doble objetivo: trazar un hito en la memoria histórica de Francia y ayudar a las familias de las víctimas a reconstruir el contexto y las zonas de sombra de aquellos ataques que comenzaron poco después de las 21.15 horas de aquel 13 de noviembre de 2015 en Saint-Denis. En ese momento, un atacante suicida activó sus explosivos cerca del Stade de France, donde tenía lugar un partido amistoso de fútbol entre las selecciones francesa y alemana, con miles de personas en las gradas, entre ellos el entonces presidente de la República, François Hollande. Otros dos kamikazes hicieron lo propio minutos después provocando la muerte de un conductor de autobús.
Abdeslam también debía haberse inmolado pero no sucedió así porque, según los investigadores, su cinturón de explosivos era defectuoso. Acabó huyendo a Bélgica, país donde se había criado. A continuación, en el centro de París, dos comandos de tres hombres cada uno dispararon contra la gente que se encontraba en terrazas de bares y restaurantes, y fusilaron a los asistentes a un concierto musical en el Bataclan, donde las fuerzas policiales realizaron un asalto pasada la medianoche. El saldo del peor ataque en París desde la Segunda Guerra Mundial fue de 130 muertos y más de 350 heridos.
sto sucedía en un contexto mundial marcado por la guerra contra el Estado Islámico que una coalición internacional libraba en Siria e Irak, y con decenas de miles de refugiados que buscaban llegar a Europa huyendo de ese conflicto. Cuatro años de investigación permitieron reconstruir gran parte de la logística de los atentados y del recorrido que siguieron los miembros de los comandos por un ruta migratoria desde Siria hasta sus escondites alquilados en Bélgica y cerca de París. Según se recoge en el sumario, los investigadores descubrieron una célula yihadista mucho mayor y responsable también de los atentados que dejaron 34 muertos el 22 de marzo de 2016 en el metro y en el aeropuerto de Bruselas.
“Vuestro veredicto no curará las heridas, visibles o invisibles, no devolverá a los muertos a la vida”, dijo hace dos semanas la abogada general Camille Hennetier, una de los tres representantes de la Fiscalía Nacional Antiterrorista. “Pero al menos podrá asegurar que aquí los que tienen la última palabra son el derecho y la justicia”.
Las cifras de este macroproceso abruman. Desde su inicio el pasado 8 de septiembre, 148 días de audiencias, más de 400 testimonios de supervivientes y familiares de las víctimas, 330 abogados, cinco magistrados, draconianas medidas de seguridad en el tribunal y una sala de audiencias construida para la ocasión, con 14 acusados presentes y todo grabado por ocho cámaras. Lo esencial era esclarecer, en lo posible, las responsabilidades de cada uno de los acusados y su culpabilidad, pero el juicio también ha tenido algo de terapia y de catarsis colectiva para toda Francia.
Salah Abdeslam, condenado a cadena perpetua
Salah Abdeslam, 32 años, ha sido el principal acusado del macroproceso que acaba de finalizar en París. Se trata del único miembro con vida de los comandos que perpetraron los atentados de noviembre de 2015. Abdeslam, considerado culpable por los cinco magistrados en su veredicto, fue detenido en Bélgica el 18 de marzo de 2016, cuatro días antes de los ataques en el metro y aeropuerto de Bruselas (32 muertos), reconoció “errores cometidos” durante su vida en el último tramo del dilatado proceso aseverando “no soy un asesino y si me condenan por asesinatos, cometerían una injusticia”. Para su defensa, que ya ha dejado caer que apelará la sentencia, es una “pena de muerte social” para este francés que renunció a hacerse explotar la noche del ataque. Y ésta ha sido la clave de su destino. La justicia no ha creído que se arrepintiese en el último momento y por eso no se inmolase sino, más bien como defiende la fiscalía, que sino lo hizo fue por un fallo logístico.
Abdeslam, que a lo largo de los casi diez meses de vista oral ha marcado el juicio, tuvo palabras muy duras contra la Fiscalía, que pidió para él la cadena perpetua sin posibilidad de reducción, la máxima condena que prevén las leyes francesas. “Hablo con la espada de la Fiscalía en el cuello”, dijo, siempre teatral, el acusado.
Abdeslam aprovechó sus últimas palabras ante el tribunal el pasado lunes para mostrar su arrepentimiento. “Quiero presentar mis excusas. Algunos dirán que no son sinceras, que son una estrategia. Como si un tercero pudiera conocer la sinceridad de otro. Hay 130 muertes y 400 heridos, ¿quién puede no ser sincero con tanto sufrimiento?”, afirmó.
En el inicio del juicio, el pasado 8 de septiembre, Abdeslam solo confirmó ser un “combatiente” del Estado Islámico y declaró que los peores atentados en la Historia del país fueron “inevitables” por las intervenciones militares de Francia en Siria. Además, habló para quejarse de las condiciones en prisión y dijo que estaban siendo tratados “como perros”.
Salah Abdeslam es hijo de un ciudadano marroquí nacido en Argelia y madre también marroquí. Previo a los atentados de París, había sido detenido por delito de robo en 2011 y desde 2013 regentaba un bar en Bruselas. Trató de llegar a Siria en enero de 2015, pero fue detenido por las autoridades turcas y obligado a regresar a Bélgica. Interrogado por la policía belga a su llegada, no se le consideró radicalizado ni vinculado a célula terrorista. No obstante, en octubre del mismo año, aparecía en una relación de casi una treintena de sospechosos yihadistas.
Según la policía y las autoridades gubernamentales, es cómplice de los ataques perpetrados al proporcionar apoyo logístico a los militantes yihadistas, conducir automóviles acompañando a los atacantes a sus destinos, en concreto a la sala Bataclan, y con cierto grado de implicación en la fabricación de explosivos usados en actos de terrorismo. Es además hermano de Brahim Abdeslam, que se inmoló durante los ataques. Las huellas digitales y las imágenes de circuito cerrado de televisión indican que Abdeslam estaba implicado personalmente en los ataques terroristas en París en noviembre de 2015. De los hombres que perpetraron directamente los ataques, sólo Salah Abdeslam y Mohamed Abrini sobrevivieron, ya que los otros murieron, bien por haberse suicidado, bien por haber sido abatidos por los efectivos policiales.
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