Reino Unido
El Brexit hunde a la economía británica y al Partido Conservador británico
Las exportaciones a la UE, su principal socio comercial, cayeron un 14% en 2021, mientras que la inmigración neta ha alcanzado la cifra recórd de 504.000
Cuando Tony Blair consiguió su gran victoria electoral en 1997, un jovencísimoRishi Sunakescribió un artículo para la revista de su colegio, “The Wykehamist”, lamentando la noticia. Su principal queja: la UE. “[Blair] se deleita con la etiqueta de un patriota, pero tiene planes para la posible ruptura de Reino Unido y la membresía de un eventual Superestado europeo”, señaló aquel estudiante de 17 años.
El que hoy es inquilino de Downing Street siempre fue un euroescéptico convencido. Eso sí, su postura es pragmática, moderada, alejada de los populismos que tanto abanderaban sus predecesores. De ahí que muchos teman ahora que su Gobierno -donde solo la ministra de Interior pertenece al núcleo duro que un día dominó la formación- busque ahora un acercamiento con el bloque para mejorar la economía de un país en recesión y con una deuda pública que roza el 100% del Producto Interior Bruto.
Muchos esperaban que la atormentada relación de Reino Unido con la UE terminara con el histórico referéndum de 2016 o con la salida ya a efectos prácticos el 31 de diciembre de 2020. Pero no ha sido así. Cinco primeros ministros después, el Brexit sigue dominando el discurso político
Sunak -que cumple ahora un mes en el Número 10- asegura que Reino Unido no aceptará ningún marco de relaciones con la UE que implique “alinearse” con sus leyes, descartando así que se quiera seguir el “modelo suizo”, tal y como apuntaba The Times citando a “altos cargos gubernamentales”.
Lo cierto es que el “modelo suizo” siempre ha estado muy presente. El propio Boris Johnson habló en 2012 de `Britzerland´ y el mismísimo Nigel Farage aseguró en 2020 que los suizos habían sido “una inspiración” para salir del bloque.
Suiza está fuera de la UE, pero tiene estrechos vínculos económicos con el bloque basados en más de 120 acuerdos bilaterales cerrados en las últimas décadas. Al igual que Reino Unido, no está en la unión aduanera y tiene un comercio libre de aranceles. Pero a diferencia de Reino Unido, tiene cierto acceso al mercado único, por lo que se necesitan muchos menos controles y papeleo para enviar mercancías, y hay más facilidades en otras áreas importantes como los servicios financieros.
Eso sí, a cambio Suiza contribuye al presupuesto de la UE, acepta el principio de libre circulación de personas y la jurisdicción del Tribunal de Justicia Europeo en determinadas áreas limitadas. Y plantear eso en Downing Street, a día de hoy, parece inconcebible.
Pero con modelo suizo o sin él, lo que está claro es que Londres sigue en proceso de búsqueda porque económicamente el Brexit sigue sin funcionar. Indudablemente, Reino Unido no es inmune a los desafíos globales como la pandemia y la guerra de Ucrania. Pero aun así, según las propias previsiones del Banco de Inglaterra, será el único país importante cuya economía para 2025 aún no se haya recuperado a los niveles previos a la pandemia. No solo se trata de las peores tasas de crecimiento del G-7 o G-20, sino de cualquier parte del mundo desarrollado.
La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria -el organismo independiente de control de las finanzas públicas del Gobierno- estima que el Brexit afectará a la economía británica el doble que el coronavirus. Las exportaciones al bloque disminuyeron casi un 14% en 2021, en comparación con 2020. Y pese a la promesa de recuperar el control de la fronteras, la migración neta -la diferencia entre los que entran y los que salen- ha alcanzado un récord de 504.000, muy lejos de los 100.000 que prometían los `tories´.
La nueva “Global Britain” dista mucho, por lo tanto, del paraíso casi bíblico del que hablaban los euroescépticos. Y las nuevas relaciones con la UE no son el único reto. Los `brexiters´ se negaban a permanecer en la unión aduanera a fin de poder cerrar nuevos acuerdos comerciales con países terceros. Pero el anhelado pacto con los Estados Unidos brilla por su ausencia, se desvanecen las esperanzas de que Reino Unido pueda unirse este año al Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés) y los progresos con India van extremadamente lentos. En definitiva, los acuerdos no llegan. Y los que se consiguieron cerrar en su momento se demuestra ahora que no estuvieron bien negociados.
Cuando Boris Johnson estaba en Downing Street y Liz Truss era su ministra de Comercio ambos tenían ansias por sacar rédito al histórico divorcio. Pero los muy publicitados y rápidos acuerdos con Australia y Nueva Zelanda se enfrentan ahora a grandes críticas de los propios “brexiters”. George Eustice -ex ministro de Medio Ambiente y en su día favorito de la derecha conservadora- aseguró esta semana en la Cámara de los Comunes que son un “fiasco”, ya que mientras que Londres dio a Australia acceso ilimitado al mercado de Reino Unido para su carne de res y oveja, Canberra prohíbe la importación de carne de res británica.
En este sentido, Sunak quiere un cambio de rumbo en la política comercial británica, priorizando la profundidad sobre la velocidad y evitando establecer plazos para las negociaciones en curso. Pero el tiempo juega en su contra. El Brexit es un proyecto a largo plazo. Pero si el electorado sigue viendo desventajas, sin ninguno de los beneficios potenciales, los conservadores -que siguen divididos en su sangrienta guerra civil- van a tener complicado sobrevivir a las próximas generales, previstas para 2024.
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