Cañón

Fue el cañón más grande de la Primera Guerra Mundial: lo fabricó Alemania y bombardeó París

El arma secreta alemana que aterrorizó París desde 120 kilómetros de distancia durante la Gran Guerra

Es una foto sin color en el que de fondo aparece un cañón muy largo que acaba de disparar
El cañón París disparandoNARA

Durante los conflictos bélicos más devastadores de la historia, ciertas innovaciones tecnológicas han logrado redefinir completamente las reglas del combate. Armas que parecían imposibles desde el punto de vista técnico terminaron convirtiéndose en realidades aterradoras para quienes las sufrieron.

Mientras las trincheras se extendían por toda Europa occidental, los ingenieros alemanes trabajaban en secreto para desarrollar un proyecto que desafiaría todas las convenciones conocidas sobre alcance y precisión artillera. Una empresa que cambiaría para siempre la percepción sobre las distancias de seguridad en tiempos de guerra.

Primera Guerra Mundial presenció el nacimiento de tecnologías que anticiparon muchas de las innovaciones militares del siglo XX. Entre todas estas invenciones, pocas resultaron tan impactantes psicológicamente como aquella que permitió atacar objetivos ubicados a más de cien kilómetros de distancia.

Cuando París fue bombardeada desde 120 kilómetros de distancia


Krupp desarrolló bajo la supervisión de Fritz Rausenberger una pieza de artillería que desafió todos los límites conocidos hasta entonces. Iniciado en 1916, este proyecto culminó con el primer disparo contra París el 21 de marzo de 1918, inaugurando una nueva era en el armamento de largo alcance.

Con un calibre de 210 mm y un tubo de 37 metros de longitud, esta arma lograba que sus proyectiles alcanzaran altitudes de hasta 40 kilómetros, penetrando en la estratosfera antes de descender sobre la capital francesa. Para mantener su efectividad ante el desgaste extremo, los alemanes empleaban proyectiles de calibres ligeramente crecientes que compensaban el ensanchamiento del ánima.

Desde tres posiciones estratégicamente ubicadas en el bosque de Crépy, el cañón disparó aproximadamente 367 proyectiles entre marzo y agosto de 1918. Estas posiciones se rotaban constantemente para evitar la detección por parte de la aviación francesa, mientras estructuras de camuflaje hacían que el arma pareciera una casa rural inocente. Viernes Santo de 1918 presenció la tragedia más mortífera cuando un proyectil impactó directamente en la iglesia de Saint-Gervais-et-Saint-Protais durante el servicio religioso. 91 personas perdieron la vida y 68 resultaron heridas en lo que se convirtió en el ataque más letal de toda la campaña.

A lo largo de su período operativo, 256 parisinos murieron y 620 resultaron heridos por estos bombardeos que llegaban sin previo aviso sonoro. Proyectiles de entre 104 y 120 kilogramos alcanzaban velocidades de salida de 1.640 metros por segundo, creando un terror psicológico mayor que los daños materiales efectivos. Antes de la rendición alemana, todos los cañones fueron destruidos deliberadamente para impedir que cayeran en manos aliadas. Únicamente fragmentos y documentación técnica sobrevivieron de este proyecto que anticipó conceptualmente el desarrollo de los misiles balísticos modernos, convirtiendo al Cañón de París en precursor de las armas de muy largo alcance del siglo XX.