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República Democrática del Congo

El futuro acuerdo de paz en el Congo, ¿en beneficio de la población o de las potencias depredadoras?

Los grupos wazalendo niegan que la paz auspiciada por Estados Unidos traerá el fin definitivo de las guerras y de los abusos en el este de República Democrática del Congo

Marco Rubio junto con representantes congoleños y ruandeses en Washington. ASSOCIATED PRESSAP

El este de República Democrática del Congo (RDC) vive una nueva etapa del conflicto que lo atraviesa. Son muchas las novedades de los últimos días, aunque marcadas en general por el aire de incertidumbre que todo lo imbuye: el retiro parcial de tropas extranjeras, el inicio de operaciones humanitarias y la firma de un compromiso de paz entre Kinshasa y Kigali en Washington… con Estados Unidos como actor clave en el proceso. Y mientras la diplomacia gana terreno en las grandes ciudades del mundo, potentes voces entre las milicias wazalendo rechazan todo tipo de diálogo con los rebeldes del M23 y sus aliados en el corazón de las tinieblas. Acusan, no sin razón, a los acuerdos previos de perpetuar la violencia, desmantelar al Estado y favorecer intereses externos.

Este martes, las fuerzas de seguridad de Ruanda escoltaron a una parte del contingente de la misión militar regional de la Comunidad de Desarrollo de África Austral, conocida como SAMIDRC, fuera del territorio congoleño y a través de Ruanda hasta Tanzania. Veinte vehículos en total atravesaron en silencio la localidad de Gisenyi (Ruanda, frontera con RDC) en su camino al este. La SAMIDRC fue desplegada en diciembre de 2023 para apoyar al gobierno congoleño contra las ofensivas del grupo rebelde M23, y ya comenzó su retirada tras el anuncio del fin de su mandato en el mes de marzo. El caos y los acontecimientos del mes de enero en la ciudad de Goma llevó a que muchos de estos soldados se refugiasen en las instalaciones de la ONU en la capital de Kivu Norte, aguardando, no sin cierta frustración por cómo ha terminado todo, a que fuera su turno para salir del país.

Para el gobierno de Ruanda, la presencia de tropas de SAMIDRC no solo exacerbó el conflicto, sino que representó un obstáculo para el proceso de paz. El ministro de Exteriores ruandés, Olivier Nduhungirehe, llegó a escribir en su cuenta de X que “el inicio de la retirada marca un paso positivo”. En paralelo a la evacuación de soldados sudafricanos y tanzanos, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) lideró una operación humanitaria con apoyo de la MONUSCO para evacuar a cientos de soldados desarmados, policías y familiares desde Goma hacia la capital congoleña. Estas personas habían permanecido refugiadas durante más de tres meses en las bases de la ONU tras el avance del M23 y tanto su futuro como su seguridad habían sido motivo de fuertes especulaciones.

En un comunicado emitido a raíz de este traslado, las fuerzas armadas congoleñas agradecieron el “papel decisivo” del CICR como facilitador neutral y subrayaron que la operación debía desarrollarse “en estricto cumplimiento del derecho internacional humanitario y las Convenciones de Ginebra”. La iniciativa fue solicitada por el Ministerio de Defensa, la MONUSCO y, por sorprendente que parezca, por el mismo grupo rebelde M23, el victorioso, que actualmente controla buena parte de Kivu del Norte.

Este complejo escenario de retiradas y traslados se desarrolla al mismo tiempo que Kinshasa y Kigali, con mediación de Washington, firmaron en la capital estadounidense un compromiso para presentar un borrador de acuerdo de paz antes del 2 de mayo y abstenerse de brindar apoyo militar a cualquier grupo armado. El acuerdo, según especificaron funcionarios estadounidenses, busca no solo reducir la violencia que crece y se amontona en el país, sino también (y este es el quid de la cuestión) abrir las puertas a una mayor inversión estadounidense en los codiciados recursos minerales del Congo. Así lo dijo Marco Rubio, secretario de Estado de EE. UU: “Una paz duradera en la región de los Grandes Lagos abrirá la puerta a oportunidades económicas y prosperidad”.

Estados Unidos ha mostrado en los últimos meses un creciente interés estratégico por República Democrática del Congo, en un contexto donde busca contrarrestar la influencia de China en el continente africano y su poderosa presencia en el sector minero, incluyendo, claro está en RDC. Se conoce que Washington está negociando millonarias inversiones en el sector del cobalto, litio, tantalio, cobre y oro, que son materiales fundamentales para la industria tecnológica y energética mundial.

Oposición de los wazalendo

Sin embargo, no todos celebran estos avances por la paz. En zonas de Kivu del Norte como Beni, Butembo y Lubero la sinergia de movimientos armados Mai-Mai y wazalendo han rechazado frontalmente cualquier diálogo con el M23 o sus aliados ruandeses. En un comunicado leído por su portavoz, Assa Mahamba, denunciaron que los acuerdos con rebeliones apoyadas por actores externos han generado impunidad hacia los responsables, un continuo debilitamiento de las instituciones congoleñas y legitimación de la violencia como medio de ascenso político en el país africano, además de favorecer los intereses depredadores de las potencias imperialistas.

Tampoco les falta razón. Al final, el M23 ya conquistó la ciudad de Goma en 2012, ya se retiró, ya firmó acuerdos, ya dijo que pararía, ya hizo promesas que hoy suenan como un eco. ¿Por qué iba ahora a ser diferente? Y, si el M23 cumpliera su palabra, ¿qué hay del otro centenar de grupos armados que operan el este de RDC? En su enfado, los wazalendo también criticaron la mediación de potencias extranjeras como Qatar y Estados Unidos, a las que acusan de actuar en función de intereses geopolíticos y económicos, y no en beneficio del pueblo congoleño. Que buscan soluciones rápidas que permitan cerrar jugosos acuerdos comerciales, puede ser, pero que el proceso de paz en curso no garantiza en sí mismo una paz a largo plazo. Y esa paz duradera es precisamente lo que desean para su tierra.

Los wazalendo insisten en el camino militar. Aunque tampoco les han invitado a la mesa de negociaciones. Han manifestado su intención de integrarse al Cuerpo de Reserva de Defensa Armada (RAD), como parte de la política nacional de defensa, y piden recibir entrenamiento del ejército ugandés, al que consideran un aliado eficaz en la lucha contra grupos como las ADF.

Los wazalendo pueden considerarse actores principales en este dramático escenario congoleño, lo que lleva a considerar que este clima de desconfianza pone en duda la viabilidad de un acuerdo de paz real y duradero. ¿Será que los wazalendo participan sin quererlo en una profecía autocumplida? Lo que parece evidente es que las divisiones internas suponen una traba evidente para el proceso de paz, aunque es posible que esas trabas sean necesarias para forzar un proyecto útil, no para los árabes, los estadounidenses, los ruandeses o los políticos congoleños, sino para el pueblo afectado por una cadena de guerras y conflictos que lleva sucediendo de forma ininterrumpida desde hace treinta años.

Con el plazo del 2 de mayo acercándose, las miradas están puestas en la firma del acuerdo prometido en Washington. Sin embargo, en el terreno, la violencia persiste, los desplazamientos aumentan y la esperanza de paz parece depender no solo de la voluntad política, sino de la capacidad de incluir a todos los actores (incluso los más incómodos) en una conversación nacional verdaderamente representativa.