San Petersburgo
Rusos que siguen a Prigozhin: "Cuando no hay futuro, luchar con Wagner es la mejor oportunidad que te puede dar la vida"
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La sede del grupo Wagner en San Petersburgo, llamada Wagner Center, se ha convertido en un lugar de peregrinación para todos aquellos que, directa o indirectamente, tienen algún tipo de vinculación con este batallón de mercenarios. Familiares de algún miembro, seguidores de sus hazañas en el campo de batalla o simplemente curiosos siguen llegando al edificio número 15 de la calle Zolnaya con flores, banderas o fotografías del desaparecido Yevgeny Prigozhin bajo el brazo para colocarlas cerca de la puerta de acceso, que desde fuera parece un improvisado altar.
Dos edificios que parecen abrazarse y que fueron inaugurados en noviembre del año pasado, a no demasiada distancia de la famosa «granja de trols» que él mismo había puesto en marcha para intentar manipular la opinión de las redes sociales en todo lo relacionado con Rusia o en elecciones de terceros países.
Los últimos días de verano en la antigua capital de los zares están siendo soleados, invitando a sus habitantes a salir a la calle mientras aprovechan el tiempo que les queda antes de volver a las oficinas y las universidades. El imponente complejo de oficinas de cristal refleja la luz del día convirtiendo esa ofrenda de personas anónimas en algo casi religioso. Muchos se santiguan. Nadie habla.
Las miradas se distraen en las pantallas de los móviles para leer que el Comité de Instrucción de Rusia (CIR) acaba de confirmar que se ha identificado el cadáver del que fuera el líder de la compañía de mercenarios Wagner y los de los otros nueve fallecidos en el siniestro de su avión, ocurrido el pasado miércoles. El Kremlin ha negado cualquier implicación en la caída del avión, si bien desde Estados Unidos apuntan a que el siniestro pudo haber sido provocado tras una explosión a bordo. No obstante, fuentes del Pentágono aluden a que es «poco probable» que las fuerzas rusas hayan derribado el aparato con un misil.
A nadie le pilla de sorpresa una noticia que todo el mundo intuía. Dmitri Utkin, brazo derecho armado de Prigozhin, también es identificado en unas pruebas de ADN que cierran uno de los capítulos más escabrosos de la historia reciente de Rusia. Según rezaba el comunicado hecho público por el CIR en su canal de Telegram, «como parte de la investigación del accidente aéreo en la región de Tver, se han completado los exámenes genético-moleculares». «Prigozhin era alguien incómodo porque decía a la cara las verdades que nadie quiere oír», dice un joven que lleva varios minutos delante de estos edificios y que dice llamarse Artur. «Mucha gente estaba dispuesta a ir a Wagner. Yo mismo lo estaba pensando. Cuando no hay futuro es la mejor oportunidad que te puede dar la vida, aunque sepas que puede ser más corta si vas a la guerra. Da igual dónde esté el frente», apostilla este adolescente que dice haber llegado desde una ciudad de la región.
La primera confirmación «casi oficial» de la muerte de Prigozhin la dio el presidente ruso, Vladímir Putin, al día siguiente de lo ocurrido cuando, aprovechando un encuentro con periodistas en el Kremlin, envió sus condolencias a la familia del oligarca.
Vladimir Putin, que se ha convertido en el gran acusado por parte de los seguidores de Prigozhin, puede presumir de tener todo bajo control dentro de sus fronteras y sin amenazas a la vista. Limpio y preparado para su enésima elección presidencial en la próxima primavera, centrado en la conquista del Donbás.
Aunque los sectores más conservadores del país critican su tibieza en la campaña de Ucrania y la desaparición de una figura como la de Yevgeny Prigozhin, patriota y sin miedo a morir por su país, algo que les había inculcado a sus soldados. Todo está en las redes y en ellas no es difícil encontrar los numerosos canales de apoyo a Wagner. Uno de ellos, llamado “Grey Zone” asocia a miles de seguidores que muestran en cada mensaje su descontento con la futura desaparición del célebre grupo de mercenarios. Los mensajes radicales son aplaudidos por un amplio sector de la sociedad, que no considera nada descabellado que en el país se repita una rebelión como la promovida por Yevgeny Prigozhin en junio.
Desde el fallido acto de insurrección, el creador de los Wagner sabía que sus horas estaban contadas. Se convirtió en un cadáver con una vida de duración indeterminada que utilizó para dejar atados algunos cabos de su obra. Nunca dejó escapar la oportunidad para expresar su patriotismo, aun sabiendo que su desaparición era lo mejor que podía ocurrir por el bien de la estabilidad política y social de Rusia.
En redes circula un vídeo de Prigozhin en el que responde a la pregunta de un entrevistador de una manera muy clara, “mejor matadme. Si no se aprietan bien los tornillos, el avión se desmontará en el aire”. Velas encendidas le rinden homenaje.
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