Crisis

¿Quién acogerá a los refugiados de Sudán?

La ONU espera que sólo Chad reciba 100.000 refugiados procedentes de Sudán en las próximas semanas, mientras los países de la región se preparan para una oleada de entradas que difícilmente podrán contener sin ayuda

Sudán.- La OCHA alerta de que los combates en Sudán han dejado en poco más de una semana 75.000 desplazados internos
La OCHA alerta de que los combates en Sudán han dejado en poco más de una semana 75.000 desplazados internosEuropa Press

“Como muchos otros, saldré de Sudán en los próximos días. Aquí hay una historia. Pero no es, bajo ningún concepto, LA historia”. Estas duras palabras de la activista y periodista sudanesa Kholood Khair las comparten hoy decenas de miles de sudaneses que, tras la evacuación de los ciudadanos extranjeros de Sudán, buscan ahora la manera de escapar de un país invadido por una guerra que no pidieron. La cuenta atrás ha comenzado. En los próximos días, decenas de miles, puede que millones de inocentes, iniciarán la larga marcha hacia una seguridad dudosa, si no la han iniciado ya. La colaboración de todo el globo será fundamental para amainar una catástrofe que ya ha comenzado.

Cinco países sirven de ruta de escape terrestre para los sudaneses: al norte, Egipto; al sur, Sudán del Sur; al este, Etiopía y Eritrea; al oeste, Chad. Según confirmó a LA RAZÓN Peter Kioy, jefe de la misión de la Organización Internacional de la Inmigración (OIM) en Egipto, los refugiados “se mueven en todas las direcciones, dependiendo de la frontera más próxima a la que tengan acceso”. Los habitantes de la región de Darfur huyen en desbandada a la vecina Chad, que cerró sus fronteras durante los primeros días del conflicto pero que se vio obligada a reabrirlas ante la multitud congregada. La ONU calcula que en torno a 100.000 personas huirán a Chad en las próximas semanas, sumándose así a los 400.000 sudaneses que ya alberga la nación vecina debido a conflictos previos.

Ninguna de las alternativas es deseable. Los sudaneses que huyen a Etiopía se zambullirán de lleno en la región de Tigray, que hace sólo seis meses firmó la paz de un conflicto que se cobró 600.000 vidas en dos años y que aún procura recuperarse del trauma de la guerra. Aquellos que escojan Egipto deberán cruzar, si salen de Jartum, una penosa ruta de 1.000 kilómetros desierto a través. Ya se han registrado los primeros muertos en esta ruta, mientras fue la propia Kholood Khair la que denunció en su cuenta de Twitter que los sudaneses que cruzaban la frontera egipcia no estaban recibiendo ayuda alguna por parte de las Naciones Unidas. Atrapados en tierra de nadie, sin cobijo ni alimentos, algunos de los refugiados tienen que aguantar el calor infatigable durante tres días mientras esperan a que se completen los trámites aduaneros.

Como ocurre en cualquiera de las situaciones de la vida, esta historia colectiva está construida por un amalgama de historias particulares. Historias como la de Khair. Historias como la de Wasil Ali, que depositó hace semanas su pasaporte en la embajada de Países Bajos para tramitar una visa y que ahora no puede acceder al documento. Cuando solicitó su pasaporte a la embajada neerlandesa, ésta contestó que, debido a que la embajada estaba cerrada y su personal había sido evacuado, “sintiéndolo mucho, no podemos acceder a tu pasaporte”. A continuación, recomendó al afectado “contactar con las autoridades locales para conseguir un nuevo pasaporte”. Teniendo en cuenta que las autoridades locales se han enzarzado en una guerra civil y que la ley y el orden se han desmoronado en Sudán, la respuesta de la embajada no deja de ser sorprendente.

Los números suben como la espuma. Menos de dos semanas después del inicio del conflicto, más de 75.000 sudaneses se han sumado a la condición de desplazados internos. Sudán del Sur habría recibido hasta el 22 de abril a 4.000 refugiados, donde Chad ha acogido a más de 10.000 y Etiopía en torno a 2.000. Entre tanto, crecen las críticas en todo el mundo sobre el doble rasero que se aplica a los refugiados sudaneses frente a los ucranianos. Reino Unido, por poner un ejemplo, abrió dos rutas posibles para aceptar a refugiados ucranianos al inicio de la invasión rusa; sin embargo, en Egipto, los sudaneses con doble nacionalidad se encuentran con que tienen que esperar días hasta que las autoridades inglesas confirman la veracidad de sus pasaportes… para acceder a su propio país. Al menos 108 funcionarios de la ONU han abandonado el país en los últimos días, entre que el Secretario General de la organización, Antonio Guterres, indicó que “continuaremos haciendo nuestro trabajo dentro y fuera de Sudán”. La sensación de abandono crece entre los sudaneses que ven cómo su nación se resquebraja y ellos se convierte en ciudadanos sin tierra.

Solos ante la adversidad

Ciudadanos sin tierra como la cifra que supera el millón de refugiados procedentes de los conflictos en países vecinos y que se han encontrado con que el infierno todavía les persigue. Si los sudaneses son ciudadanos de segunda categoría en su propio país, por detrás de los extranjeros que ya han evacuado, la situación de los refugiados procedentes de Sudán del Sur, Chad y Etiopía es crítica. Eyasu Adola, coordinador de la comunidad Oromo en Sudán, confirmó que miembros de las comunidades de refugiados etíopes y eritreos han resultado heridos o asesinados desde que comenzó el conflicto. Tanto él como otros portavoces de estos grupos minoritarios han querido resaltar la situación de extrema vulnerabilidad a la que se enfrentan a causa de los pillajes y de los abusos cometidos por las facciones enfrentadas contra este millón de personas que, sencillamente, no tienen quien los proteja de la barbarie.

Uno de los puntos clave para las evacuaciones está siendo Port Sudan, donde el periódico británico "iNews" ha registrado la presencia de mercenarios del grupo Wagner patrullando la zona mientras los ciudadanos ingleses eran evacuados. Un contratista de seguridad privada aseguró a este diario que los mercenarios “están en Port Sudan por el momento. Los rusos van a utilizar sus patrullas porque quieren convertir este puerto en una base militar”. El riesgo extremo al que se exponen aquellos que buscan escapar del país ofrece imágenes como las de los mercenarios rusos patrullando las rutas de salida, no tanto para proteger a los afectados como para garantizar los intereses de Moscú en la nación africana.

Pero los sudaneses saben cómo funciona el mundo. Son africanos. Ellos no serán recibidos en las capitales europeas con la bandera de su país ondeando en un océano de empatía. Aquellos que buscan una salida se comunican por WhatsApp y redes sociales con sus compatriotas, a falta de otros métodos para saber dónde y cuándo suceden los combates. Si consiguen cargar las baterías de sus teléfonos entre corte y corte de electricidad, en cuanto se abre un hueco en la carretera, allá se lanzan por miles. Avisan de sus vecinos de dónde queda comida y gasolina, aconsejan alternativas. Los sudaneses no están solos porque se tienen los unos a los otros; sin su ayuda mutua, estarían solos.