Análisis
"Starmer carece de carisma y corre el peligro de convertirse en el Scholz británico"
Garvan Walshe, miembro del Centro de Estudios Europeos Wilfried Martens, cree que se ha producido "una brecha entre las expectativas y lo que ha ocurrido" en los primeros 100 días de Gobierno laborista
La luna de miel de Keir Starmer con los británicos ha sido breve con unos 100 primeros días plagados de escándalos y polémicas. ¿Ha sido víctima de su propio discurso de regeneración política?
Hay dos errores garrafales en esta luna de miel que esencialmente no ocurrió. El primero fue que, aunque el «Labour» controla el 80% del Parlamento, solo ganó con un 36% de los votos. Y los escándalos llegaron enseguida. Starmer hizo campaña desde su posición de exfiscal general, con unos estándares muy altos de comportamiento y con una cierta austeridad personal. Se presentó como servidor público y prometió un cambio respecto a la época más o menos sórdida de los conservadores. Describía a Boris Johnson como un despilfarrador y a Rishi Sunak como un hombre riquísimo. Sin embargo, el Gobierno de los laboristas sería un Gobierno para la gente normal y especialmente la gente trabajadora. Personas para las que gastarse 2.000 libras en unas gafas es una barbaridad. Ha habido una brecha entre las expectativas y lo que ha ocurrido. El otro gran error ha sido el de la ejecución y los nombramientos, como Sue Gray, exjefa de Gabinete. Starmer nombró a Gray pensando que era una alta funcionaria con una amplia experiencia. Asegurarse de que las políticas se implementan no es una cuestión en Reino Unido porque los ministerios cuentan con un alto grado de independencia y es muy difícil controlarlos con eficacia desde Downing Street. Porque normalmente los Gobiernos, durante sus primeros días, tratan de tomar la iniciativa y sacar ventaja. Sin embargo, el laborismo llegó, dijo que todo iba a ser muy difícil, y después se marcharon de vacaciones y empezaron a salir los escándalos de la ropa, las gafas, las entradas del concierto de Taylor Swift, del fútbol... Y dieron la impresión de ser una casta con la búsqueda del beneficio personal y no del bien público.
¿Debe ser el primer ministro quién pague por su propia ropa?, ¿demuestra este escándalo una falta de juicio?
La ropa es importante y el mensaje que se da a través de ella. David Cameron, por ejemplo, a pesar de pertenecer a la clase privilegiada, optó por llevar trajes funcionales y alejarse de la imagen elitista que arrastraba. Starmer tenía que mejorar su armario, pero fue excesivo. Y claro que es una falta de juicio, sobre todo cuando se contrasta con la retirada de las subvenciones a las facturas de la calefacción de los jubilados, una medida que, además, no estaba en su programa.
¿La salida de Sue Gray le ha restado autoridad a Starmer?
El problema de Sue Gray no fue solo que cobrase más que el propio primer ministro, sino que causó un bloqueo dentro de la Administración. Provocó un cuello de botella, porque todo tenía que pasar por ella y ella, al parecer, no tomaba las decisiones de una forma rápida, por lo que en su despacho había un atasco de dosieres. En consecuencia, no se podía operar con la rapidez que necesita la política. Entró, además, en conflicto con Morgan McSweeney, que ahora es el nuevo jefe de Gabinete. McSweeney es un político, menos interesado en la administración y más en la comunicación, pero eso a la larga puede convertirse en otro problema para Starmer.
Pese a ganar con un mensaje optimista de cambio, después parece que se han centrado en los mensajes negativos. ¿Se han equivocado con el tono del discurso?
Efectivamente, creo que les ha fallado el optimismo y dar esperanzas. Starmer, además, carece de carisma y está en peligro de convertirse en un Scholz británico, un hombre serio, estoico, pero incapaz de motivar ni a su partido ni a los votantes en general. Su única ventaja es que los «tories» quieren repetir –a la derecha– el experimento que los laboristas hicieron con Corbyn.
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