Hiroshima
Setsuko Thurlow, superviviente de la bomba de Hiroshima: “Mientras haya armas nucleares no hay garantía de seguridad”
Se celebró en Casa de América la mesa redonda ‘El desarme nuclear humanitario y Latinoamérica’, con los Premios Nobel de la Paz, Setsuko Thurlow y Carlos Umaña, y la embajadora de Costa Rica en España , Ana Helena Chacón.
Setsuko Thurlow solo tenía 13 años cuando explotó la bomba nuclear que arrasó Hiroshima, convirtiéndose así en una ‘hibakusha’, es decir, en una superviviente de la bomba nuclear. Setsuko tiene ahora 88 años y estuvo el pasado 24 de febrero en Casa de América para celebrar la mesa redonda El desarme nuclear humanitario y Latinoamérica, junto a Carlos Umaña, ambos Premios Nobel de La Paz por la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN), y la embajadora en España de Costa Rica, Ana Helena Chacón.
Thurlow, superviviente del bombardeo atómico de Hiroshima, ha relatado su experiencia en la mesa para seguir concienciando sobre el peligro y las consecuencias del uso de armas nucleares. “Mientras haya armas nucleares no hay garantía de seguridad”, apuntaba Setsuko. La activista ha comenzado su intervención agradeciendo a Costa Rica que promoviera la adopción del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares desde la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
La embajadora de Costa Rica en España , Ana Helena Chacón, ha abogado por “invertir más en desarrollo humano y menos en armamento, ya que aún hoy existe una imperiosa necesidad de paz en el mundo”. Por su parte, Carlos Umaña ha resaltado que dicho tratado es el fruto de una nueva forma de hacer política internacional y que su labor es fundamental para evitar unas consecuencias humanitarias que superan con creces a las de una guerra convencional. “Usar estas armas es un acto suicida. Están hechas para matar civiles y los supervivientes sufren sus efectos durante toda su vida”, concluyó Umaña.
Setsuko Thurlow también ha tratado este último punto del que habló Carlos, explicando que “75 años después ha seguido muriendo gente por los efectos retardados de la radiación”. Siguió con un escalofriante testimonio sobre lo que vivió ese 6 de agosto de 1945, perdiendo el conocimiento y, al recuperarlo, ver a 30 chicas quemadas vivas. Todos suplicaban por un poco de agua, pero no habían recipientes para transportarla: “No teníamos recipientes para llevar el agua. Fuimos al arroyo, empapamos nuestra ropa y se la llevamos a la gente. Miré alrededor y no había ningún médico ni enfermera que nos pudiera ayudar porque también estaban muertos”. La hermana de Thurlow y su hijo de 4 años iban de camino a un hospital por encima de un puente cuando ocurrió todo. “Cuando les vi no parecían seres humanos. Estaban quemados de forma irreconocible y murieron unos días después”, lamentaba Thurlow, que contó también no sentir nada en el momento de ver sus cuerpos, un sentimiento que le persiguió durante muchos años. “Luego, estudié psicología y aprendí sobre el comportamiento humano en situaciones alarmantes y supe que no debía sentir culpa, pero la imagen de mi sobrino de 4 años aún está conmigo”, finalizó.
Cuando en 1954 Setsuko Thurlow llegó a vivir a EEUU, el país se encontraba precisamente en fase de prueba de una nueva bomba a enorme escala. Fue entonces cuando se dio cuenta de su responsabilidad y obligación moral de contar al mundo las graves consecuencias de aquello. Hoy, a sus 88 años, sigue viajando por distintos países para concienciar al mundo sobre ello.
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