Lifestyle

Moda dominatrix, látex y estética Catwoman, el nuevo fondo de armario ‘bondage’

¿Cómo es posible que las pasarelas, las redes sociales y las marcas ‘fast fashion’ hayan normalizado las tendencias más fetichistas?

Kim Kardashian vestida de Balenciaga, fotografía de @kimkardashian
Kim Kardashian vestida de Balenciaga, fotografía de @kimkardashianCaptura de pantallaCaptura de pantalla

Cuando llegó a nuestros oídos que la colección Yeezy Gap x Balenciaga iba a llevar la pasarela más sibarita al terreno de la moda más casual y funcional, creímos que nos encontraríamos con propuestas que se limitarían a elevar el fondo de armario más básico a un nivel mássofisticado. Nuestros augurios parecían quedar ratificados cuando leímos la nota de prensa con la que se anunciaba esta insospechada colaboración, pues el texto señalaba que los diseños eran “el reflejo de siluetas atemporales vistas a través de la mirada compartida por Ye y Demna del diseño utilitario”. Por eso, cuando las imágenes de la colección salieron a la luz y nos topamos con una oda a laestética dominatriz encargada de llevar el underground al armario del día a día, comprendimos que nos habíamos equivocado. El que las propuestas combinen los gimp suits(conocidos como trajes bondage) con prendas denimsin ninguna extrañeza y sin siquiera pestañear dejó claro que lo underground era menos nicho de lo que esperábamos. Monos entallados que recuerdan a la estética zentai llegan al Zara americano en un ejercicio al que Dick Hebdige ya hizo alusión en Subcultura: el significado del estilo (Paidós Ibérica), libro en el que reflexiona sobre cómo la sociedad dominante consigue normalizar la subcultura para volverla mainstream. Pero, ¿en qué momento la estética BDSM se ha convertido en la norma?

Desfile de Richard Quinn, fotografía de @richardquinn
Desfile de Richard Quinn, fotografía de @richardquinnCaptura de pantallaCaptura de pantalla

El revés fetichista de la pasarela

La entrada del sexo en el universo de las tendencias data de los años 70, con el abrazo de las tachuelas y de las cazadoras de cuero de la mano de firmas como Jean Paul Gaultier. Menos sutil fue la colección otoño-invierno 1992 de Gianni Versace, llamada Miss S&M, en la que los corsés y los arneses se hicieron con la pasarela gracias a que Thierry Mugler había allanado el camino durante los años 80 con sus colecciones fetichistas, en las que el látex reclamaba su lugar. Ha tenido que ocurrir una pandemia para que la estética dominatrix se haya normalizado, pues tras habernos visto sumidos en una suerte de relación de dominación con los gobiernos, que por motivos de salud han controlado a quiénes podemos tocar mientras y han dictaminado la obligatoriedad del uso de las mascarillas, en el instante en el que las medidas se han relajado, el cuero, los corsés y el látex han tomado fuerza como una forma de reclamar el control. Frente al poder empoderador que por ello sostienen estas tendencias, anteriormente relegadas al secretismo, el significado fetichista se ha dulcificado y domado desde que Vivienne Westwood convirtiera lo fetichista en producto de moda. Por si fuera poco, Kim Kardashian se ha convertido en la reina de la gala MET con un look dominatrix que ha sido el desencadenante del auge de una tendencia que ha perdido su capacidad de sonrojar.

Los últimos desfiles de Richard Quinn, la marca que llevó hace cuatro años a Isabel II a la Semana de la Moda y que aseguró que “la reinano se iba a escandalizar por ver máscaras dominatrix”, y Roberto Cavalli, han incluido en sus propuestas monos hiperceñidos de estética ‘fetich’, mientras que Versace ha apostado por leggings de látex destinados a convertirse en carne de Instagram.

Cuando haces ‘pop’... ya no hay pudor

Por supuesto, la cultura pop se ha encargado de comercializar la tendencia con ejemplos que van desde los sujetadores cónicos de Gaultier de Madonna hasta el mono de látex rojo del vídeo Oops I did it again de Britney Spears. Por más que las reinas del pop siempre han dado pinceladas fetichistas a su armario, la actual irrupción en la fama de Julia Fox, consumada exdominatrix, expareja de Ye y fuente de inspiración del maquillaje de la última colección de Versace, así como el que la actriz porno Chloe Cherry se haya convertido en una de las estrellas de la serie Euphoria y haya desfilado para Blumarine y GCDS, sacan de las sombras al sexo y defienden el triunfo de las reinas del trash. Lo privado se vuelve público precisamente cuando Disney+ emite la serie que menos habríamos relacionado con Disney: Pam and Tommy, que cuenta la historia del robo del vídeo sexual de Pamela Anderson y Tommy Lee. Tampoco es casualidad que esta tendencia coincida en el tiempo con el regreso de Catwoman de la mano de The Batman, película en la que Zoë Kravitz vuelve a poner de moda el icónico mono de látex de la femme fatal por excelencia de la historia del cine.

El que Chiara Ferragni, la que posiblemente es la influencer más mainstream del mundo, se haya atrevido durante la Semana de la Moda de Milán a llevar pezoneras de estrellas bajo su traje de seda de Gucci y un mono negro de Philosophy di Lorenzo Serafini durante la New York Fashion Week, no hace más que señalar y celebrar la capacidad de la moda fetichista de infiltrarse en el mainstream. A medida que la sociedad se vuelve más fluida e inclusiva, el poder empoderador de este tipo de tendencias seguirá haciéndose con los armarios de cada vez más personas. La moda, en definitiva, se erige como la bandera con la que reclamar la toma de un control que nos ha sido arrebatado. En un mundo en el que los giros de guion están a la orden del día, nuestros armarios son los únicos lugares en los que podemos controlar lo que ocurre y reivindicar al hacerlo nuestra libertad.