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Moda y belleza

La historia de la mujer que levantó un imperio de venta de cosmética con una filosofía de negocio poco convencional

Antes de que se hablara de conciliación o "techo de cristal", esta vendedora texana convirtió la venta directa de cosméticos en una escuela de liderazgo para mujeres

La historia de la mujer que levantó un imperio de venta de cosmética con una filosofía de negocio poco convencional Unsplash

Mary Kay Ash nació en Hot Wells (Texas) en 1918 y se formó en la venta directa desde finales de los años treinta, primero en Stanley Home Products. Tras décadas de ascensos, pero también caídas -incluida una promoción clave otorgada a un hombre al que ella había formado- decidió emprender. En 1963, abrió en Dallas un pequeño local de 500 pies cuadrados bajo el rótulo "Beauty by Mary Kay", con nueve consultoras, y un capital inicial de 5.000 dólares aportado por su hijo mayor. Su otro hijo, Richard Rogers, cofundó la empresa y asumió la dirección ejecutiva en los primeros años. El modelo replicaba lo que ella dominaba: demostraciones en casa y venta directa.

El relato oficial de la compañía subraya ese punto de inflexión: al chocarse contra un techo de cristal, Ash quiso "dar la vuelta" a las reglas del trabajo tal y como lo conocía, creando un espacio donde las mujeres pudieran construir ingresos y carreras con horarios flexibles. Ese espíritu -y un lenguaje de reconocimiento constante- acabó definiendo la cultura de Mary Kay.

La "Regla de Oro" como manual de gestión

Más que un eslogan, la Regla de Oro ("trata a los demás como te gustaría ser tratado") se convirtió en su columna vertebral. Ash la combinó con un orden de prioridades -"fe primero, familia después, carrera en tercer lugar"- que, más allá de la retórica, se tradujo en rituales de reconocimiento para su fuerza de ventas: aplausos, insignias, actos públicos, ascensos visibles y una narrativa de servicio. La compañía sigue presentando esos principios como su ADN cultural seis décadas después.

El Cadillac rosa: un icono sobre ruedas

El marketing de Mary Kay encontró su símbolo en los Cadillac rosas que se conceden a las mejores líderes de ventas. El "Career Car Program", nacido a finales de los sesenta e institucionalizado con General Motors, convirtió un coche en credencial pública de estatus y en valla ambulante de la marca. Hoy el programa sigue activo con modelos actuales (como el XT5) y mantiene su función: premiar el rendimiento y proyectar aspiración.

Escala global y un canal que no dejó de crecer

Desde aquel local en Dallas, Mary Kay se expandió por Norteamérica y, después, por Europa, Asia y América Latina. Fuentes de negocio sitúan hoy la red en más de 3,5 millones de consultoras independientes, con presencia en más de 35-40 mercados y miles de eventos de formación cada año. La cifra fluctúa con los ciclos del canal de venta directa, pero da una idea del tamaño y resiliencia del modelo.

En paralelo al negocio, la Mary Kay Ash Foundation canaliza donaciones hacia la investigación en cánceres que afectan a las mujeres y programas contra la violencia doméstica, con convocatorias periódicas de subvenciones para refugios y equipos científicos. En 2025 la fundación comunicó nuevas rondas de ayudas millonarias y supera, desde 1996, decenas de millones distribuidos en Estados Unidos y otros países.

La propuesta de Mary Kay Ash fue, en su día, contra intuitiva: profesionalizar un canal asociado a reuniones caseras y convertirlo en carrera con códigos de pertenencia, reconocimiento y movilidad económica para mujeres a las que el mercado laboral tradicional no ofrecía acceso en igualdad de condiciones. Su fórmula explica por qué su historia vuelve cíclicamente cuando hablamos de conciliación y liderazgo femenino.

El modelo de venta directa, con defensores y detractores, se ha visto además forzado a actualizarse en redes sociales, comercio electrónico y estándares de cumplimiento. Pese a esas tensiones, la marca sigue reclamando el liderazgo mundial en su segmento de venta directa de cuidado de la piel y maquillaje, y reivindica que su cultura fundacional continúa atrayendo talento en mercados muy distintos.