Entrevista con Ingrid García-Jonsson

Camino a la perfección

En los últimos años, ha sido un hombre pelirrojo de cien kilos en Camera Café y una vecina pasivo-agresiva para Isabel Coixet. Ingrid García-Jonsson, como Rosalía en su canción, se transforma. En los próximos meses, en una sicaria de pelo corto y en la encarnación (tamizada por la ciencia-ficción de Nacho Vigalondo) de Yurena. De la mano de Dior, la actriz hispano sueca se encuentra a sí misma.

La actriz Ingrid García-Jonsson con blusa, chaleco y joyas de Dior
La actriz Ingrid García-Jonsson con blusa, chaleco y joyas de DiorDior

En la fiesta de ecuador de Superestar, algunos miembros del equipo de rodaje se acercaron a Ingrid García-Jonsson. Tenían una pregunta en la punta de la lengua. Querían saber si de verdad era ella la actriz con la que trabajaban a diario. Sin su peluca cardada de color burdeos, la prótesis triangular de la nariz, las lentillas marrones y unas cejas f inísimas pintadas sobre la piel, la hispano-sueca despistaba a quienes preparan para Netflix la serie sobre la vida de Yurena. Incluso Nacho Vigalondo, creador y codirector con Claudia Costafreda del biopic producido por Los Javis, no tiene claro en ocasiones quién es la treintañera frente a él.

En los últimos años, García-Jonsson ha sido todo lo que puede ser sobre una pantalla. Ha participado en títulos nominados al Goya y en estrenos globales encaramados a la lista de los más reproducidos de Netflix. Ha reunido a sus amigos en un pueblo de Valencia para preparar una paella y ha formado parte de un batallón de vikingos. Ahora, mientras los episodios de Superestar se encajan en la fase de posproducción, la actriz espera que Una ballena, en la que interpreta una asesina a sueldo, coloque su póster en las carteleras.

Ingrid García-Jonsson con chaleco y shorts de Dior
Ingrid García-Jonsson con chaleco y shorts de DiorDior

“Yo creía que estaba haciendo de una tía fría y resulta que quienes la han visto dicen que he hecho algo vulnerable. Si alguien ha detectado eso y yo intentaba comunicar otra cosa, da igual lo que yo procure: lo que se interpretará dependerá de los ojos del que mira”.

¿Piensas en la imagen que proyectas? Es algo que he trabajado en terapia porque siempre me ha preocupado. Eso me ha llevado a dejar de hacer cosas o a verme obligada a hacerlas. Ya he aprendido que da igual lo que haga, la gente va a pensar lo que quiere. Lo que vemos son nuestros reflejos.

¿Tú te sentías vulnerable cuando grababas? Para nada. Estaba tranquila pensando “qué miedo doy”.

Y eso que te habías cortado el pelo. Cortísimo. Y me lo había teñido de un color muy feo. Pablo [Hernando, el director] está contento con mi trabajo. He hecho lo que él quería.

¿Y tú saliste contenta? Yo salí viva.

Lo has hecho todo en el último año. Y cosas muy diferentes: musical, peli de acción, una transformación muy bestia, ahora el biopic más loco del mundo entero. No sé qué me queda. Y mira que me quedan cosas.

¿Una villana? Eso sería divertidísimo. O una peli intimista, como Hermosa juventud. O que me llame Wes Anderson. Y trabajar en Suecia.

Ingrid García-Jonsson con vestido y bolso Dior
Ingrid García-Jonsson con vestido y bolso DiorDior

¿Y no te vas a tomar unas vacaciones? Dos o tres semanas. Pero me quiero comprar una casa.

¿Dentro de Madrid o fuera? En el centro. Pero imposible.

¿Y cuál es la alternativa? Alquilar eternamente. No creo que sea posible la vivienda a la que yo aspiro con mi poder adquisitivo.

A lo mejor fuera, sí. Ya, pero me gusta la vida en Madrid. He peleado mucho por hacerme aquí una familia y tener un sistema de vida que me funcione. Y no sé si lo tendría en otra ciudad. Y empezar otra vez de cero, sin haber completado la partida de Madrid...

¿Y cómo se pasa? Supongo que se sentirá. Yo cuando me fui de Sevilla sabía que lo que me ofrecía ya no me interesaba.

¿Sientes que la vivienda te puede expulsar de esta ciudad? Cada vez que me meto en Idealista se me cae el alma a los pies. Es desolador. Yo no veo mal irse a vivir a las afueras si quieres. Pero tampoco parece que tengas mucha elección. En vez de quedarme con la rabia, tengo la suerte de desarrollar un trabajo que me apasiona. Si lo que debo hacer para comprarme una casa es seguir trabajando en lo que más me gusta, bienvenido sea.

Y tendrías que coger el coche. Claro. Que ya tengo carnet. No lo he utilizado aún. Me lo saqué para poder conducir en las películas. A mí en la vida no me interesa: voy andando y Madrid tiene un transporte público que no está mal. Ni he ido a por la L.

¿Fueron muchas clases? Muchísimas. Me podría haber comprado una casa con el dinero que me he gastado en clases.

O pagarte un chófer. ¿Cuántas fueron? Ciento veintisiete. Diré en mi defensa que no las di seguidas. Soy torpe, pero ha habido impedimentos. Es una de esas cosas que te llevan hacia la edad adulta. Voy un poco tarde.

Has estado haciendo otras cosas. Sí. Jugar.

Si te pagan no es jugar. ¿Qué no harías por trabajo? Matar.

Ya. No dejaría de lado a mis seres queridos. Pesa más la gente a la que quiero que mi profesión.

¿Te ha pasado? Al principio. Me iba a rodar y cuando volvía no sabía dónde estaba. Ya empiezo a tener herramientas para saber que una cosa es el curro y otra la vida. A mis amistades les da exactamente igual mi trabajo. No creo que les importe si lo dejo todo y me dedico a las oposiciones de bombero. No sé si mis amigos han visto mis películas. No son mis fans. Es gente que me cae bien.

Ingrid García-Jonsson con vestido de punto y bolso Dior
Ingrid García-Jonsson con vestido de punto y bolso DiorDior

Para Superestar te transforman con prótesis y sin cejas. ¿Cómo lo digieres? Entro en shock cada día, pero me río. Yo cuando trabajo lo hago sin gafas. Soy muy miope y no me veo. Me gusta no verme. A diario, como ahora, que estoy descejada, es complicado. Tienes que reinventarte un poco, pero me divierte. Ahora muchas veces me levanto por la mañana o me veo en un escaparate y espero no tener que encontrarme a nadie por la calle.

Pero quienes te conocen sabe que estás sin cejas. Sí. Pero me importa porque soy presumida. Me gusta verme bien y quiero que me vean bien.

¿Qué quieres comunicar cuando te vistes? Me gusta pensar que salgo a la calle y que no voy a ver a nadie vestido igual que yo. Que luego no pasa. Como he sido toda la vida señalada por ser diferente y era algo malo porque quería encajar, cuando veo que no llevo lo mismo que está en todos los tablones de Pinterest, ya me vale.

¿Sentías que te señalaban en el colegio? Sí. Decían era rubia y blanquita, que no parecía de Sevilla, que era ‘guiri’. Todo el rato. No es una cuestión de bullying, que es más fuerte. Pero me decían que no era de allí cuando lo era. Yo me veía señalada. Se me decía “tú no eres como nosotros, tú eres rara”. Y entonces dije “vale, pues entonces voy a ser rara siempre”.

¿Y cuándo te adueñaste de eso? Creo que cuando vine a Madrid y dejé de tener gente diciéndome “tú eres así”. Pude decidir quién quería ser. Me gusta que a través de la ropa no sea etiquetable, romper un poco los estereotipos y que parezca que he metido la mano en el armario, me he puesto lo primero que he encontrado y ha quedado bien. Que, obviamente, está pensadísimo. Aunque supongo que pensarán que siempre voy en chándal. Que es verdad.

Pero con chaqueta. ‘Arreglá’ pero informal, ese es mi estilo.

¿Y qué sientes cuando te pones algo de Dior? Llevo mucho tiempo colaborando con la Maison y para mí ha sido una suerte contar con ellos en ocasiones importantes. Me da seguridad. Son prendas que no tienen fallo. Hay algo en ponerse un vestido de Dior que te hace sentir que llevas un legado encima. Los valores de la delicadeza y la fortaleza de las mujeres de Maria Grazia resuenan mucho conmigo. Vestidos hiperdelicados con botas. Lo que parece que va a ser una cosa resulta que es otra. Me gusta y me identifico con ello. Y cada pieza está genialmente confeccionada. No es solo el legado de la casa, sino el que tú puedes dejar a unas hijas. Y eso es bonito. Entras en un mundo atemporal que da mucha tranquilidad. Formas parte de algo que siempre estará ahí.

Ingrid García-Jonsson con vestido blanco, choker y sandalias Dior
Ingrid García-Jonsson con vestido blanco, choker y sandalias DiorDior

¿Cómo llevas la espera entre rodajes? Deporte y terapia. Entre las dos, unas tres horas. Leo muchísimo. Escribo cortos, intento asomar la patita como directora. Voy buscando cursos de interpretación para desquitarme de lo que hago mal en el rodaje, donde lo único que haces es cagarla. No hay ni una escena con la que diga “me ha salido bien, me voy a casa”. Todas me podrían haber salido muchísimo mejor. En clase no tienes que dar un resultado, solo divertirte. Me pone en paz.

Tres horas para deporte y terapia. ¿Y cuánto tiempo estás maltratándote al día? (Ríe). Bah, no es maltrato. Es poner atención en las escenas.

¿Hasta qué punto? Es que yo estoy persiguiendo una cosa que no existe, que es la perfección. Soy consciente de que tengo que convivir con la sensación de jamás alcanzar mi objetivo.

¿Y lo llevas bien? A veces. Para eso haces deporte. Para descargar las frustraciones. También sé que los trabajos que me interesan no son los perfectos. Lo perfecto está muerto. Pero yo quiero ser inmaculada.

Hablas también de la felicidad plena. ¿Qué es eso? Algo que no existe.

Está en el plano de las ideas. Ya. Supongo que en realidad me tengo mucha estima y creo que puedo llegar a alcanzar la perfección. Luego veo que espero de mí más de lo que puedo dar, que solo soy un ser humano. Pero a veces creo que pienso que en el fondo soy invencible. Luego la vida me enseña que no. Vaya comparación, pero la vida es un poco como los penaltis en la final de un mundial. Se sigue jugando.