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Eurovisión: a cara o cruz

El certamen, que se celebra hoy, puede tener como ganador, algo que no pasa desde hace años, a un país mediterráneo, a miles de kilómetros de los triunfadores de las últimas ediciones.

Eurovisión: a cara o cruz
Eurovisión: a cara o cruzlarazon

El certamen, que se celebra hoy, puede tener como ganador, algo que no pasa desde hace años, a un país mediterráneo, a miles de kilómetros de los triunfadores de las últimas ediciones.

El certamen, que se celebra hoy, puede tener como ganador, algo que no pasa desde hace años, a un país mediterráneo, a miles de kilometros de los triunfadores de las últimas ediciones. Sin perder de vista a Suecia, Italia y Portugal parten como favoritos con dos temas que están en las antípodas: la extroversión del representante transalpino frente al intimismo del luso. España ni está ni se la espera en los diez primeros puestos. Manel Navarro parece destinado a encabezar el furgón de cola.

Francesco Gabbani, el intelectual pegadizo

¿Puede una canción resultar divertida y pegadiza además de transmitir un mensaje intelectualmente profundo? No hay duda de que sí, al menos eso es lo que defiende el cantante italiano Francesco Gabbani, de 34 años, ganador de dos ediciones seguidas del Festival de Sanremo y que representará a Italia esta noche en el Festival de Eurovisión con su tema «Occidentali’s Karma». Es el noveno participante. Alegre, sonriente, simpático, profundo. Es como se presenta en sus canciones y actuaciones. Su estilo es fresco, directo y culto, sin llegar a ser por ello distante, dejando zonas de intriga y misterio intelectual: «Deseo ser divertido y ofrecer puntos de reflexión profundos. Quiero que mi música provoque sonrisas», ha aclarado recientemente acerca de la esencia de su trabajo. Su estilo desenfadado se ha ganado la simpatía de los italianos, demostrando, además, que se puede alcanzar el éxito sin necesidad de salir de un «talent show». Gabbani, que acaba de sacar un nuevo disco en honor al aventurero Magallanes, consigue resistir al éxito comportándose con modestia, como tratando de reírse de sus colegas ebrios de fama.

El camino hacia el éxito de Francesco Gabbani empezó el año pasado, cuando participó en Sanremo en la categoría de «jóvenes promesas», presentando «Amén», una canción espiritual cuyo estribillo esperanzador, –«olvidemos todo con un “Amén”»– le ha permitido entrar de lleno en el panorama pop italiano con una buena aceptación tanto del público como de la crítica. El sello inconfundible del Festival es, por antonomasia, la música melódica italiana, pero está abierto a todo tipo de propuestas, desde el rap hasta el jazz pasando por el rock, siempre que la letra luzca en el idioma de Dante. Tras ganar en 2016, Gabbani ha vuelto a apostar por Sanremo para proponer posiblemente la canción más pop de la edición de 2017, esta vez en la categoría de los artistas consagrados. Se trata de «Occidentali’s Karma», con la que actuará esta noche frente a toda Europa. «Occidentali’s Karma» es la canción que todo el mundo tararea en Italia. Durante los últimos meses, ha roto el esquema presente desde hace unas décadas, por el cual las canciones ganadoras de Sanremo nunca tenían demasiado éxito más allá del primer mes tras su paso por el festival.

El tema de Gabbani es una crítica a cómo Occidente pretende disfrutar de Oriente y de las demás culturas, como si fueran meras modas o hábitos de consumo: «La canción habla de los occidentales que buscan acercarse a la cultura oriental para probar la serenidad interior», pero, apunta el intérprete, «lo hacen de manera muy superficial sin respetar lo que son estas tradiciones».

Cultura de masas

El tema, escrito por el propio cantante junto a Fabio Ilacqua –autor también de canciones para Mina y Celentano– contiene importantes referencias al mundo de la filosofía y de la cultura de masas, sin quitar diversión a la obra: Shakespeare, Heráclito, Platón, Marx, Hegel, el etnólogo Desmod Morris, Marylin Monroe, Dante, Nietzsche, entre otros.

Se trata, pues, de una canción alegre, para cantar solo o en compañía, fresca, directa, simpática y culta, como el propio Gabbani. Un tema rítmico con posibilidad de ser cantado incluso desde otros países europeos, ya que disfruta de un lenguaje sencillo y pronunciable –algo que nos gusta mucho en España– y con conceptos inteligibles y familiares: «hamlético», «cómodo», «anónimos», «café», «singing in the rain», «karma», «fáciles» o «intelectuales», entre otros.

En principio, todo parece indicar que Gabbani tiene a su disposición todos los ingredientes para ser uno de los favoritos de la noche. Veremos si finalmente alcanza la ansiada primera posición.No habrá que perderlo de vista. El representante italiano saltará al escenario de Kiev en noveno lugar, después de Hungría. De no superar las expectativas, su «Occidentali’s Karma» será, al menos, la canción perfecta para que podamos gritar su apasionante y pegadizo estribillo.

Salvador Sobral, tristeza en tierra hostil

Es la opción más arriesgada en todos los sentidos porque Salvador Sobral –que actuará en la undécima posición– se va a subir al escenario de Kiev sin las alharacas propias de Eurovisión, donde en la mayoría de las ocasiones los temas entran más por los ojos –con algunas puestas en escena más efectistas que efectivas–, y sin hacer guiños a ninguna opción sexual. O a todas, porque el portugués, sin pretenderlo, es un seductor. Introvertido, algo nostálgico e intimista, pero un conquistador. Sólo hay que verle cuando, más que cantar, interpreta el tema que le ha hecho uno de los máximos favoritos a ganar el certamen, «Amar pelos dois», compuesta por su hermana Luisa. El país luso y Europa están taquicárdicos por su corazón maltrecho, que requiere un trasplante. Ahora no piensa en eso, desoye a los médicos. Se rebela, un rasgo de su personalidad que le acompaña a lo largo de su vida porque siempre ha sido ajeno a los convencionalismos. Era un adolescente cuando ya se desmarcaba de lo que se suponía que tenía que hacer un chico de su edad. «No acompañaba a mis amigos a las discotecas, ellos querían beber y estar de juerga. Y tampoco me gustaba la música disco», explicó en el rotativo luso «Diário de Notícias».

Él iba a lo suyo. Desde niño, ya participaba en concursos. Lo mismo interpretaba a Rui Veloso que a Stevie Wonder o Ray Charles –dos de sus cantantes preferidos–, pero cuando participó en el «talent show» «Idols» algo hizo clic en su cabeza y sucumbió al estrés que produce un programa de televisión donde era más importante el espectáculo y entretener al espectador que la música. Y dio dos pasos para atrás para tomar impulso, aunque entonces no lo sabía.

Se autoexilió en España, concretamente en Mallorca, para estudiar psicología con una beca Erasmus. Allí empezó a hacer «bolos» en bares y hoteles desde las ocho de la tarde hasta la medianoche. Ganaba dinero, cantando lo que le daba la gana. Allí vivió una epifanía: descubrió a Chet Baker, que se convirtió en su brújula existencial y profesional. Le mostró el norte. Próxima parada, Barcelona. En cuanto llegó se matriculó en el Taller de Músics y empezó a frecuentar locales de jazz. Le apasionaba cómo se ensamblaban los instrumentos con la voz y ese componente de improvisación –«es como la vida, imprevisible», dice–, que ha hecho grande a este género musical. Poco a poco, Sobral se iba reconciliando con su vocación y esta vez no iba a huir. Regresó a Portugal. No quería participar en más concursos televisivos, pero su hermana lo convenció para que se presentase a la elección de la Radio Televisión Portuguesa para elegir al candidato a Eurovisión. Reticente, lo que le convenció fue el tema que tiene enamorada a media Europa: «Amar pelos dois». Y ganó. Fue entonces cuando se empezó a hablar de sus problemas cardíacos mientras él lo minimizaba. Sabe que tiene que lidiar con la enfermedad, pero no quiere que se convierta en el epicentro de su vida. Indómito, aprovechó una de las ruedas de Prensa del certamen para salirse de los tópicos –«estoy muy contento de estar aquí, mi canción es muy buena» y bla, bla, bla– para denunciar cómo trata Europa a los refugiados de Siria. «Somos personas y no animales. Tenemos que ser humanitarios», afirmó. Coló un mensaje político y social en un evento hasta cierto punto frívolo. Señaló con el dedo a Grecia, Turquía e Italia. Haciendo amigos, como siempre.

Si consigue, como se espera, que Eurovisión viaje el año que viene a Lisboa, puede que él esté a otra cosa. Su deseo es recorrer Iberoamérica y vivir en París. Y, por supuesto, sacar discos, ser feliz y tener salud. A sus 27 años, hoy lo que quiere es ganar cantando en su idioma. Nada de hacer concesiones con el inglés. Como dice la canción: «Si algún día alguien pregunta por mí, di que viví para amarte. Antes de ti, solo existí cansado y sin nada que dar (...) Si tu corazón no quiere ceder. No sentir la pasión, si no quiere sufrir. Sin planear lo que vendrá después. Mi corazón puede amar por los dos». En esas está, lanzando este órdago a Portugal, al Festival de Eurovisión y a la música, el gran amor correspondido de su vida.

LA SORPRESA POSITIVA: SUECIA

Tras ganar el Melodifestivalen sueco con la canción «I can’t go on», Robin Bengtsson representará a Suecia y lo hará en la vigésimo cuarta posición. Este atractivo joven de 26 años es fan de Eurovisión desde niño: «Lo veo desde que tenía 10 años», comentó recientemente en una entrevista para RTVE. Su vida cambió a raíz de participar en el festival sueco: «Hace un par de años trabajaba en una oficina, de 9 de la mañana a 5 de la tarde. Después de participar en la edición del festival el año pasado pude dejar ese trabajo y vivir de la música». Tiene, además, una gran vinculación con España, ya que tanto su coreógrafo como uno de sus coristas y su novia son de ascendencia española.

Intrascendente: ESPAÑA

Tras saberse que Mirela tuvo el doble de apoyos que Manel Navarro para representar a nuestro país en el certamen, se duda mucho de la opinión del jurado, que creyó que el tema «Do it for Your Lover» era el que debía defender el pabellón patrio. Navarro –que será el décimo sexto concursante– último según las casas de apuestas, va de polémica en polémica. Ayer se supo que la revista «Mar gruesa», una de las más seguidas por los surfistas, carga contra su puesta en escena. «Son un esperpento las escenas de playa, palmeras y surf que salen en el clip oficial de la canción», escriben. Navarro, que actuará en decimosexto lugar, dice sentirse maltratado e incluso perdedor, ya que ha dicho que su favorita es Portugal.