Salud

La guía definitiva para llegar a los 40 sin morir en el intento

Mujeres relatan su andadura hasta llegar a la mediana edad. Un largo camino de mucho aprendizaje

Habitos para sentirse mejor para mujeres de +50
Hábitos diarios para mujeres de +50 que quieren sentirse bien por dentro y por fueraFreepik

Crecer no es una meta que se cruza una sola vez en la vida, sino un proceso de reinvención constante. Lejos de la manida idea de la «crisis de la mediana edad», la experiencia de acercarse a los cuarenta puede interpretarse más bien como un «despertar de la madurez», una oportunidad para reencontrarse con uno mismo desde una perspectiva completamente nueva. Se trata de entender que hacerse mayor no es un destino final, sino un nuevo proceso de autodescubrimiento que puede repetirse en distintas etapas vitales.

De hecho, esta revelación a menudo llega de forma paradójica. La sensación de estar perdido puede ser ahora, a las puertas de una nueva década, mucho más intensa que en la lejana juventud. Aquella arrogancia de los veinte, una seguridad casi desafiante, se transforma con el tiempo en una inesperada empatía hacia las personas que entonces parecían tenerlo todo resuelto. Se llega a comprender que ellos, pese a su edad, también podían estar navegando en la misma incertidumbre.

Asimismo, este sentimiento se agudiza al mirar alrededor y comprobar cómo el entorno avanza por caminos más convencionales. La comparación con compañeros de generación que han cumplido con hitos tradicionales, como formar una familia o adquirir una vivienda, alimenta una profunda incertidumbre sobre sus decisiones, tal y como han publicado en Elle. Esa presión social silenciosa obliga a cuestionar el propio rumbo vital.

Un camino sin atajos hacia la identidad

En este sentido, un punto de inflexión puede marcar el inicio de la verdadera construcción personal. Para la protagonista de esta reflexión, ese momento llegó al cumplir los 30 años, cuando tomó la decisión de abandonar el alcohol. Aquel paso no fue una simple renuncia, sino un verdadero reinicio vital: la demolición controlada de unos cimientos inestables para, por primera vez, levantar las bases de una identidad propia y sólida.

Por otro lado, este proceso se asemeja a una cocción a fuego lento, un camino sin los atajos que tanto se anhelan en la juventud. Es la vía para sentir que se alcanza una madurez auténticamente ganada, y no una fachada impostada. Un ejemplo de ello fue la creencia, a los 22 años, de que iniciar una relación con un cuarentañero era una forma rápida de convertirse en adulta. El tiempo, sin embargo, demuestra que el único camino válido para madurar es el que se recorre por dentro, enfrentándose a las propias contradicciones.