Literatura

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«Hablemos sólo de cosas que nos gusten»

Rodrigo Fresán culmina su ambiciosa trilogía sobre cómo se escribe ficción con. «La parte recordada» (Random House), proyecto con el que dice cerrar su primer ciclo narrativo

El escritor Rodrigo Fresán
El escritor Rodrigo Fresánlarazon

Rodrigo Fresán culmina su ambiciosa trilogía sobre cómo se escribe ficción con

«La parte recordada» (Random House), proyecto con el que dice cerrar su primer ciclo narrativo

«Nadie ha escrito tanto sobre no escribir. Han sido más de 2.000 páginas», bromea Rodrigo Fresán, un escritor que escribe y que acaba de publicar «La parte recordada» (Random House). La novela culmina su ambicioso tríptico sobre los mecanismos de la ficción. Arrancó con «La parte inventada» y continuó con «La parte soñada» y ahora llega a una apoteósica conclusión. Si la primera hablaba de cómo funciona la mente de un escritor y la segunda intentaba esclarecer cómo sueña un escritor, ésta última se centra en la memoria y lo hace con el mismo personaje salvaje y atolondrado en una especie de limbo pop donde convive con Pink Floyd, los Kinks, Kubrick, Nabokov y las mil anécdotas que conforman su vida. «No es un alter ego. Lo único que comparto son sus filias, que también son las mías. Es como un multiverso donde a otra persona le pasan cosas que me pasan a mí», dice.

La memoria, por tanto, es el eje desde donde se empuja una narración que viaja de recuerdo en recuerdo como si fuesen átomos condensados que aparecen de repente y pueden explotar en cualquier momento. Son recuerdos como amenazas del fin del mundo. Recordar es por tanto morir. Y el protagonista intentará vivir a toda costa huyendo de sus recuerdos. Sin embargo, una canción llevará a una reflexión sobre sus padres y así hasta que no haya escapatoria en una gran fiesta del lenguaje con todo tipo de fuegos artificiales. «El acto mismo de escribir, aunque se tome apunte del presente, es un ejercicio inmediato de recurdos. Escribir es una especie de otra memoria, como decía Tennessee Williams. El protagonista intentará esquivar recordar, pero será imposible», dice Fresán.

La novela se mueve así como a brochazos dados con violencia a lo Jackson Pollock, un expresionismo emocional para intentar comprender cómo recuerda un escritor, si éstos recuerdan de forma diferente, y qué valor tienen estos recuerdos una vez escritos. «Me gustaba presentar a un hombre que en principio no tiene que caerte simpático. Es más, es un mal tipo, el tipo de héroe que tan bien escribieron Philip Roth o Saul Bellow, llenos de resentimientos. Creo que yo no me altero tanto, que soy un poco más feliz», comenta Fresán.

Las múltiples referencias a la cultura popular del libro hacen que uno se mueva por sus páginas como empujado en medio de una masa enfurecida. Del «Álbum blanco» de The Beatles al «Wish you were here» de Pin Floyd, todo cabe y se enfrenta entre sí en un eco de voces fantasmagóricas, como si estuvieses en la gran Copa de Mundo de 1926 con todos muertos y coreando oé oé oé oé. «Me hace gracia cuando hablan de mí como escritor pop cuando no había escritora más pop en la historia que Jane Austen, que hablaba de los bailes y gustos de su época. Todos los escritores hacemos lo mismo», añade Fresán.

El protagonista hace múltiples guiños al Rodrigo Fresán real, aunque la mayoría de veces sea de forma indirecta. «Me permito aparecer en dos o tres cameos. Él se burla muchas veces de lo que se llama escritor de escritores o de escritores que sólo hablan de escribir. Y lo hace con mucha vehemencia. Es una pequeña bofetada que me permito darme. Yo prefiero seguir la máxima de Truffaut que aseguraba que debíamos hablar sólo de cosas que nos gusten», señala el autor.

Fin de una etapa

Otro de los hallazgos de la novela es incorporar anécdotas recientes del Fresán real, como cuando Sáez de Santamaría regaló a Oriol Junqueras un ejemplar de «La parte soñada» en un Sant Jordi. «Es curioso porque estaba en uno de esos momentos en que estás un poco bloqueado y ocurrió ésto y fue como si la realidad entrase en servicio de la ficción, así que lo añadí», reconoce Fresán.

El final del tríptico, «que no trilogía, esto no tiene nada que ver con “El señor de los anillos” o “Juego de tronos”» ha significado una auténtica descompresión literaria hasta el punto de saber que ha cerrado una etapa. «Desde mi primera novela, “Historia argentina” hasta ahora podía verse una misma línea narrativa. Ahora ha acabado y empieza otra. Y no, no tengo ni idea de lo que haré, lo que me encanta», concluye Fresán, que confiesa que no escribe para la inmortalidad, sino para «llegar a fin de mes».