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Exposición

Mickey Mouse en el ADN

Leyenda de los estudios Disney, el dibujante, diseñador y director Eric Goldberg imparte una clase magistral en Madrid en la que explica la evolución del dibujo desde 1928, año de su nacimiento, hasta hoy.

Eric Goldberg dibujó ayer la evolución del ratón más famoso del mundo. No necesitó más que un lápiz. Foto: Alberto R. Roldán
Eric Goldberg dibujó ayer la evolución del ratón más famoso del mundo. No necesitó más que un lápiz. Foto: Alberto R. Roldánlarazon

Leyenda de los estudios Disney, el dibujante, diseñador y director Eric Goldberg imparte una clase magistral en Madrid en la que explica la evolución del dibujo desde 1928, año de su nacimiento, hasta hoy.

Desde lejos, la cuarta fila de asientos, la camisa de Eric Goldberg parece que está tomada por un jardín de flores. Nos traiciona la vista. Adelantamos dos filas y en la segunda ya nos damos cuenta de que no hay ni pétalos ni pistilos, es un Mickey Mouse mil veces repetido el que adorna la prenda del dibujante. Con el ratón a cuestas toda la vida. Es una de las leyendas vivas de los estudios Disney (empezó a colaborar con el estudio en 1990). No conoció al padre del imperio, pero sí que estuvo cerca de quienes le trataron. Nació en 1955 y posee una vitalidad chocante. Parece un niño atrapado en un cuerpo de un señor de 63 años que ha perdido casi el pelo: tiene una mirada inquieta, los ojos no muy grandes y ríe de sus propias ocurrencias. Juega con su voz y habla, de repente, como el pájaro loco. Dibuja con la derecha y mientras espera una entrevista para televisión no deja de mover los pies, el izquierdo, concretamente, lo balancea como si tuviera un tic imparable. Acompaña cada intervención con sus manos. «Es el personaje perfecto, capaz de expresar sensaciones con su cuerpo y sin una sola palabra», explica el dibujante.

Desde 1928 hasta hoy

Junto a la mesa en la que volverá a pintar por enésima vez a Mickey apenas hay una decena de lapiceros, una bolsita de plástico, una botella de agua de color azul (el envase, no el líquido) y un vaso gris. No necesita más. Sobre un tablero explicará a una legión de futuros animadores que le escuchan embelesados en Madrid cómo fue la evolución del personaje, desde 1928 (el 18 de noviembre celebrará su noventa cumpleaños), cuando vino al mundo en un viaje de vuelta en un tren («sobre las cenizas de Oswald el conejo nació Mickey Mouse», explica Goldberg., que fue jefe de animación de Disney en el corto «Get a Horse», nominado al Oscar en 2013), hasta hoy mismo. Y es que el animalito ha pasado de ser apenas un par de círculos unidos, tener una nariz y brazos y piernas muy angulares («no busquéis los dedos, son plátanos», suelta al tiempo que ríe) a cinco años después suavizar sus formas: los zapatos ya no serán ladrillos, sino que adoptarán una forma más redondeada, llegarán «los ojos de trozos de tarta, que es ese triangulito de su interior que parece un bocado dado a un pastel –explica Goldberg– y bastante más flexibilidad. Se le añaden unos guantes en las manos. Este es su momento de mayor popularidad. Es un personaje que posee un espíritu divertido y juguetón, muy positivo y carente de malicia». En 1938 su figura se hará aún más relajada: llegará el blanco a sus ojos, su cuerpo adoptará forma de pera, los brazos serán más anchos. «Es el dibujo que mejor ha funcionado. La elasticidad en este periodo resulta máxima». Grandes y pequeños quieren uno en su vida.

A lo Travolta

En los cincuenta nos saluda el ciudadano Mickey, un ratón que tiene ya un rancho e hipoteca, pestañas y cejas y cierta angulosidad en la boca. Goldberg se atreve con un dibujo a lo Travolta en «Fiebre del sábado noche», el brazo en alto y la postura disco, «es la prueba de que se le puede poner en cualquier situación y siempre estará cómodo».

En los 80 volverá a ser el dibujo que todos conocemos. «El primer recuerdo que tengo de él es en un programa de televisión, el Mickey Mouse Club o en otro que presentaba él. Forma parte de mi ADN», desvela el dibujante. Lo suyo, dice, ha sido observar toda la vida: la manera de caminar, el modo de moverse de la gente... y exagerarlo «de forma que pueda quedar clara para el público la intención que persigues», señala. ¿Goza el lápiz de buena salud? «Sin la menor duda. Sí, por supuesto. Es magnífica. Yo continúo dibujando con lápiz, todo lo hago con él. Solamente al final es cuando dejo entrar al ordenador en mi trabajo», aunque, matiza «no se puede ignorar el empuje digital, pero no es competencia. En ocasiones me valgo de tablets cuando necesito dibujar rápido. Creo que tras el ordenador se esconde el trabajo que se hace con un lápiz en la mano», reflexiona.

¿Ha tirado muchos dibujos a la papelera? «Muchos», lo dice sin inmutarse. Y vuelve a reírse. «Dibujo de una manera bastante lenta, y después lo repaso con un trazo más grueso. El animador debe aprender a ser el mejor editor de sí mismo», asegura. Confiesa que también disfruta si tiene que animar un filme musical, «y no solamente cuando lo que se escuchan son canciones populares. Son de gran importancia porque te ayudan a contar la historia». Los alumnos salieron con una inyección de vitalidad de la sala tras escuchar que Goldberg aseguraba que este que atravesamos es el mejor momento que ha conocido para la animación. «En los 60 apenas había oportunidades, el panorama estaba muerto; sin embargo, hoy la situación es muy distinta. Hay tanta animación que es el momento idóneo para entrar. Háganlo», animó a los muchachos.

Siempre redondo, nunca puntiagudo

Las formas redondeadas han acompañado siempre al ratón. Sin embargo, en los cincuenta Disney experimentó con un diseño más anguloso. El presidente recibió una carta con una queja encendida y rápidamente decidieron abandonar el proyecto y borrarlo de un plumazo. Según la historia oficial, el nombre primigenio de Mickey Mouse fue Mortimer Mouse. La esposa de Walt Disney fue quien pidió el cambio. Además, entre 1929 a 1946 el propio dueño de la factoría fue quien se encargó de doblar tanto a Mickey como su novia Minnie como a Minnie.