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«Nos están echando poco a poco de Centro»

Manuel es uno de los comerciantes más veteranos del Barrio de las Letras. Su tienda, especializada en aves, lleva abierta desde 1933. Con la ordenanza de Madrid Central, su futuro está en el aire.

Foto: Jesús G. Feria
Foto: Jesús G. Ferialarazon

Manuel es uno de los comerciantes más veteranos del Barrio de las Letras. Su tienda, especializada en aves, lleva abierta desde 1933. Con la ordenanza de Madrid Central, su futuro está en el aire.

El letrero de «Manuel Álvaro» lleva colgado en el número 1 de la Costanilla de las Trinitarias, en pleno Barrio de las Letras, desde 1933. Cerca de 85 años en los que tres generaciones han surtido de aves, huevos y lácteos no ya sólo a muchos vecinos del barrio, sino a varios restaurantes. Y también 85 años de existencia que podrían peligrar con la puesta en marcha de Madrid Central. «El Ayuntamiento no ha pensado en la que gente que vive en la zona. Nos van echando poco a poco del centro», afirma Manuel Álvaro, autónomo de 55 años, y que ha precedido a su padre y a su abuelo al frente del negocio. Él concretamente, lleva en la tienda desde que tenía 15 años. De lunes a sábado.

El nuevo plan de movilidad urbana es un nuevo obstáculo más que se suma a otros que, en su opinión, les están perjudicando en la zona, como la proliferación de viviendas turísticas. «Hay muchísimas, está plagado. No es el turismo que te compra en la tienda», explica.

Manuel enumera los problemas a los que se enfrentan comerciantes como él, que, dicho sea de paso, es de los «poquitos» que queda en el barrio. Para empezar, todos los días recibe el género desde Mercamadrid; después cuenta con una furgoneta de gasoil que reparte por el barrio y también por la Gran Vía, el Paseo de la Florida –surte a Casa Mingo– o San Fernando de Henares, entre otros puntos de Madrid. «¿Qué voy a hacer ahora? ¿No me vale la furgoneta? ¿Me tengo que endeudar y pedir un crédito?», se pregunta Manuel, que cuenta además con dos empleados.

Y es que ésa es la sensación: incertidumbre total ante el futuro y una alarmante falta de información. «Tengo clientas de toda la vida. A muchas las servíamos a domicilio. Ahora ya no sé si podré seguir haciéndolo. No sé si al final acabaremos en un polígono industrial», concluye.