Madrid

Alerta: miles de mascarillas falsificadas

La Policía Municipal investiga en mercados y comercios los productos sin los requisitos sanitarios frente al coronavirus

Imagen de la Policía Municipal en el momento de incautar de un botín de mascarillas sin medidas sanitarias
Imagen de la Policía Municipal en el momento de incautar de un botín de mascarillas sin medidas sanitariasPolicía Municipal

Bolsos, carteras, camisetas, perfumes, dvds... y mascarillas. No importa que estemos inmersos en una crisis sanitaria sin parangón, y menos aún en una zona, la Comunidad de Madrid, que se ha visto de nuevo confinada ante el aumento de contagios por coronavirus. Siempre atento a las demandas de la población, el mercado negro de la falsificación ha visto «nicho» en unos productos que ahora mismo son de primera necesidad. En ellos veremos impresas marcas de alta gama, logos de conocidas multinacionales o incluso célebres personajes de dibujos animados. Todo ello falso. Tan fraudulento como el supuesto control sanitario al que nunca se han sometido.

El pasado mes de julio, la Policía Municipal de Madrid inició una investigación en un local del distrito Centro. El motivo, la venta de productos textiles falsificados. Tras imputar al dueño del comercio un delito contra la propiedad industrial, éste presentó una serie de albaranes que marcaban el origen de los productos: el polígono de Cobo Calleja, en el municipio de Fuenlabrada. Junto a la Policía Nacional, el Cuerpo municipal planificó una intervención, en la que, como suele ocurrir cuando se trata de falsificaciones, contó con la participación de expertos en material intelectual e industrial, así como con peritos de las propias marcas afectadas. «Intervenimos ocho naves del polígono, donde encontramos alrededor de 50.000 productos falsificados, de los cuales unos 9.000 eran mascarillas. Estaban dirigidas a varios tipos de consumidor: un público infantil, un usuario que busca una marca deportiva...», explica a LA RAZÓN Esther de Gregorio, intendente de la Unidad de Investigación y Coordinación Judicial (UICJ) de la Policía Municipal de Madrid, que lideró la intervención. La «operación Wasabi», como fue bautizada, se cerró finalmente con siete detenidos y dos investigados.

En esta ocasión, la Policía Municipal contó también con la colaboración de la Dirección General de Comercio y Consumo de la Comunidad de Madrid, que realizó la apertura de un expediente por fraude al consumidor. Todo parecía indicarlo, pero finalmente se confirmó: las mascarillas no cumplían con los requisitos de filtrado.

Y es que, como recuerda De Gregorio, una mascarilla higiénica debe satisfacer una serie de condiciones que aquí no se daban: un etiquetado reglamentario que indique el tipo de producto; el número CE que asignan las autoridades europeas pertinentes, tanto en el embalaje externo como interno; una «R» que señale si la mascarilla es reutilizable... «De lo contrario, el consumidor debe desconfiar. Por el mero hecho de ver una marca de gama alta puede pensar que va a contar con unas garantías de homologación y funcionalidad que, en realidad, el producto no tiene», explican desde la Policía Municipal.

Así, el hecho de aprovecharse de un logo conocido no es sino uno de los «ganchos» que utilizan los falsificadores para hacer atractivo el producto. «La mayoría de los consumidores que buscan un artículo de alta gama suele saber cuándo no es original, al no tener los requerimientos de un producto homologado que se puede adquirir en el establecimiento. Pero también hay consumidores que se pueden confundir», señala la intendente. Resulta difícil saber con mínima exactitud cuantas mascarillas pueden estar repartidas por la capital. Con todo, hablamos posiblemente de miles de unidades.

La gran pregunta: ¿quién está detrás? «Nuestra experiencia nos dice que este tipo de imitaciones suelen producirse en países asiáticos, aunque en ocasiones también nos incautamos de material procedente de Turquía o Portugal», responde De Gregorio. «Posteriormente, se distribuyen en comercios minoristas, pero también en mercadillos, top manta, outlets o naves industriales como Cobo Calleja», añade. «Muchas veces hemos tenido intervenciones de este tipo en pequeños talleres que se dedican a los acabados, sobre todo para añadir el logo de la marca. En esos casos, se han imputado delitos contra los derechos de los trabajadores o por trabajar en condiciones higiénico-sanitarias que no son las adecuadas». De hecho, han encontrado que algunos comercios mayoristas reciben el producto genérico, «sin distintivos», pero que cuentan en sus locales con «planchas» para añadir después el logotipo de la marca.

En todo caso, hablamos de «organizaciones muy flexibles». «Se adaptan a las necesidades del mercado, ya no solo por la demanda que se está produciendo durante la pandemia; es su práctica habitual con respecto a tendencias, modas, productos estacionales...», afirman desde la UICJ. Y, para ello, se sirven de procedimientos empresariales como el Just In Time, el «justo a tiempo», método ideado por la compañía Toyota que permite una producción a gran escala, eliminando costes innecesarios.

«Son muy ágiles. Estamos viendo este tipo de mascarillas en bazares, pequeños comercios, mercadillos...», dice De Gregorio. De hecho, la Policía Municipal de Madrid espera «en los próximos días» intervenir en algunos de estos puntos para retirar unos productos que no solo son fraudulentos. Ahora, más que nunca, son peligrosos.