Balance 2020
El yin y el yang de las alianzas naranjas
Con Cs a la baja en las encuestas, los desencuentros en Sol contrastan con la buena sintonía de Almeida con su «vice»
Aún bajo el «shock» que supuso para Ciudadanos el año 2019 –con la debacle en la repetición electoral y la retirada de la vida pública de Albert Rivera–, los líderes de la formación naranja en Madrid han tenido que afrontar los doce meses más complicados de la legislatura. Porque será difícil que 2021 vuelva a situarles ante un escenario tan poco propicio. Especialmente a Ignacio Aguado.
A las dificultades derivadas de la pandemia, el vicepresidente regional ha sumado las desavenencias mantenidas con Díaz Ayuso, la deslealtad del Gobierno de Sánchez ante sus reiterados llamamientos al diálogo y al consenso y, también, los ataques hacia su persona que los grupos de la oposición han ido alternando con los cantos de sirena –lanzados desde las bancadas del PSOE, Más Madrid y Podemos– para tratar de persuadirle de la conveniencia de articular una moción de censura contra el Ejecutivo del que él forma parte. Sometido también al vaivén provocado por el acercamiento de Inés Arrimadas a Moncloa tras el verano, el vicepresidente naranja no ha podido –ni ha querido– ocultar los recurrentes encontronazos que ha protagonizados con Ayuso. Baste, como ejemplo, repasar lo que sucedió en octubre: se enteró por la Prensa de algunas medidas sanitarias aprobadas por su Gobierno para hacer frente a la segunda ola a pesar de que él era el representante del Ejecutivo regional en el Grupo Covid de coordinación con el Ministerio; defendió la implementación de restricciones más severas y lanzó un aviso: «Nosotros somos socios de Gobierno, no súbditos de nadie». Huérfano de experiencia previa en la gestión, lo sucedido en este año y medio quizá haya venido a demostrar que la elección para Aguado de la Vicepresidencia con portavocía incluida, pero sin apenas competencias de peso en el Ejecutivo, no fue una decisión acertada a la hora de hacer valer la influencia de Ciudadanos en la coalición. A pesar de las llamadas a sumarse a una moción de censura contra Ayuso –el líder de los socialistas madrileños llegó a dejar entrever su disposición a que la Presidencia pudiera caer en manos naranjas–, nada parece indicar que Aguado opte por abrazar la estrategia suicida de confluir en un cuatripartito junto a Ángel Gabilondo, Pablo Gómez Perpinyà e Isa Serra.
En el Palacio de Cibeles, las aguas bajan más tranquilas. Almeida y Villacís convivieron y trazaron ya una estrategia de oposición durante los cuatro años del «carmenismo» y eso se nota. En el equipo de la vicealcaldesa naturalizan la existencia de distintas sensibilidades, porque PP y Cs «son dos proyectos políticos distintos y no se puede pretender la homogeneización en un gobierno de coalición». En una entrevista con LA RAZÓN este otoño, Villacís llegó incluso a reconocer que «en el Ayuntamiento hemos discutido sobre muchas cosas, y hemos tenido diferencias de criterio. Yo diría que hasta más que en la Comunidad». Ahí está lo sucedido con Madrid Central y Valdemingómez.
De puertas hacia fuera, sin embargo, la unidad del Ejecutivo municipal no se ha resentido hasta los niveles de lo ocurrido en la Puerta del Sol, quizá también como consecuencia de que es mayor el foco mediático que sobrevuela cada decisión adoptada por la Comunidad de Madrid. Frente a las urgencias de la pandemia, el equipo de Villacís se ha mostrado ágil y resolutivo. Especialmente con los sectores más afectados por la crisis y eso, en un país en el que un ministro oculta el nombre de sus expertos, reconcilia a la ciudadanía con lo que espera de un político: que hable menos y que resuelva sus problemas.
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