Ocio nocturno

«Me han ofrecido pinchar en fiestas clandestinas, pero lo he rechazado. Hay que ser responsable»

El DJ Lolito Malibú se ha visto obligado a aparcar la mesa de mezclas por el trabajo de teleoperador: “No he tenido más remedio, hay que pagar las facturas. Es muy duro”, reconoce

Lolito Malibú volvió a ser Héctor Iglesias hace un año. El personaje en el que se metía cada noche para dar forma a su arte en las pistas de baile al ritmo de sesiones memorables quedó sepultado por la pandemia. Este DJ madrileño encarna la crisis del ocio nocturno que golpea a todos los empleos relacionados con el sector y que acumula, según su patronal, hasta 300.000 euros de pérdidas por discoteca en los diez primeros meses de la pandemia y un total de 16.000 millones en todo el sector el año pasado, lo que supone el 85% de lo facturado en 2019.

Nos citamos con él en la mítica discoteca Black and White, que, como todas, han cambiado los sonados fiestones por espectáculos y las copas en formato teatro, es decir, sentados y sin interacción entre la clientela. Resulta toda una experiencia poner un pie en un club nocturno después de tantos meses de sequía. «Antes de que se decretara el estado de alarma, ya comenzaron las cancelaciones, hasta que llegó el parón total. Fui tirando de ahorros, pero en agosto tuve que replantearme mi situación», explica este artista que contaba más de 15 bolos al mes hasta que llegó el cerrojazo.

Héctor Iglesias, el nombre real del artista, durante la entrevista con LA RAZÓN en la discoteca Black and White de Madrid
Héctor Iglesias, el nombre real del artista, durante la entrevista con LA RAZÓN en la discoteca Black and White de MadridDAVID JARDavid Jar

Su carrera no había sido fácil. Llegar a ser un reputado DJ y poder vivir de ello supusieron años de esfuerzo y dedicación. Las mejores salas de toda España se lo rifaban y su vida bailaba al son del éxito y horas de carretera para desplazarse de punta a punta de nuestro país. Y así, de la noche a la mañana y tras echar más de 600 currículos consiguió un nuevo trabajo que poco tiene que ver con su profesión, «pero que, al menos, me da para pagar las facturas y doy gracias por ello. Hay que ser positivo».

Héctor trabaja ahora como teleoperador para una compañía de seguros y, por la mañana, en la recepción de una academia. «Es lo que hay. Es duro, no lo voy a negar. Por un lado comprendo que mi trabajo es hacer bailar a la gente y ahora es contraproducente por el tema de los contagios. Pero, por otro, me produce cierta desmotivación ya que era lo que me llenaba y me hacía sentir bien. Es complicado de gestionar. Me falta ese aliciente que es lo que me llenaba después de tantos años de esfuerzo. Lo echo de menos y tengo esperanza de volver», reconoce al tiempo que añade que para él, esta situación ha sido como regresar a los 20 años y empezar todo de cero.

De hecho, su vida ha cambiado de manera radical: de vivir de noche, a caer rendido al filo de las doce después de todo el día en pie. «Antes trabajaba de sábado a domingo y de lunes a viernes me dedicaba a preparar las sesiones, el vestuario y las producciones. Ahora, entre semana no hago otra cosa que trabajar y los fines de semana lo empleo en preparar comidas, hacer la compra y limpiar la casa. Ha sido un cambio total», explica con una tímida sonrisa.

Lo que quizá más le moleste es cuando comprueba que hay quienes en este momento realizan fiestas clandestinas, mientras él, por sensatez, ha optado por buscar una opción b de vida hasta que regrese la normalidad. «He tenido propuestas y sugerencias para pinchar en fiestas clandestinas en todo este tiempo, pero en mi caso puede más la responsabilidad y lo he rechazado. A pesar de que siga necesitando vocacionalmente la música y el espectáculo, no tanto económicamente como personalmente, creo que hay que ser responsable y no promover actividades que, en definitiva, nos pueden a perjudicar a todos».

Acabar con la «mala fama»

Lo único que ha aceptado en estos meses ha sido ciertas actuaciones, «que puedo contar con los dedos de la mano», en alguna sala y cumpliendo con todos los protocolos de seguridad. «Lo último que he hecho fue precisamente en Teatro Barceló, y no tuvo nada que ver con las imágenes que se hicieron públicas en las redes sociales. Yo no pinché en aquella fiesta, sino en otra, y todo el equipo de seguridad velaba por que se cumplieran las normas. Así sí que se pueden hacer las cosas. Es deber de todos comprometernos para que podamos salir de esta situación cuanto antes», puntualiza. Es más, le cabrea que estas imágenes, que por suerte han sido pocas, «generan una mala fama de nuestra profesión, un descontrol que no es real. Se puede hacer las cosas bien siguiendo las normas. El ocio nocturno y los que formamos parte de él somos sensatos y estamos concienciados con lo que ocurre».

Lolito, de 35, lleva más de 15 años en el sector del ocio nocturno trabajando como DJ
Lolito, de 35, lleva más de 15 años en el sector del ocio nocturno trabajando como DJDAVID JARDavid Jar

En estos meses de «impasse», además de cambiar de profesión, ha aprovechado para preparar nuevas sesiones y compartirlas de manera gratuita a través de las redes. «No es lo mismo claro, porque de esta manera no se recibe el feedback de la gente, que es lo que me llena, pero bueno, no quiero perder el contacto con lo que es mi vocación». También ha sacado tiempo para aprender a coser y diseñar nuevos «looks» para el regreso, que no prevé que pueda ser antes de 2022. «Hasta que no estemos vacunados todos, no podremos vivir el ocio como lo hacíamos antes de que llegara el virus, hay que asumirlo», reflexiona.

En relación a las ayudas que el Gobierno ha concedido a cuentagotas a este sector, Malibú ni las ha olido. «Yo no era autónomo, trabajaba con contrato temporal de altas y bajas por sesión. Así que me he tenido que aguantar», dice. Y tampoco cree que la hipotética idea de hacer sesiones online le diera para vivir: «El generar un producto musical para que se consuma en su casa está bien para no perder el contacto, pero no creo que eso supusiera una gran cantidad de ingresos, en el caso de hacerlo de pago, como para no tener que buscar un sueldo por otro sitio. Así que prefiero seguir haciéndolo de manera gratuita y cuando se pueda volver a la normalidad hacerlo en persona. Así habrá más gente que me conozca entonces y sabrán a qué sueno». Su banda sonora tan solo se ha interrumpido momentáneamente, o, al menos con eso sueñan todos los que con sus mezclas se olvidan de los sinsabores de la vida. «Confío en que esto cambiará», reconoce antes de salir por las puertas de la discoteca y poner rumbo a Pozuelo, donde le espera una larga jornada de trabajo al otro lado del teléfono.