Esquí
El precio del cierre de Navacerrada
Hosteleros y comerciantes temen las consecuencias económicas que pueda tener la decisión del Gobierno de cerrar tres de las pistas de la emblemática estación madrileña
¿Y si de la noche a la mañana los hosteleros y comerciantes de Gandía se dieran de bruces con la noticia en los informativos y en la prensa de que los cinco kilómetros de costa de los que viven ellos y sus trabajadores se cierran al público a cal y canto y hasta nueva orden? ¿Y si tras un año encadenando penalidades que escapan a su control, los titulares les anunciaran de buena mañana que cuenta con unos ocho meses para encontrar una alternativa que no dependa de los 500.000 metros cuadrados de arena en torno a los que giran sus negocios? Probablemente, tanto ellos como los propios veraneantes y amantes del Mediterráneo en general, se sentirían más o menos como se sienten ahora los que al sur de la sierra de Guadarrama en Madrid dependen económicamente de los deportes de invierno y de la nieve tras el anuncio de la orden del Gobierno del cierre de tres de las pistas de esquí del puerto de Navacerrada.
Así lo ha dictado el Organismo Autónomo Parques Nacionales (OAPN), ahora dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico que, aludiendo a motivos de protección patrimonial y medioambiental, ha determinado que no se renovará el contrato recién expirado que se firmó en 1996 con la empresa Puerto de Navacerrada Estación de Esquí. De manera que, sin opciones a réplica, el próximo 30 de octubre, los remontes y zapatas deberán haber desaparecido de las pistas El Bosque, Escaparate y Telégrafo, así como el resto de infraestructuras y cualquier vestigio de escombro.
El impacto económico
«Qué será de nosotros ahora es una incógnita; prácticamente, no conocemos el pueblo sin la estación de esquí y prevemos un impacto económico bastante negativo por el tipo de turismo del que vivimos: nuestra clientela habitual es la gente que pasa el día en la nieve y viene aquí a comer, así como los aficionados que tienen en Navacerrada su segunda residencia», lamenta entre la incertidumbre y la resignación Javier, propietario del restaurante Nébula en esta localidad situada a 1.200 metros de altitud. En la misma calle, unos números más atrás, Juanjo, al frente del restaurante Félix el Segoviano, se atreve a hacer cábalas sobre el futuro de la zona y lanza con dureza: «Si a los 3.000 o 4.000 madrileños que suelen subir a la estación les cortas de raíz la posibilidad de esquiar, a nosotros nos quitas la opción de contratar a los cuatro o seis extras que emplearíamos normalmente para cubrir la temporada alta, pero es que, en total, se podrían llegar a perder en torno a 250 y 300 puestos de trabajo entre el puerto y el pueblo; ¡es un palo muy gordo!». Y es que, como explica el que es el actual administrador de este establecimiento con más de 60 años de historia, «de esta estación de esquí no solo vive Navacerrada, sino también Cercedilla, San Ildefonso, Becerril, Mataelpino, El Boalo, Cerceda…, en fin, la Comunidad de Madrid en general».
Patrimonio natural
Las principales razones que motivan la orden del Gobierno tienen nombre propio: el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, la Reserva Natural Fluvial del Alto Eresma o la Reserva de la Biosfera Real Sitio de San Ildefonso-El Espinar, entre otros. Patrimonio natural enmarcado en las más de siete hectáreas y media que suman las tres pistas de esquí que, por su valor medioambiental, requieren de una especial protección y conservación. Igualmente, el OAPN señala también en su justificación al no ampliar la concesión el cambio climático y el impacto humano derivado de la alta presión turística en la zona. «A veces esto está lleno de basura y en ocasiones se producen aglomeraciones, pero tal vez si se hubieran gestionado las cosas de otra forma, por ejemplo, en cuanto al transporte, poniendo lanzaderas, no habría sido necesario tomar esta decisión; se ha organizado mal y ahora nos llevamos las manos a la cabeza», critica uno de los trabajadores de la tienda Alquiler de Esquí Verdesoto en Cerdedilla.
La voz de este último testimonio que quiere mantener su nombre en el anonimato es, sin lugar a dudas, la más quebrada y su mensaje el más pesimista. Tal vez porque para él y su familia no haya alternativa a la nieve: «Si convierten esto en una zona de recreo, la gente vendrá solo los fines de semana, así que, que nadie se engañe, porque si quitan la estación de esquí, esto se va al garete; otra cosa es que los restaurantes y bares sobrevivan de la carretera, de los montañeros y los ciclistas, pero nosotros sin nieve no pintamos nada aquí». Y lo cierto es que, aunque con alguna esperanza de encontrarse en una mesa de diálogo con quien corresponda y dispuestos a aceptar una alternativa, Javier y Juanjo no se engañan, saben que Navacerrada ya no será lo mismo y, por eso, los dos hosteleros se muestran decididos a no rendirse a la primera y buscan las agallas y la manera para alzarse en protesta e intentarlo: dejar claro que su pueblo no es sin su puerto, sin su nieve, sin su esquí.
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