Un año del estado de alarma
Así fue como un «ejército» médico combatió al virus en Madrid
LA RAZÓN habla con los expertos sanitarios que han marcado la estrategia a seguir en la lucha contra la covid-19
Planificar sobre la incertidumbre y contener un virus desbocado y desconocido como no había habido otro en cien años. Ese era el cometido que se asignó a los más de 140.000 profesionales sanitarios de Madrid hace ahora un año en la carrera de fondo más larga que jamás podrían haber imaginado.
Hasta 22 personas se pusieron al mando en puestos claves de la Sanidad y hoy siguen combatiendo al temible virus. Lo peor de todo fue el principio. «La primera ola fue como un tsunami sanitario por los miles de casos al día. Madrid tiene una capacidad sanitaria brutal y, aún así, había que generar más recursos...No paraban de llegar malas noticias...Uno de los peores días fue cuando pensamos en abrir Ifema porque no conteníamos el aluvión de casos. Hemos tenido momentos durísimos», recuerda el consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero. Y no sólo por los contagios y fallecimientos de tantos madrileños entre los que se encontraban amigos y compañeros. «Se nos ha cuestionado todo: los datos, el modelo de zona básica, los test de antígenos, el uso de mascarillas FFP2... Ha habido una guerra de comunicación con un alto componente político». Pero el responsable sanitario insiste en que «Madrid ha tomado las decisiones siempre con criterios científico-técnicos». Recuerda que hasta ha habido gerentes ingresados por covid y trabajando desde la habitación del hospital. ¿Pero cómo es posible manejarse en este escenario desconocido y cambiante en el que hay que tomar decisiones que afectan a 6,5 millones de madrileños? «Con mucha disciplina personal, con la cabeza fría, intentando transmitir tranquilidad y motivando a tu equipo porque hemos tomado decisiones que afectan a la vida de las personas. Una hora de diferencia en el toque de queda afecta a miles de puestos de trabajo y esa responsabilidad nunca la habíamos vivido en Sanidad».
En esa gestión de la pandemia, una de las caras más conocidas en Madrid por su cita semanal con los medios es el viceconsejero de Salud Pública y Plan Covid-19, Antonio Zapatero. Apostó por los test de antígenos cuando la única prueba diagnóstica era la PCR. «Cambió el paradigma del diagnóstico porque el paciente, sobre la marcha, llegaba a su centro de salud y se iba con un resultado positivo o negativo. Hemos llegado a hacer 1,5 millones de test», dice con satisfacción. Otro de los golpes al virus de eficacia probada fue el uso de test de antígenos en cribados de asintomáticos en zonas de alta incidencia. Se han hecho 898.014 test y se han identificado a 4.641 asintomáticos que, desde entonces, dejaron de contagiar. Lleva 36 años como médico y dice que con el virus ha aprendido «a ser más humilde».
Pero si hay algo a lo que esperaban los madrileños todos los viernes es a la intervención ante los medios de comunicación de la directora general de Salud Pública, Elena Andradas, para saber si estaban o no confinados. Ella fue la que puso cerco al virus basándose en la zona básica de salud en la que el centro de Atención Primaria es el eje vertebrador, al tener una población asignada y también un hospital. Eso permitía hacer un seguimiento de cualquier paciente hasta su ingreso en una UCI. «En la segunda y tercera ola, cuando aplicamos medidas restrictivas por zonas básicas, logramos que la disminución de la incidencia acumulada fuera más rápida y de mayor magnitud que en las que no había restricciones de movilidad».
Cuando a Javier Martínez Peromingo le nombraron director general de Atención Sociosanitaria, en el inicio de la segunda ola, sus compañeros le tildaron de loco por la tragedia vivida en las residencias. «He intentado hacer las cosas lo mejor que he sabido para los mayores y sus familias, que han sufrido muchísimo», dice. Lo más fascinante que asegura haber visto es la implantación del proceso de vacunación. «Lo estudiábamos en la carrera, pero descubrir su eficacia aplicada a la realidad es asombroso». Hay dos cosas importantes que se han hecho en su ámbito: el estudio de seroprevalencia en residencias, que permitió catalogarlas sabiendo la inmunidad que tenían, lo que facultó para diseñar una estrategia de entradas, salidas, visitas...y entender que el aislamiento de las personas mayores era más perjudicial que la propia pandemia.
Juan González Armengol es desde octubre viceconsejero de Asistencia Sanitaria y está satisfecho por conseguir que «en Madrid, cualquier persona, independientemente del lugar donde viva, tenga el mismo tipo de atención frente a la Covid-19». Se ha encargado de los planes de elasticidad y reorganización de Atención Primaria y Summa 112. Durante la pandemia se ha creado el «corredor de UCI» a partir de procedimientos hechos por profesionales y se ha apostado por las Unidades de Cuidados Respiratorios Intermedios (UCRI). En las urgencias se ha trabajado en red y en Atención Primaria se promocionó la consulta telemática. «Hemos aprovechado cualquier momento y circunstancia para tener la mayor actividad posible, tanto covid como no covid», explica.
Fernando Prados, fue primero coordinador general del hospital que se montó en Ifema en la primera ola y, a partir de ahí, dio el salto al Hospital Zendal, monográfico en Covid y el «buque insignia» en la lucha contra la pandemia en Madrid. «Fue un milagro levantarlo en tan poco tiempo y hemos atendido ya a 2.500 pacientes. Ha sido un reto apasionante». No hay día en que no ocurra alguna anécdota. Recibe cartas de agradecimiento por los cuidados recibidos en este centro en el que se ha celebrado hasta una boda. «Hemos aplicado todo lo necesario para atender pacientes covid. ¿Cómo se puede criticar esto?», dice frente a los ataques recibidos por la construcción del hospital.
Miguel Sánchez ha sido la persona encargada de estudiar cómo recolocar a enfermos críticos que necesitaban una cama de UCI y no la tenían en el hospital que ingresaban. Todo empezó con un grupo de WhatsApp donde estaban todos los jefes de servicio para compartir información sobre la nueva situación y ahí surgieron peticiones de ayuda. Nació una estructura fija, lo que llaman «corredor de UCI». Ha llegado a encontrar cama al menos para 500 enfermos. «Ha habido momentos muy estresantes y de desesperación. Nos hemos visto con hospitales llenos y tres pacientes críticos que ingresaban a la vez y no saber qué hacer». Por eso Miguel Sánchez y otros tantos héroes de la sanidad creen haber vivido lo más parecido a una situación de guerra.
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