La escena final

Cuando la verdadera distancia no son los kilómetros

El Teatro Quique San Francisco sube al escenario «337 km» de Manuel Benito, que aborda el síndrome de Asperger

337 kilómetros, de La Belloch Teatro
337 kilómetros, de La Belloch TeatroLa Belloch Teatro

Fueron una serie de casualidades y confluencias personales las que llevaron a Manuel Benito a interesarse por el síndrome de Asperger, a pesar de que «no tengo a nadie con él en mi entorno cercano». Un trastorno que hasta hace poco se incluía dentro de los del espectro autista que afecta a la relación social, la comunicación verbal y no verbal y se manifiesta en características como la resistencia para aceptar cambios, la inflexibilidad del pensamiento o tener intereses casi obsesivos en determinadas áreas del conocimiento. Las diferencias con el autismo, en general, es que suelen ser personas de altas capacidades, extremadamente buenos en habilidades de memoria –hechos, figuras, fechas, épocas…-–y muchos sobresalen en matemáticas y ciencia. «Hay mucha gente con algunos de esos rasgos y muchos Asperger no están diagnosticados. Algún niño con él puede parecer raro o excéntrico, pero desarrollar una vida normal, estudiar una carrera y ser brillante en su trabajo», afirma Manuel Benito, autor de «337 km.», una pieza con la que La Belloch Teatro, que cumple 10 años, estará en el teatro Quique San Francisco dirigida por Julio Provencio, con Néstor Goenaga, Alicia González, Lidia Navarro y Clemente García en el reparto.

Tonín es un niño de 9 años diagnosticado síndrome de Asperger. Su madre, Gloria, debe ausentarse de casa para despedirse de su padre al que le queda poca vida. Decide que lo mejor es dejar al niño con su padre, Javier, del que se divorció hace años y ha vuelto a la ciudad. Tonín no lo conoce, no entiende quién es y qué hace ahí, o siquiera qué significa el término «padre». «Los compañeros tienen un padre, yo no», dice. Si Tonín no sigue su rutina diaria, entra en un estado de ansiedad y nerviosismo y son los abuelos paternos quienes tratan de controlar la situación, pero con poco éxito. Ante este cambio, el niño se refugia en su tema preferido, la carrera espacial, lo sabe todo sobre ese tema, y solo le gustan los números primos. Cuando llega su padre, al que no ve desde hace seis años, no lo acepta. Javier inicia entonces una carrera contrarreloj para recuperar el afecto de su hijo. «337 km. es la distancia entre la ciudad donde vive uno y otro, León y Madrid, y no es casual –explica Benito-, porque la cifra es número primo, una de las obsesiones de los Asperger. De ahí el título. Esos 337 kilómetros físicos que los separan, son los mismos que siente el padre que hay entre ellos, aunque lo tenga delante, se siente igual de lejos porque no es capaz de acceder a su universo, de comunicarse con su hijo y tiene diez días hasta que vuelva su ex mujer para recorrer esos kilómetros y poder llegar a él», resalta el autor.

«Si su entorno, familia y escuela, no comprenden qué es el síndrome de Asperger y no sabe cómo tratarlo, acaban siendo aislados y rechazados como bichos raros– asegura Benito–. Un niño que se queda en el recreo estudiando porque no le interesa jugar al fútbol e incluso puede tener problemas de motricidad, queda apartado o arrinconado y en riesgo de sufrir acoso escolar. Por otro lado –prosigue– hay familias sin nivel económico para llevarlos a centros especializados y esto lo complica. Por eso es nuestra intención hacer la función para institutos. Ya hemos hecho alguna y los chavales reaccionan muy bien y debaten. Eran muchos autistas y asperger quienes planteaban las preguntas». Gente como Greta Thunberg, Newton, Einstein, Bill Gates, Beethoven, Mozart o Woody Allen han tenido o tienen rasgos que hoy consideraríamos dentro de este espectro. El 18 de febrero se celebra el Día Internacional del Síndrome de Asperger en honor a quien lo describió, el psiquiatra austriaco Hans Asperger.

Dónde Teatro Quique San Francisco

Cuándo del 16 al 27 de febrero

Cuánto entre 12 y 16 euros