15 de mayo
Un paseo por la pradera de San Isidro: gallinejas y mojitos en una verbena en la que manda la mujer
Recorremos el epicentro de la fiesta castiza por excelencia entre chulapas y goyescas y encontramos, entre otras cosas, al hijo del hombre que “doblaba” a Tony Leblanc al bailar chotis
“¡Siempre llueve en San Isidro!”, exclama un señor a las 10 de la mañana cuando todavía están arrancando las fiestas más populares de la idiosincrasia madrileña. Pero lo grita esbozando una sonrisa, quizá por aquello que siempre se ha dicho de que es una señal de suerte y buenos augurios. Y así resultó ser: enseguida se abrió paso a un soleado día de San Isidro que no es uno más, sino que es especial por considerarse Año Santo (concedido por la Santa Sede con motivo del 400 aniversario de su canonización).
En la extensa pradera ubicada en distrito de Carabanchel hay talleres para niños, numerosos puestos de comida, pistas de baile e incluso instalaciones para hacer deporte. Hay espacio para todos. No es de extrañar, pues una de las virtudes que mejor representa los valores de la ciudad es su carácter de acogida. Así lo ratifica el padre de una familia en la que van los cuatro, el matrimonio y los niños, vestidos de chulapos: “Soy de Canarias. Me encanta vestirme de todo siempre, sobre todo de algo tan especial. En la isla es muy típica la cultura de disfrazarse y se pasa muy bien. Los madrileños son muy acogedores y yo, tras 20 años viviendo en Madrid, me siento uno más”. Su mujer cuenta que parte de culpa la tienen los niños, quienes viven con mucha ilusión estas fiestas.
Mientras suena “Madrid”, de Agustín Lara, va llegando más y más gente. Quien no va de chulapo lleva algún distintivo; ellos, la parpusa (gorra); ellas, el clavel rojo o blanco y el mantón de manila. Se mezclan olores de feria, el algodón de azúcar para los más internacionales y las rosquillas para los que son fieles a la tradición. Es difícil no caer en la tentación ya que las hay para todos los gustos: la rosquilla “tonta”, sin relleno con un ligero sabor a anís; la “lista”, repleta de sabores de todo tipo; la de San Isidro, cubierta de azúcar. Y, ojo, que también las hay sin para aquellos que busquen la opción más saludable.
Por supuesto, también hay espacio para lo salado: desde carne o embutido a la brasa y arroz con diferentes condimentos, hasta bocata de calamares para los más castizos. Sin embargo, una de las señoras que regenta uno de los puestos más antiguos de la pradera de San Isidro, ha explicado a LA RAZÓN que no existe diferencia entre gallinejas y entresijos: “Ambos comparten sabor y textura, el entresijo es una parte más de la gallineja. Lo importante es que están muy sabrosos al cocinarse en el momento”.
También acompañan puestos de mojitos y sangrías para atenuar el calor. Y, aunque de esto no haya en ninguna carta pese a ser un plato típico de la capital, de fondo se escucha lo que tanto le gustaba a Manolo Escobar por ser gloria pura, el «cocidito madrileño». Se oye además «Por las calles de Madrid», de Mocedades, y a Diana Márquez cantando «Por las calles de Toledo». Lo bailan los más mayores y los que no lo son tanto. Así es San Isidro, una verbena donde conviven la tradición que no debe perderse, esa en la que los abuelos enseñan a sus nietos a bailar chotis con emoción, y las nuevas generaciones que reciben con orgullo la herencia de una festividad con siglos de historia.
Un grupo de adolescentes, sentados en corro, cuentan que recuerdan San Isidro desde que tienen uso de razón. Reconocen que solían vestirse cuando eran más pequeños y ahora van más en busca de conciertos: «Vamos a lo que nos apetezca, nos gusta disfrutar de la música tradicional y por la noche aquí, a la Plaza Mayor o a las Vistillas», cuentan.
Menos común, pero también propio de San Isidro, es el traje de goyesca. En este caso, una señora acompañada por su familia ha aclarado a LA RAZÓN las características de este vestuario: «El traje que llevo es de goyesca, distinto al de chulapa. Ambas son las formas castizas de vestirse en estas fechas tan especiales. Se llama goyesco porque se remonta a la época de Goya. El tocado de hombres y mujeres es muy característico. El de chulapo es más ceñido y va acompañado del pañuelo y el clavel en la cabeza. Aquí, como veis, no hay ornamentación de tipo floral. Digamos que, a lo mejor, el goyesco era más elegante. Del mismo modo, el chulapo tenía el chotis y el goyesco tiene otro tipo de baile, quizá más parecido a la jota, que no me regañen los aragoneses», explica entre risas. El folclore es una de las tradiciones más arraigadas de San Isidro y el baile goyesco o el que algunos llaman «baile vermut» siguen teniendo su protagonismo.
Por la mañana de este día, muchos aprovechan para acudir a la ermita y continuar la tradición de bendecir el agua de San Isidro Labrador. Cuenta la leyenda que Vargas solicitó a Isidro poder beberla porque tenía sed y que éste dijo: «cuando Dios quería, agua había». De repente, ésta empezó a brotar. La historia, transmitida entre generaciones, es la que lleva a que cientos de madrileños invoquen con agua al santo en busca de fortuna.
Con mucho ritmo y coordinación en la pista de baile se presentan Joaquin y Juani. Ambos «gatos», nombre que se le da a aquellos nacidos en Madrid y que cada vez son menos. Él de Lavapiés y ella de Vallecas. «Llevamos juntos desde que yo tenía quince años», dice con cierta nostalgia Juani. Llevan celebrando San Isidro 15 años, y desde entonces saben bailar chotis. «Somos de una asociación llamada ‘De Madrid al cielo’. Es la más antigua de Madrid. Hacemos muchas actividades, como teatros, y participamos en eventos culturales. Pese a los años, ambos han sido fieles al traje de chulapos. Joaquín admite mientras ríe junto a su esposa que «el chotis es el único baile donde manda la mujer». Joaquín se encarga de diferenciar todas las partes que reúne su traje: el chaleco o «chupetín», los zapatos o «calcos», la gorra o «parpusa» y el pañuelo o «safo».
A continuación, él detalló a LA RAZÓN que desde muy pequeño aprendió de los pasos de su padre, a quien poco le faltó para llegar a Hollywood. «Tiene que ver con una película antigua, se llamaba ‘La revoltosa’, en la era del blanco y negro. En su reparto estaban, entre otros, Carmen Sevilla y Tony Leblanc, que hacía de Felipe. Los pies que se ven en la película bailando el chotis son de mi padre. Eran amigos y Tony Leblanc no sabía bailarlo, entonces llamó a mi padre para que le doblara los pies».
«El chotis y la mazurca son los bailes más comunes en San Isidro. También el pasodoble por tradición española», comenta el matrimonio. Poco después, suena «El pichi» de Celia Gámez y juntos retoman la marcha.
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