Gastronomía

Sentencias y apetito: los lugares donde comen los jueces

Cafeteria Santander
Cafeteria SantanderFotoLa Razón

La bochornosa politización de la justicia y lo endiablado de las oposiciones que deben superar ha provocado que a los jueces, magistrados y miembros «destacados» del Poder Judicial se les vea como seres peculiares. Lo cierto es que, al margen de su relevancia, y del protagonismo mediático que no pocos disfrutan, son señores y señoras al uso, que tienen que cubrir sus necesidades básicas como todo hijo de vecino y, claro está, nutrirse es una de ellas. En general, al menos en Madrid, sus señorías no son especialmente gastones a la hora de comer fuera, pero sí tienen buen criterio. Por eso les traemos esta recopilación curiosa y útil. Puede que usted nunca resuelva un conflicto de autonomía local, pero les adelanto que los sitios que recogemos no les defraudarán.

El más caro, pero también con razón porque tiene un género excelente, es El Señor Martín, muy cerquita del Tribunal Supremo, la Audiencia Nacional y el Consejo General del Poder Judicial. La clientela togada la han heredado, en gran medida, porque el local antes lo ocupaba El Timón, que era un imprescindible para ellos. Hoy, el dominio de la parrilla y la frescura de las piezas que llegan hasta este cuidado restaurante lo han convertido en un lugar donde no es nada raro ver a estos conspicuos comensales. Otro sitio que frecuentan bastante es La Tasca Suprema, abrazada desde 1890 al recetario español y al espíritu tabernario de la capital. Los jueves sirven un cocido «supremo» (así lo llaman) muy recomendable, y todos los días, especialidades tan nuestras como los callos, el rabo de toro o unas buenas migas. También paran mucho por El Supremo, un bar de Alonso Martínez de lo más humildito, con un menú del día de 12 euros y una selección de vinos muy apañada, uno de esos patitos feos que esconden cisnes, y que por fortuna todavía hay en la ciudad.

Imposible no recordar, casi con lágrimas, el cierre de Riofrío hace ocho años. Era aquella una maravillosa cafetería donde los jueces compartían barra y mesa con las señoras bien de mecha impecable y cardado milimétrico, abuelillos nostálgicos del antiguo régimen (no ya del franquista, sino casi del otro, por edad) y la clientela del teatro Fernán Gómez. Otro sitio que cerró, pero a Dios gracias volvió a la vida, fue el Gran Café Santander, este local de toda la vida que, con renovados bríos, atrae la atención de muchos honorables impartidores de justicia. La diseñadora Sandra Tarruela lo ha puesto mucho más pintón, y ha perdido ese aire pelín decadente que a este humilde escribiente le parecía encantador, pero ahora se come infinitamente mejor: no se pierdan el taco de bacalao al estilo Labra ni las croquetas de lacón con huevo.

Una fuente fiable nos chiva por el pinganillo que la Audiencia Nacional y la Fiscalía General del Estado organizan unos coffees y almuerzos informales de nivelón gourmet. La responsable de todo es Juana Reinoso, la propietaria del catering y restaurante homónimo Juanyta Me Mata!. Antigua directiva de banco reconvertida a lo gastro, se ha especializado en pequeños eventos de factura impecable y personalísima concepción, totalmente a gusto del cliente. Tiene una cocina viajera y divertida, mediterránea y con toques de aquí y de allá, pero con ingredientes de primer nivel. Los pescados, por ejemplo, son de Pescaderías Coruñesas, y la carne de Discarlux. Casi todo lo elaboran ellos, y lo poco que no hacen lo adquieren a proveedores selectos (la bollería y los helados, por ejemplo, son franceses). Una comida protagonizada por su salmorejo, las tortillitas de patatas y las torrijas permitiría, estoy convencido, a Lesmes, PP y PSOE ponerse de acuerdo y darnos un poco de paz al resto del país y de justicia a la justicia.

Cafeteria Santander
Cafeteria SantanderFotoLa Razón
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