Natación
Pablo Fernández, el madrileño que se cuela por quinta vez en el Libro Guinness
El empresario de Carabanchel ha batido el récord nadando 36 horas seguidas en una piscina que simula el mar abierto
36 horas seguidas nadando en la piscina contracorriente que él mismo ha instalado en su empresa. Pablo Fernández es el madrileño que ha entrado en la nueva edición del Guinness World Records. Pero no es la primera vez que lo consigue. De hecho, tiene cinco de estos reconocimientos que le sitúan como el mejor nadador en aguas abiertas del mundo. Sin embargo, su historia no empezó el agua, sino en un campo de fútbol. “Empecé siendo futbolista, pero a los siete años me vieron un problema en las rodillas y me dijeron que tenía que estar un año sin jugar”, explica a LA RAZÓN. Sin embargo, le dieron una recomendación: lo que sí podía hacer era nadar. “Resultó que tenía una predisposición natural muy buena”, dice. Así comenzó con la natación tradicional, luego con el triatlón y, después, poco a poco, con las distancias, ya que “nunca llegaba el primero en las carreras normales, pero sí el más descansado y con ganas”.
Comenzó así, primero, cruzando el Estrecho de Gibraltar, para, después, ir aumentando sus retos: nadar desde las Islas Vírgenes hasta Puerto Rico, cruzar el río Congo nadando de Senegal a Gambia, la Bahía de Ha-Long en Vietnam... Cosas que, hasta entonces, nadie más había hecho.
Después llegaron los Récord Guinness, “que pueden ser en distancia o en velocidad” y que tienen que ser aprobados por la Federación Internacional de Natación, por lo que tienen que ser medibles y validables. “En este caso, lo primero que intenté fue nadar los 100 kilómetros más rápidos de la historia”, relata. “Había 12 personas que habían nadado más de 100 kilómetros, pero yo lo hice más rápido”. El segundo récord Guinness fue el escape de Alcatraz, con cadenas en los pies, en el menor tiempo posible. “Eran las cadenas originales de la prisión, el agua estaba a 13 grados y hay tiburones”, recuerda. “Así que sí, se puede uno escapar de la cárcel”.
En 2019 llegó el tercer premio, que fue el que, de alguna manera, le traería a este último: 25 horas nadando en una piscina contracorriente. “Luego le adelantaron con 32 horas, y me piqué, así que, aunque los records se baten por muy poquito, apenas minutos, quise testarme para ver hasta dónde podía llegar, alcanzando las 36 horas”, explica. Sin embargo, entre un reto y otro hubo uno que es el record del que más orgulloso está a día de hoy, además de ser deportivamente el más difícil: lograr la mayor distancia nadada en el océano, que es el de 250 kilómetros. “Llevaba 17 años sin batirse –el anterior habían sido 220 kilómetros– y lo hice desde Miami Beach hasta Cabo Cañaveral en línea recta”, señala. Aquel mismo día batió, además, la mayor distancia recorrida en 24 horas nadando en el océano.
“La gran diferencia de este último reto en la piscina con otros que hago en aguas abiertas es que es un reto muy psicológico”, asegura. “Es una lucha contra ti mismo, el aburrimiento, la monotonía… Porque cuando nadas en mar tienes actividad con animales y cambios de luz, pero en la piscina no es así”, añade. Durante el recorrido, además, tiene que contar con un médico para testar que todo vaya bien. “En esta categoría permiten parar un máximo de 4 minutos cada hora para alimentarte, para ir al servicio…”, dice. Pero, aunque la parte física la llevaba bien preparada –cada día se levanta a las 5 de la mañana para entrenar–, “la mental es otra cosa”. Casi dos días enteros nadando prácticamente sin descanso dan para escuchar mucha música. Pero, al menos, al estar en Madrid contaba con la presencia de la familia y amigos, que iban a animarle. “Eso, en mar abierto es imposible”, apunta.
Todos estos premios y reconocimientos, sin embargo, para Fernández no tendrían sentido si solo fueran para él. “Para mí lo más importante es que, como todos los retos que hago, este también tenía un fin solidario”, dice. Y es que, por cada minuto nadado, ha donado una beca de material escolar para niños de familias con dificultades que viven en Madrid en colaboración con Mensajeros de la Paz. “Mi familia es de Carabanchel, y, cuando era pequeño, también pasamos por dificultades”, relata. “Alguna vez mis padres tuvieron que ir a la parroquia por si podían ayudarnos con el material escolar. Y ahora que en la vida me ha ido bien como empresario, quería aportar mi parte”. Al final han sido 40.000 euros para unas 2.000 becas de material escolar: la mochila con los libros y los materiales, lo cual considera esencial ya que “ahora han subido de precio debido a la inflación”. “La entrega se realizó hace unos días, y eso me mantenía muy motivado mientras nadaba, porque estás cansado y con ganas de acabar, pero pensar en ello te ayuda. Al final fueron 2160 minutos, y eso me mantuvo con las ganas”, asegura.
Más allá de este gesto, de que se entregue una mochila con material, como en su día le ayudaron a él, lo que Fernández valora “es que los chavales vean a alguien que viene de orígenes humildes pero que, con trabajo y esfuerzo, ha conseguido un record Guinness de natación, montar una empresa…”. “Lo más importante es inspirar a los chicos, que se den cuenta de que es posible salir adelante y conseguir tus sueños”, afirma. Pero su carácter solidario no se queda solo en Madrid. En este tiempo y con estos retos se ha dado cuenta de hasta qué punto el 70% del planeta es océano. Y lo importante que es cuidarlo. “Lamentablemente uno ve cada año el deterioro de los océanos”, afirma. Tanto es así, que en el récord de los 250 kilómetros se comprometió a retirar una tonelada de plástico por cada kilómetro nadado. En total, fueron 250 toneladas de plástico retiradas del mar Mediterráneo a través de Gravity Wave. “Además de esta concienciación quiero demostrar la belleza de la fauna marina”, dice. “Desde siempre me apasionan los tiburones y todo el mundo siempre me pregunta si no les tengo miedo. Ahora he estado en Sudáfrica nadando con ellos. Es importante evidenciar, a través de las redes sociales, que son criaturas fundamentales para el ecosistema y que, de por sí, tienen más miedo a los humanos que nosotros a ellos”.
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