Crítica
Visitamos uno de los templos de la fusión gastronómica en Madrid y esta es nuestra valoración
En Latasia, el mejor plato de la comida fue, sin dudar, el solterito thai de moluscos, con lo mejor del mar y de Asia en perfecta sintonía
Hacer las cosas bien durante seis años y, en este tiempo, ser capaces de abrir dos locales más sin perder la cabeza es cosa de mérito. Y tienen todo el del mundo, sin duda, Sergio y Roberto, los hermanos Hernández. En 2016, sin más padrinos que sus ganas, abrieron su primer restaurante, Latasia, en torno a la fusión. Lo suyo no fue capricho, sino compromiso, ganas de plasmar vivencias. Los chavales, de Barajas de toda la vida, salieron viajeros y se fueron lejos a formarse. Sergio se fue a Lima y allí se formó junto al gran Rafael Osterling. A Roberto le tiraba Asia: en Singapur (donde coincidió con su hermano) se puso al frente de un restaurante de gastronomía española. Siguió viajando y aprendiendo en Filipinas, Malasia, Indonesia y Azerbayán. La fusión, el este, lo latino, lo llevaban encima. Y así es como Latasia se convirtió en un imprescindible del mestizaje culinario matritense.
Ha pasado más de un lustro y estos hermanos siguen haciendo disfrutar al personal sin estridencias, pero con sorpresa y con nuevos platos cada temporada, aunque se agradecería algún apartado de sugerencias, por lo menos semanales, para sus parroquianos más asiduos o para aquellos que, por fortuna, comemos más fuera de casa de lo que debemos. Eso y, ya puestos a pedir, raciones un poquito más grandes, que no en vano se apodan “casa de comidas”. En esta última visita, volvimos a disfrutar de su impecable ensaladilla, con ese toque de camarones fritos.
También muy agradable su tiradito de lubina Kombujime –esta ración, sí, más abundante—, el saam de alitas deshuesadas y el ají de gallina: dan ganas de entrar a cocina a preguntar cómo logran ese acabado ternísimo del pollo, perfectamente cocinado, pero con una jugosidad deliciosa. El mejor plato de la comida fue, sin dudar, el solterito thai de moluscos, con lo mejor del mar y de Asia en perfecta sintonía. Más floja, aunque correcta, la sección cárnica, al menos si atendemos al churrasco, que nos dejó un poco igual. Siempre bien la bodega, que gestiona Roberto.
El apartado de postres es correcto, pero se echa en falta alguna sorpresa más. En Moemia, su taberna viajera, ofrecen postres más gamberros, como sus versiones de meriendas de su infancia, como el Bollycao o la simpar Pantera Rosa. Quizá aquí pudieran darle un poco más al magín y conseguir ese efecto WOW al que aluden tanto los publicistas. Y como hoy parece que nos ha hecho la boca un fraile, le pediría a los Hernández que modernicen un poco el local: si bien es pequeñito, merece crecer al ritmo de sus talentosos propietarios. No obstante, lo mejor de Latasia es eso: los platos de dos tipos que quieren seguir haciendo disfrutar al personal con honestidad, sorprendiendo, creando recetas mestizas y viajeras como ellos mismos. Y todo, en una sala cuyo maître le hace sentir a uno francamente bien, con ese punto de cercanía educada que más de uno con muchos soles y estrellas podría aplicarse.
Las notas de LA RAZÓN
Cocina: 7,5
Sala: 7,5
Bodega: 7,5
Felicidad: 8
Precio medio: 40 euros
✕
Accede a tu cuenta para comentar