La historia final

Abnegación, solidaridad y ¡orgullo!: Madrid por Valencia

En aquellos trágicos días Madrid demostró con holgura y con grandeza que ser la capital de España (desde 1561) es un hecho y una responsabilidad, no un privilegio

PAIPORTA (VALENCIA), 20/11/2024.- Imagen de uno de los puentes que cruza el Barranco del Poyo de la localidad valenciana de Paiporta que este miércoles continúa siendo, tres semanas después de la dana, un trasiego de maquinaria pesada, militares y policías y voluntarios venidos de toda España. EFE/Villar López
Seguimiento de la situación en la Comunidad Valenciana tras la DanaVillar LopezAgencia EFE

El pasado 15 de enero de 2025 tuvo lugar en la Caja Mágica un acto que, si se me permite el juego de palabras, fue también ”mágico”. La verdad es que como broche -y ahí va otra redundancia- de la magia de las Navidades, no estuvo nada mal.

Estoy recordando el homenaje que Madrid ha rendido a los efectivos de la Policía Municipal, SAMUR-Protección Civil, SAMUR-Social, servicios de Limpieza y Recogida de Residuos, Zonas Verdes, EMT, Voluntarios por Madrid y Cuerpo de Bomberos que acudieron a socorrer a los valencianos tras el demoledor desbordamiento de las aguas por la DANA. Además de ello, veinticuatro empresas se asociaron para coordinar el envío de los bienes de equipo o de consumo que hubiera que mandar.

De Madrid salieron casi 2.000 (dos mil) efectivos para ayudar a poner algo de orden en medio del caos y la desesperanza de los valencianos.

¡Como para no sentirnos orgullosos de ser de Madrid!

Los asientos de la Caja Mágica estuvieron abarrotados de público: los unos, con sus uniformes de gala o de faena, los otros vestidos de calle, que se debería cuidar más la vestimenta en actos así.

Todo fue generoso y brillante. Y lo fue porque, cansados de que se nos salten las lágrimas viendo cuanto hemos visto, se respiraba la sensación de que allí había un solo cuerpo, un único ánimo. Hubo momentos de condolencia, claro está, el minuto de silencio y duelo, de un silencio sepulcral; la proyección de un video sobrecogedor pero no sensacionalista, y los discursos de todos los que hablaron, oratores que expresaban lo mismo emociones, que exponían los problemas mayores para poder trabajar en los municipios destruídos de Valencia. Todos hicieron alusión a las reconfortantes palabras, gestos o muecas de agradecimiento que aquellos desolados valencianos le mostraron los días y semanas que estuvieron allí.

Durante el acto nadie tuvo la tentación de aprovechar tan sobrecogedora reunión para hacer ninguna proclama fuera de lugar, porque sin excepción alguna, lo que se quería hacer era, una vez más, decir “no os olvidamos”, “si nos necesitáis, Madrid está para ayudaros”.

Bien claro lo expresó el Jefe de Bomberos de Valencia, Gisbert, que más o menos vino a decir que si en tiempos los valencianos sentían a los madrileños como “amigos”, tras la velocidad de la unión con el AVE, pasaron a considerarlos como “primos”…, pero que ahora habían hallado “hermanos”.

Precisamente, también por la vía de los sentimientos, de los sentimientos de comunidad y unidad, se construyeron las naciones, se mantienen vivas las naciones. No es verdad que nos demos cuenta de que exista la Nación sólo en horas críticas, en situaciones catastróficas. También en los grandes momentos de ocio, de regocijo y fiesta, civil o religiosa, se tiene por común lo que es originario “del otro”.

El día 15 estuvo presente en el ambiente la admirable abnegación de los trabajadores municipales; abnegación y solidaridad que venía estando presente desde días atrás: el pleno del Ayuntamiento había votado por unanimidad a favor de celebrar este homenaje. Podría haber habido voces discrepantes, por esto o por lo otro. Pero en un grado de madurez propio de los mejores momentos de nuestro país, todos votaron en común. Y todos los grupos políticos estuvieron en el acto de homenaje, porque no era el momento de hacer cábalas, sino de ayudarse unos a otros, codo con codo, para estar con quienes habían estado sacando adelante a ¿cuántas decenas de miles de valencianos (así como a los manchegos y andaluces zaheridos por las tormentas)?

En aquellos trágicos días Madrid demostró con holgura y con grandeza que ser la capital de España (desde 1561) es un hecho y una responsabilidad, no un privilegio. Si alguien necesita ayuda, Madrid se la da dos veces…, y los madrileños asentimos con orgullo.

La capital de una gran nación, aunque sólo sea Villa y no ciudad, ha demostrado una vez más su largueza. Su acudir en socorro, sin esperar a que lo pidieran (fue bastante para ponerse en marcha el quedar atónita ante la conmoción de la destrucción y el sufrimiento de los hermanos); el ir tantos voluntarios antes de que los llamasen; el desplegar una capacidad de organización del auxilio y de la logística, sólo factibles cuando la ciudadanía sabe que el esfuerzo de cada uno se multiplica exponencialmente tan pronto como el necesitado reciba esa ayuda, el prestar ese aliento, el aparecer los uniformes que transmitirían orden y seguridad, todo ello configuró la imagen del amparo para los desamparados.

Inició el Alcalde su discurso con una captatio benevolentiae dirigida (¡de palabra y clavando la mirada de uno en uno en los grupos de servidores públicos bajo su batuta!) a agradecer a los mismos que ayer fueron a Valencia, a los que antes de ayer tejieron una tela de araña impresionante para que la ciudad (los ciudadanos, quiero decir) no se viniera abajo… durante la COVID. ¿Qué habría sido de nosotros, se preguntó, y desde luego nos lo preguntamos, sin que todos ellos no hubieran estado a la altura? A mí, personalmente, y perdóname la confidencia, lector, me conmovía poderme acercar al trabajador de la limpieza que pertrechado tras mascarillas, guantes y uniformes, le podía reconocer su trabajo, en una ciudad vacía, muerta, pero con ansias de volver a vivir.

Las pruebas para Madrid son últimamente insoportables: COVID, Filomena y ahora solidaridad. El “sistema urbano” de Madrid ha funcionado correctamente. Si alguna pieza ha chirriado, échesele aceite para que ruede a las revoluciones que necesitan los demás componentes de esta maquinaria tan compleja que es esta ciudad. Los servicios municipales se han coordinado modélicamente desde la unidad de acción, superando con fortaleza de ánimo las debilidades que pudieran haber aflorado por las debilidades de la “humana conditio”.

¿Qué habría pensado el gran valenciano Juan Luis Vives si hubiera visto todo esto?; ¿se habría sentido reconfortado por haber escrito su De subventione pauperum, o Sobre el socorro de los pobres (Brujas, 1526)?

Por todo ello, por tantas cosas, gracias a los que nos socorréis tácita y ejemplarmente en momentos de angustia.