El Madrid de

Almudena Ariza: «¿Y nosotras? Tenemos que reivindicarnos. Y más las mujeres»

Periodista y reportera referente en España. Ahora en Ucrania y sumergida en un proyecto de bolsas que reivindica la profesión

Almudena Ariza, periodista
Almudena Ariza, periodistaLa Razón

La hemos visto en telediarios, presentando directos o comentando deportes; la hemos escuchado en la radio; y hemos compartido –aunque en menor escala– sus historias en numerosos acontecimientos mundiales en los que ha sido corresponsal.

La radio, su escuela

Almudena Ariza escuchaba la radio con su abuela. Estudió música y toca la guitarra clásica. Fue durante unas vacaciones familiares en Algeciras buscando trabajo cuando encontró en un estudio de radio lo que determinaría su futuro: «Escuché que en la radio de Algeciras necesitaban gente. Me cogieron para presentar un programa de música. Ahí me empecé a enamorar de contar cosas y del feedback de la gente». De ahí llegó Madrid, la llegada a la SER o a la televisión con Jesús Hermida. «Lo que me gusta es estar en la calle, la información local. La radio es mi gran escuela, donde aprendí a improvisar, el control técnico, hacer entrevistas… todas las partes del proceso para dar información».

Vivió en China tres años, nueve en Nueva York, tres en París y ahora se encuentra de forma intermitente en Ucrania. Y pese a formar parte del periodismo de otra generación ha sabido adaptarse como pocas a los nuevos tiempos. Entre sus últimos trabajos destacan «Españoles en conflictos», la serie documental grabada en 10 países donde viven españoles. O «El guerrillero», el podcast que le llevó más de tres años de investigación y narra sucesos de la dictadura chilena que no dejan a nadie indiferente. Lo conseguido, que no es poco, ha sido, en parte, porque «todo le interesa». «No podemos mirar hacia otro lado, nos perderíamos un montón de cosas que hay gente interesada en que le contemos». Y añade: «Vivo el cambio de la profesión de una manera natural, me he ido acostumbrado. El uso de redes como Twitter o Instagram nos permite comunicarnos fácil y rápido, con un impacto inmediato. No es incompatible con otro tipo de periodismo más elaborado, en el fondo mi propósito es el mismo. Cada historia puede ser contada de distintas maneras, formatos y tiempos».

El orgullo de ser «periolista»

«Tenemos que reivindicarnos. Y más las mujeres. Estamos hartas de poner el micrófono a otros para que denuncien sus historias, pero ¿y nosotras?», comenta Ariza. Reconoce la precariedad de la profesión y lo poco considerada que es a veces: «El periodismo en España goza de poca libertad, está lleno de intereses políticos y económicos». La entrevistada pone en valor su profesión y ha hecho del insulto un movimiento reivindicativo: «El término viene porque en las redes muchas veces se nos insulta y degrada. Yo me harté de que me llamaran periolista. Ahora digo con orgullo que soy periodista y lista». A través de un taller social de mujeres en riesgo de exclusión social, mediante un proceso sostenible y hecho en España, se están diseñando las bolsas que luchan contra la desinformación. «Me pareció una gran idea, una iniciativa con la que ganamos todas. Cuando las compras estás empoderada y, sobre todo, es una excusa para dar pie a conversar sobre periodismo».

Unos caracoles en Cascorro

Cada vez que regresa a la ciudad recuerda lo mucho que le fascina. «Vivo en La Latina y tengo muy cerca Tirso de Molina o la Plaza de Sol. Estoy cerca del centro y me gusta convivir con la parte ruidosa y la parte de barrio. Voy al gimnasio de mi barrio, al mercado de la Cebada y me encanta que mi pescadero me recomiende la pieza más fresca», confiesa. Como buena «runner» es asidua al Retiro y como madrileña castiza, tomar unos caracoles en las terrazas de Cascorro está entre sus planes favoritos. Su estancia en otros países le ha hecho valorar más todavía el lugar donde nació –«en Nueva York, por ejemplo, todo es mucho más hostil e impersonal, es difícil que te saluden porque sí»–. Bueno, eso y también la tortilla de patata acompañada de una caña que, según sus palabras, «en Madrid se tiran mejor que en ningún otro sitio».