Brindis con vino por el buen tiempo

Aún parece que queda alguna tormentilla dispersa que nos servirá de excusa para usar la gabardina (ligera) y el paraguas. Pero el buen tiempo hace su aparición, por fin, y queremos celebrarlo como cualquier ocasión singular se merece: con una copa de buen vino. Por ello, nos entregamos a los brazos del dios Baco y, en un arrebato dionisiaco, nos entregamos a los mejores planes de aire enológico que hay ahora por Madrid. ¿Qué mejor manera de saludar la subida de las temperaturas que con una bebida que se puede disfrutar todo el año, lo mismo truene que nos azote la sequía?

Los amantes del buen vino estamos de enhorabuena con la vuelta al ruedo de David Robledo, el fantástico sumiller que tanto aportó desde su cátedra en el añoradísimo Santceloni. Ahora ejerce su magisterio en Robuchon, una de las aperturas del año. Aquí es el dueño y señor de una carta de vinos con cerca de 800 referencias y en las que tienen marcado protagonismo Francia y España. Se pone especial atención a los proyectos más ligados a la tradición, la singularidad y la artesanía, con cabida de casi todos los países productores. Champagne, Borgoña y Loira son imprescindibles del lado francés, por su elegancia y versatilidad, mientras Galicia actúa como su contraparte española, acompañada de los mejores de Rioja, Duero, Priorat y Andalucía. Un gusto en un local a la altura del añoradísimo Joël.

Nos trasladamos hasta la preciosa terraza del Wellington, refugio excepcional del jaleo capitalino. Junto a su piscina, en un ambiente de lo más cosmopolita y estival, encontramos una carta de picoteo muy interesante, en la que no faltan ostras, caviar y otros platos más mundanos. Por supuesto, aquí no falta buen vino. Nos chivan por el pinganillo enológico que ya tienen disponible la nueva añada de 2019 de Malabrigo, el vino más emblemático de Bodegas Cepa 21, el proyecto boutique de ese sabio del vino que es José Moro. Se trata de un tinto de una gran personalidad; con matices especiados y aromas a fruta negra, equilibrado a la par que amable, perfecto para ofrecer un trago delicioso en cualquier momento.

La Fisna es otro rinconcito de esos que siempre son un refugio para los enamorados de la parra. Hace unos meses le dieron un lavadito de cara al local, que ha quedado tan moderno como siempre, pero más resultón y, por supuesto, sigue siendo un lugar para disfrutar con vinos para todos los gustos y bolsillos y de unos platos que acompañan bien las muchas referencias por copas y botellas que despachan. No podía faltar aquí la maestría de David Villalón y Rubén Moreiro, responsables de la resplandeciente cara vínica de Angelita, uno de esos establecimientos que los gatos y paseantes más exigentes frecuentamos para experimentar el placer de beber bien al cuadrado, entiéndase: cócteles y un bar de vinos tremendo. Ojo, que tienen horario de verano, y cierran los domingos y los lunes, que el que avisa, no es traidor.

Ahora que las noches son más cortas, no son pocos los que se empeñan en estirarlas. Zen Asian Supper Club es otro de esos espacios noctámbulos, informales y divertidísimos que, en esta época, saben mejor que nunca. Hay una más que correcta carta de platos de las cocinas china, japonesa y tailandesa, buenos cócteles, música y, además, una carta de vinos muy interesante, en la que brillan con especial intensidad los vinos de NOC, la bodega de los Montes de Toledo de Carlos Galdón. Hace poco presentaron aquí su nueva imagen, después de culminar con éxito su transición de bodega local a convertirse en uno de los proyectos independientes más interesantes del momento. Detrás de esta metamorfosis está Ignacio de Miguel, uno de los sumilleres que, en la década de los 90, tuvieron a bien enseñarle a este país que había vida y variedad más allá de Rioja o Ribera del Duero.