
Día Mundial del Ictus
El «Código Ictus» que activó la ayuda a Enrique
En lo que va de año, este protocolo asistencial se ha puesto en marcha en casi 2.000 ocasiones, un 7% más que en 2023
Han pasado casi diez años desde que Enrique Criado se despertó un día y no podía levantarse. Una década de aprendizaje, sacrificio y mucha voluntad. «Llamé a mi hija y me dijo que tenía una cara muy rara, así que llamamos al 112 y por mis síntomas en seguida detectaron que era un ictus», recuerda para este periódico. Tenía 51 años, llevaba una vida normal y no contaba con ningún factor de riesgo. A nadie de su entorno le había pasado, jamás había escuchado hablar de esta enfermedad de la que ni si quiera conocía los síntomas. «Sólo sentí un fuerte dolor de cabeza que me despertó y fue entonces cuando me percaté de que tenía la parte izquierda de mi cuerpo paralizada». Sufrió los dos tipos de ictus que existen, el isquémico y el hemorrágico y cómo imaginarán el pronóstico no fue bueno: «Me dijeron que ya no podría ponerme en pie y que si lo hacía, era para sentarme en una silla de ruedas». Sin embargo, Criado se lo tomó como todo un reto y gracias a su buena actitud y su perseverancia, volvió a conducir solo dos años después.
«La vida te cambia de forma radical. Pasas de ser una persona totalmente independiente a depender por completo. Al principio, la rehabilitación es muy básica y escasa, por desgracia la Seguridad Social no cubre lo suficiente, pero busqué un centro privado para poder rehabilitarme». En la actualidad dice encontrarse muy bien, aunque le quedan algunas secuelas: sigue teniendo el brazo y la mano izquierda paralizadas pero logró recuperar la pierna. «Puedo andar hasta dos kilómetros, pero tengo que ir con bastón porque perdí el 100% del equilibrio. He recuperado parte, puedo mantenerme en pie, pero si me despisto puedo caerme». Sin embargo, señala las secuelas cognitivas, las que no se ven, como las más complicadas de sobrellevar. «Se te olvida la memoria a corto plazo, me cuesta mucho prestar atención a dos cosas a la vez y tengo mucho cansancio cognitivo. El problema es que la gente no lo entiende, porque físicamente me ven bien pero por dentro no lo estás del todo».

Además de recuperar la completa movilidad de la mano y el brazo, su objetivo ahora es concienciar sobre la detección y prevención del ictus. Desde hace cuatro años, es Presidente de la Ictus Asociación Madrileña (ICAM) y gracias a estas charlas ha podido conocer de primera mano el desconocimiento e ignorancia que hay entorno a esta enfermedad: «A nivel general no saben ni qué es, ni saben reconocer si les está dando un ictus. Algo preocupante cuando el 90% de los ictus son prevenibles».
Lejos de lo que muchos piensan, que es una enfermedad que afecta a las personas por encima de los 65 años, poco a poco se están viendo cada vez más casos durante la edad laboral e incluso infantil. «De aquí a diez años se duplicarán el número. Es la principal causa de muerte de las mujeres, por encima del cáncer de mama, y la segunda a nivel global. Sólo se puede evitar cuidando los factores de riesgo», explica Nicolás Riera, Responsable de la Comisión de Ictus del SUMMA 112. Esto es cuidar nuestra alimentación, hacer ejercicio, huir de una vida sedentaria y controlar nuestra presión arterial y los tipos de arritmia cadíaca que se asocian con la formación de trombos en el corazón.

Las consecuencias de esta enfermedad pueden ser muchas, pero fundamentalmente las más frecuentes son las motoras -no pueden mover brazo, pierna o parte de la cara- o el centro de lenguaje de ve afectado -no pueden hablar o no entiende-. El tiempo juega un papel clave en estas situaciones, porque el tratamiento del ictus es dependiente: «Es decir, el pronóstico, la capacidad de recuperación, depende del tiempo que pasa entre los síntomas hasta que recibe el tratamiento. Cada minuto que pasa, cerca de dos millones de neuronas mueren», apunta Riera.
Por ello, dan tanta importancia a saber reconocer cuáles son estos síntomas. «Es muy sencillo. Cuando tenemos una pérdida brusca de fuerza en la cara, brazo o pierna, o tenemos dificultad para hablar o entender». Una formación específica que podría salvar vidas y que consideran fundamental que se traslade a los colegios. «Hemos visto que cada vez más niños llaman al 112 porque algún familiar está sufriendo alguno de estos síntoma. Basta con que sepan reconocer uno de estos, para que llamen al 112 y desde allí se ponga en marcha el código ictus», señala.
Este es un protocolo que se creó en la comunidad de Madrid para detectar de forma precoz enfermedades neurológicas que necesitan un tratamiento específico y con ello mejorar la calidad de vida y supervivencia de los pacientes. Cuando cualquier ciudadano llama al 112, como hizo la hija de Enrique hace diez años, cualquiera de los agentes reguladores le harán una serie de preguntas para detectar uno o más síntomas que puedan responder a un código ictus. «De ser así, activarán un soporte vital avanzado en cualquier de los puntos de la Comunidad de Madrid que acudirá al domicilio para valorar y corroborar esos síntomas y, en el caso de que sean subsidiarios de tratamiento neurológico del protocolo del código ictus, nos volverán a llamar para buscar centro idóneo más cercano para llevar al paciente y tratarlo», explica Isabel Rico, Enfermera del SUMMA 112. Año tras año el Código Ictus es el más activado en el SUMMA 112, por delante del código infarto.

En lo que llevamos de año ha ocurrido en 1906 ocasiones, 126 veces más que el año pasado. Según la Sociedad Española de Neurología, cada año más de 110.000 personas sufren ictus en nuestro país y según sus cálculos, una de cada seis personas sufrirán uno a lo largo de su vida. De ahí, la importancia de la gran labor de concienciación que las asociaciones y profesionales están haciendo para poner en el foco esta enfermedad que puede ocurrirle a cualquiera.
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