La historia final

Sobre el Colegio de los Niños de la Doctrina en tiempos de Felipe II (IV)

El otro tema es el de que cómo vivían los Niños. Poco o nada es lo que se sabe de ello. Pero hay datos ciertos: para ser recogido, era imprescindible ser natural de Madrid…, salvo que se autorizara saltarse esta norma

'El Lazarillo de Tormes', Luis Santamaría y Pizarro.
'El Lazarillo de Tormes', Luis Santamaría y Pizarro.Museo del Prado

Termino ya de hablar de la financiación, para detenerme en cuándo entró el colegio en los canales de la beneficencia, entre otros asuntos.

El 15 de diciembre de 1593 el Colegio en vez de pedir limosna, ¡se convirtió en prestamista del Ayuntamiento!: «que se tome prestado del colegio de los Niños de la Doctrina (el dinero) para pagar de presente lo que esta Villa ha de pagar para el reparo de la puente Toledana».

Además, desde 1576, ni más ni menos, las fiestas de toros sirvieron para la beneficencia. En agosto de 1576 se ordenó por primera vez que de los toros que se iban a matar se diera uno a los Niños de la Doctrina, otro a los Expósitos, otro al colector (cobrador de bulas, seguramente) y otro para los porteros que iban a custodiar la plaza.

El otro tema es el de que cómo vivían los Niños. Poco o nada es lo que se sabe de ello. Pero hay datos ciertos: para ser recogido, era imprescindible ser natural de Madrid…, salvo que se autorizara saltarse esta norma.

También es un dato cierto que desde 1572 parece ser que soplaron tiempos nuevos. Así, por ejemplo, y en primer lugar,»que no se pueda despedir ni sacar ninguno de los niños de la doctrina cristiana sin parecer y orden del comisario que para ello es». Segundo, que al tal comisario «se le encarga que cuando se hubiere de sacar y despedir (algún niño) tenga particular cuidado de que salga instruido y bien formado, así en la doctrina cristiana como en leer y escribir, y sea capaz para el oficio que quiere aprender»; además de que «se acuerda que se reciba ama así para lavar la ropa, como para hacer y coser camisas» (21 de julio de 1572). Empezó así cierto aire de innovación, pero inconcluso. Poco a poco se fueron madurando decisiones: el 15 de septiembre de 1573 compareció ante la reunión municipal el rector del Colegio de los Niños de la Doctrina. Estaba un tanto desorientado, «y dijo que, por acuerdo de esta Villa, le está mandado que no haya más de 60 niños de la dicha Doctrina, según más largamente en el dicho acuerdo se contiene», pero que le habían obligado a recibir a algunos más, «que está excedido el número y hay más de 70». Pedía instrucciones claras y precisas. Se le dijo que sólo pudiera haber 60 niños y aún más, «los cuales sean de competente edad para estar allí y no siéndolo no se reciban». Los niños que se recibieran deberían tener «de ocho años para arriba» (8-I-592).

Poco duró la rectitud. A primeros de diciembre de 1574 se lio una buena: resulta que el regidor-patrono del Colegio pretendió meter a un Niño de más (al niño lo acompañó un portero del Ayuntamiento), a lo que se negó el capellán-rector aduciendo que estaba lleno y que salvo que lo mandara el Corregidor, por allí no entraba ni uno más. El regidor que quiso hacer su voluntad, se expresó en sesión municipal, con un lenguaje envidiable a día de hoy, «él se deshonora y desiste del dicho patronazgo en esta Villa y pide y suplica nombren otro, pues se hace cosa nueva y nunca acostumbrada y protesta lo que convenga». Cosa nueva, la de no admitir más niños, es posible, pero era un acuerdo que llevaba rigiendo algunos meses. Así que el Corregidor zanjó la disputa: «dijo y mandó al dicho señor Alonso de Cos cumpla su patronazgo, lo que le falta» y que el capellán hiciera lo que tuviera ordenado, así que el dicho regidor, «de esta manera lo aceptó». En fin: de nuevo a 27 de enero de 1578 se recordó a todos que «no reciban ningún niño en la Doctrina ni le saquen sin orden del Ayuntamiento de esta Villa». En cualquier caso, la norma se la podía saltar el Corregidor (noviembre de 1578, por ejemplo).