Historias

Cómo cambia la historia: Mallorca y los mallorquines en 1670 (y II)

En aquella época, sus ciudadanos ansiaban que se proclamara que eran españoles y lo pedían en medio de la situación más crítica de la historia de España

Bañistas en una playa de Palma de Mallorca
Bañistas en una playa de Palma de MallorcaIsaac BujAgencia EFE

La semana pasada publiqué dos documentos de capital importancia: en ellos los mallorquines solicitaban con el máximo interés, no sé si con angustia, que el Consejo de Aragón les diese algún certificado de que eran españoles, tanto como los castellanos. Así se hizo. Corría el año de 1670.

Lo aquí contado no es ni ucronía, ni novela. Es la denuncia de la idea que hemos transmitido, y que se nos ha transmitido, desde la Transición para acá.

Firmaba uno de esos documentos que en verdad no sé si están publicados o se conocen en la historiografía insular, un tal Bartolomé de Lagasa, que lo veo hoy citado como Legasa. Uno de tantos, necesitado de una biografía ejemplarizante.

Este Bartolomé de Legasa era un pechero castellano-navarro, buen funcionario ya en tiempos de Felipe IV y uno de tantos cultivadores de las letras y las humanidades, en tiempos de Carlos II. Se conoce el inventario de sus bienes que dejó al morir en 1679. Y tan solo con su biblioteca, o su pinacoteca, así como en su ascenso social sirviendo a la Monarquía desde los despachos, podemos ver que no todos los hombres del reinado de Carlos II estaban hechos a imagen y semejanza del desdichado rey. De haber vivido unas décadas más hacia el siglo XVIII se le tendría por un novator, cuando no por un ilustrado.

Así que -según conté- los soldados de Mallorca, como los castellanos eran tenidos por españoles. Naturalmente. Lo que muchos y durante muchos años no han sabido entender es que España debe, y ha debido su grandeza a su inmensa variedad-y-unidad, en todos los ámbitos de la vida social, colectiva o privada, incluida la lengua. Y si a la variedad la vinculas hacia la unidad, consigues la grandeza. Si en la variedad triunfan las fuerzas centrífugas consigues lo que tenemos. Qué duda cabe que la Historia es un laboratorio de experiencias. Por cierto, esos memoriales de 1670 estaban en español. Y lo que resulta aún más engrandecedor de aquellos naturales mallorquines que ansiaban que se proclamara que eran españoles, es que lo pedían en medio de la situación más crítica de la Historia de España antes de 1808, cuando la Monarquía y sus súbitos se estaban recomponiendo de los trágicos efectos de la sublevaciones de 1640 de Cataluña y de Portugal, que concluyen respectivamente en 1652/1659 (ya dediqué atención a ciertos panfletos a raíz de la rendición de Barcelona a Felipe IV en 1652) y en 1662/1665.

En esas mismas páginas del Archivo del Reino de Mallorca se registraban dos órdenes más de la Reina Gobernadora, Mariana de Austria: por un lado que se levantara la prohibición de comerciar con Inglaterra y Flandes y otros lugares de Francia, por cuanto ya el temor «por las noticias que se tuvieron de que había peste» era infundado. ¿Recuerdas, buen lector, cómo hemos vivido una peste no hace ni tres años? Estoy seguro de que algunos historiadores lo pudimos llevar de manera diferente a los pavores en otros conciudadanos porque sabíamos cómo sufrían una peste y que su clavo ardiendo era la resignación ante la muerte más que segura y la confianza en la misericordia divina. Nosotros, educados en la inmortalidad del cuerpo gracias a la biomedicina, no podíamos ni imaginar la que se nos venía encima. Pusimos toda la confianza en un nuevo dios, las vacunas, de las que nadie se acordó tanto, ni de la necesidad de invertir en Ciencia (concebida esta solo como la aplicada y más aún biosanitaria).

En estos dos folios que leí aquella mañana, el último de los asientos hacía referencia a que la reina gobernadora escuchaba a sus autoridades en Mallorca y al Consejo de Aragón y, en aquel año de 1670 se decidía, para estimular el comercio, rebajar las cargas reales, los impuestos: «que en las ropas de seda se carguen el diez por ciento y en las de lana el siete y medio (…) para que con este medio se consiga el alivio de sus naturales».

España existía antes de los Decretos de Nueva Planta. Contra la peste se defendían como podían. Para alivio de las gentes, bajaban los impuestos. Murió el rey sin descendencia. Hubo una guerra internacional. España perdió su integridad territorial (aún sigue amputada), pero aguantó el tirón y no fue desmembrada ni disuelta, como habrían querido…

¿Cuándo vamos a salir a la calle y no solo a «socializar», a tomar cañitas de buen rollo?

¿Para qué más?, ¡Ya está bien!

Feliz Año Nuevo, 2024.