
Gastronomía
Cuando comer solo, a veces, se convierte en el nuevo lujo silencioso
Mientras las barras de Toki y de Playing Solo son idóneas para acudir sin compañía, en Rocacho sirven arroces y fideuás para uno y en Snob, pizzas

Con la locura de vida que llevamos todos, a veces, sentarse a la mesa sin compañía alguna es un regalo, un tiempo que vale oro. Hemos consultado a varios cocineros y todos coinciden en que quien ocupa una mesa de uno o es un amante acérrimo de la buena gastronomía, que ha elegido un restaurante específico por su propuesta sólida y líquida, porque estaba de paso e, igualmente, sentía interés o porque se encontraba en ese destino y tenía que comer, sin más. Además, se han dado cuenta de que han de ajustar su oferta, servir medias raciones de todas sus elaboraciones e, incluso, arroces para uno. Hemos encontrado el local en el que los preparan y hemos caído rendidos. En Rocacho Plaza, hermano del asador de Padre Damián, es posible disfrutar de éstos y de sus fideuás en formato individual en las mesas altas y en la barra en horario ininterrumpido desde las doce del mediodía hasta las once de la noche. Como marca de la casa, todos ellos se hacen con caldos elaborados cada día, que requieren de más de siete horas de pausada cocción. En total, pueden pedir tres paellas (de señoret, con gamba y langostino pelado; de pollo campero y verduras de temporada y de cigalas y alcachofa), un arroz negro con sepia y alioli, uno con carabineros y tres fideuás (marisco, con carabineros o con tinta de calamar, carpaccio de gamba roja y alioli). Disfrute del suyo con una copa de champagne Taittinger Brut Réserve y eche un vistazo a la interesante selección de ejemplares por copas.
Desde Nueva York, acaba de aterrizar Snob en el número 115 de la calle Lagasca, cuyas pizzas nos han gustado. ¿Lo mejor? Puede ir sin compañía y pedir las porciones que le apetezcan. Se hornean en hornos de solera, lo que garantiza una cocción directa y equilibrada logrando un bocado de base crujiente y ligera en su interior. Nos gustó tanto la margarita como la hot pepperoni con miel picante y chile ahumado, la cuatro quesos y la bacon champi.
Según palabras de Marcos Granda, sumiller, jefe de sala y propietario de seis restaurantes en Madrid (Toki y Clos), Marbella (Skina y Nintai) y Asturias (Marcos y Ayalga), escoge Toki para acudir sin compañía, ya que en su barra japonesa es absolutamente feliz junto a seis privilegiados comensales, quienes degustan las elaboraciones de Singharaj, campeón de Francia de sushi: «Es un destino ideal para comer solo por el trato tan directo y diferencial. Personalizamos la experiencia al máximo desde que recibimos la reserva», dice al tiempo que insiste en que los dos primeros minutos de contacto son cruciales: «La información que aporta el comensal nos guiará los pasos para saber qué atención necesita», añade.
Si tenéis la suerte de acudir en solitario a Gofio, establecimiento en el que Safe Cruz y Aida González celebran una década de «canariedad máxima», sabed que si en ese momento el chef se encuentra haciendo pruebas de platos a incluir en el menú, «le damos a degustar alguno para hacerle partícipe de las cosas que ocurren. Los comensales que vienen solos son tan disfrutones, que no necesitan a nadie más para pasarlo bien. Son muy sociables, les gusta interactuar», prosigue Safe al frente de un local con cuatro mesas con una silla, porque «poseemos un público asiduo que no viene con acompañante». Asimismo, el objetivo de Luis Caballero es que quien entre por la puerta de Playing Solo se sienta como en casa, aunque la cercanía, apunta, «la marca el cliente». Su proyecto es un espacio íntimo de experimentación en el que cada plato nace del vínculo con el entorno y de su deseo de emocionar a quien ocupa una de las ocho sillas de la barra. Lo que degustarán es una propuesta con claras influencias de la cocina kaiseki con un profundo respeto por el producto local: «Aquí, es fácil que la conversación fluya entre los clientes, que son quienes eligen si interactúan conmigo o no».
Han pasado dos años desde que Óscar Velasco y Montse Abellà decidieran abrir su proyecto personal: VelascoAbellà (velascoabella.com). En este tiempo, se ha consolidado como uno de los indispensables en el circuito de la alta gastronomía nacional, de ahí que a su segundo aniversario lleguen en plena madurez creativa. Pueden presumir de contar con esos clientes que repiten, algunos de ellos internacionales al formar parte de las guías y que acuden solos hambrientos por probar su cocina honesta y de producto. Por eso mismo, la suya es una carta viva y en constante cambio con numerosos fuera de carta y 15 elaboraciones saladas y cuatro o cinco dulces. Como ejemplo, las cebollas tiernas ahumadas con pulpo, pomelo y almendra, la terrina de ternera con foie y pistachos y el tartar de vaca madurada con pencas de acelga y su jugo.
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