
La historia final
El emperador que escribió para educar al príncipe (I)
Siendo menor de edad, el padre ya le había encomendado la gobernación de los reinos peninsulares, e incluso las islas

Hubo un tiempo que al rededor del gobierno radicado en Madrid se forjó un imperio hispánico. A día de hoy, ninguno de esos dos términos está bien visto. Hay que cancelarlos. Sobre todo lo del Imperio, sustituido por no sé qué cansinos eufemismos. Escribamos nueva historia.
Estaba Carlos V en cubierta de su yate que le llevaba a un puerto deportivo italiano, cuando le dio por escribirle unas recomendaciones a su niño Felipe, de cómo portarse bien para ser un triunfante youtuber. El yate tenía echado el ancla en el puerto de Palamós, en la Cataluña española y corría el año 1543, y menos mal que no era del 45 (por la rima).
Así que si el super-rey Carlos escribía en 1543, el chavalín tenía 16 años. Con esa edad, menor de edad, el padre le había encomendado la gobernación de los reinos peninsulares, e incluso las islas. Con esa edad, 16 añitos, podía ser un niñato y no ser responsable de ninguno de sus actos, cualesquiera que fueran.
El mozalbete, imberbe, no tenía idea de lo que tenía que hacer. Además, su madre se había muerto en 1539, cuando él tenía 12 años y su padre, por aquello de las obligaciones del puesto de trabajo siempre estaba de un lado para otro y paraba poco en casa. Las obligaciones del curro, y la horita del gym, o del fitness. La madre, que era lista, bondadosa y con carácter, se había encargado de los maestros del niño. Desde que ella faltaba (1539) la vida en casa era un tormento para el marido que cogió una depresión de caballo y se pasó unos años sin dar pie con bola (desastre de Argel, 1541), por ejemplo. Pero también para el príncipe de la casa. Pobre «criaturo».
No obstante todo eso, el padre, ahora de fiesta en su embarcación de lujo, no se olvidó de lo que significaba ser padre y, en serio, que le escribió unas “Instrucciones” a la criatura para que reflexionara sobre su ser, el buen gobierno y los políticos que le rodeaban. Lo hizo sin estar en ningún grupo de RRSS (sin exhibicionismo, digo), sino en un chat privado. Dicho sea de paso, que los políticos de entonces vendrían a ser cortesanos de hoy (¿o al revés?). Y las cortesanas eran eso, cortesanas, y no señoritas que ‘abalaran’ partidas en las que torres más altas caerían, y con sus nombres casi, casi, de cortesanas, con «Y» y de catálogo.
Así es que, dicho y hecho, el padre escribió al hijo. Escribió algo más que un guasap fonético.
Y de lo que el padre escribió al hijo, el Emperador al Príncipe, desde el puente de la galera Real en la rada de Palamós, entresaco ahora, lector tranquilo, algunas ideas. A ser posible, las que para aquel monarca eran las más importantes que debían adornar a un gobernante, a un rey.
Esas Instrucciones de Palamós se conservan en la actualidad en la Hispanic Society of America, porque un enamorado de España, Huntington, se las compró al marqués de Jerez de los Caballeros allá por los años finales del siglo XIX y las incorporó a su colección particular de Nueva York.
Los avatares de las ediciones que ha habido de estas Instrucciones son interesantísimos, pero no tengo sitio aquí para resumirlos. Basta decir que se editaron desde el siglo XIX (Alfred Morel-Fatio, 1899) sobre textos incompletos, o textos que eran copias de los originales (Laiglesia, 1908; Brandi, 1935; el padre March en 1942) hasta que en 1966 Fernández Álvarez hizo una edición más completa y mejor que lo hasta entonces conocido, pero aún sin saberse dónde estaba el original. Más recientemente Ana Carabias ha hecho edición digital. Pues bien, todas esas dudas y zozobras se despejaron en 2014, año en el que Rachael Ball y Geoffrey Parker dieron a la luz el original hológrafo de Carlos V de esas Instrucciones, que se conserva -como digo- en la Hispanic Society of America. La edición, muy cuidada, tiene estudios, transcripciones y el facsímil del texto. El original se pudo contemplar en Madrid en la exposición que se dedicó a la Hispanic Society. Gracias a una carta escrita por don Juan de Zúñiga a Carlos V y desde Valladolid a 8 de junio de 1543 (publicada por March, I, 255) sabemos que las Instrucciones llegaron a manos de Felipe [II] con la tinta fresca y que las leyó.
(Continuará)
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