Historia

Expósitos en el Madrid del Siglo de Oro (I)

Una cofradía se encargaba de criar a aquellos niños cuyas madres, «por encubrir sus desconciertos», negaban el sustento

«Nacimiento de San Juan Bautista», obra del siglo XVII
«Nacimiento de San Juan Bautista», obra del siglo XVIIMuseo del Prado

La Historia de Madrid de los siglos de Oro está cuajadita de leyendas. A fin de cuentas, hecha la excepción de López de Hoyos, nadie había escrito historias enteras de la Villa hasta avanzado el siglo XVII, al mismo tiempo que se levantaban los primeros planos de la ciudad (Mancelli y tres décadas después Teixeira), o se canonizaba al santo patrón Isidro, o se tiraba la Plaza Mayor, todo ello en un plan de engrandecimiento de Madrid, ciudad muy necesitada de referentes cualitativos. Hasta 1623, primero, y1629, después, Madrid no tuvo impresa una Historia de sus grandezas. Estas fueron las de Gil González Dávila y la de Jerónimo de la Quintana.

Una de esas leyendas que han calado hondo en la erudición local es la de que el «Hospital de la Inclusa» debe su nombre a que durante el ataque a Enkhuizen, en la Holanda Septentrional, por parte de los «mendigos del mar», un soldado rescató una imagen de la Virgen, la trajo a España, se le entregó a Felipe II y este mandó ponerla en la entrada del Hospital de los Expósitos. A tan épica historia no le faltaba de nada: herejes, la Virgen, heroicidades, el fervor religioso de Felipe II, algo de caridad cristiana... No le faltaba de nada, salvo algo de verdad histórica.

En su obra de 1623, «Teatro de las grandezas de la Villa de Madrid», Gil González Dávila (p. 303) era menos homérico: decía que el Hospital estaba dedicado a Nuestra Señora de la Caridad y San José, que fue fundado el 1 de marzo de 1574, que hacia 1620 había unos mil trescientos niños y que tenía unos gastos de 18.000 ducados (moneda de oro equivalente a 375 maravedíes) y concluía las parcas noticias que daba con un exultante «es milagro que no teniendo de renta más de diez mil, la caridad de los buenos suple lo que falta al gasto». Es conveniente tener claro que la caridad, cristiana o de otras religiones, ha servido para tejer la sólida red de la solidaridad vertical para que nadie quedara abandonado. Bien es verdad que, llegado el momento en que los abandonados sociales de todo tipo eran tantos, hubo que idear mecanismos que superasen esa caridad cristiana, esa solidaridad vertical, creándose una solidaridad horizontal, por la que todos contribuimos al socorro de todos.

Por su parte, con más ambición de conocimiento, aunque con algo de cara dura y no exento de confusión en su redacción, Jerónimo de Quintana contaba que allá por 1574 existía en Madrid una Cofradía de la Soledad para recoger a sacerdotes sin recursos que se fundió con la Cofradía de los Niños Expósitos, que tenía su sede en la parroquia de San Luis. Esta cofradía cuidaba «de criar los niños a quien las madres, por encubrir sus desconciertos, negaban el sustento que la naturaleza les concedía». Y añadía que solía haber unos mil trescientos niños, con unos costes de diez y ocho mil ducados y eso que solo tenía unos diez mil de renta. Si alguien se asusta del plagio hoy, que sepa que en el siglo de oro también existía. Y concluye: «En una capilla de este hospital se venera una imagen de Nuestra Señora, que llaman de la Inclusa. Trájola cuando se perdió esta isla en los Estados de Flandes un soldado que se halló en esta empresa (…) y otros soldados viejos afirman…» que se le tenía gran devoción. Al parecer, sigue su cuento, el soldado la trajo a España y la entregó a una mujer que tenía casa de posada cerca del Hospital. Miró la mujer dónde colocar la escultura y lo echó a suertes entre varias localizaciones y le tocó al Hospital de los Expósitos. Desde el primer momento se obraron actos de misericordia y fue muy venerada. En fin, la estatua «es pequeña de talla» y tiene restos de haber sido quemada por algún hereje.

Y esto era todo lo que se sabía y transmitía impreso en el siglo de Oro sobre el Hospital de los Niños Expósitos.

Anotaré, al margen, que ya en 1570 existía la «Cofradía de Jesús y San José», que era la que mantenía el Hospital de Expósitos. Es decir, que no era institución municipal, ni real, sino de una cofradía de particulares que sentían la necesidad de intentar sacar adelante a los niños dejados en el torno de su iglesia.

(Continuará)