Educación y empleo

Un futuro para jóvenes que han tirado la toalla

Pinardi ofrece programas de formación y prácticas en empresas a jóvenes en exclusión

Programa Pinardi para jóvenes en riesgo de exclusión
Programa Pinardi para jóvenes en riesgo de exclusiónDavid JarLa Razón

Los enormes ojos azules de Paula Polonio observan a quienes la rodean. Está sentada en un círculo con otros jóvenes que, como ella hasta hace unos meses, no tenían muchas expectativas: a las difíciles situaciones personales y familiares se les ha sumado, en muchos casos, el fracaso escolar. Y esto, en una edad en la que uno está comenzando a construirse a sí mismo –apenas superan los 18 años–, puede suponer que muchos de estos jóvenes acaben tirando la toalla.

Algo así le ocurrió a Paula. «Dejé de estudiar, pero para apuntarme a algo en lo que al final no me cogieron, así que estuve un año sin hacer nada», explica. Los días fueron pasando, uno tras otro, hasta que alguien de su familia le recomendó el programa de Primera Experiencia Profesional de la Federación de Plataformas Sociales Salesianas Pinardi, un proyecto que, con el apoyo de la Comunidad de Madrid, tiene como objetivo dar respuesta al problema del desempleo juvenil, centrándose en formar y ofrecer una alternativa a jóvenes que, por distintas causas, se encuentran en riesgo de exclusión. Para ello, el programa se desarrolla ofreciendo una atención integral a estos jóvenes a través de sus talleres, pensados para abordar tanto el ámbito social y profesional como personal y familiar. «Soy una persona muy tímida», asegura Paula, «y creo que me han servido mucho para abrirme y saber tratar con la gente». De hecho, después de haber finalizado su formación en el centro que la organización tiene en Alcalá de Henares, ha hecho las prácticas en empresa en Fridays, y acaba de empezar a trabajar en Vips.

Ahora, Paula es un referente para los compañeros que ahora mismo están realizando los talleres. A quienes responde las dudas que se les presentan. «¿Os están sirviendo las horas que dedicamos a la resolución de conflictos y el autocontrol?», pregunta al grupo Paula de Lamo, mentora educativa de Pinardi. Ellos se miran. No están muy convencidos. Sin embargo, la joven les asegura que, cuando estén trabajando, se darán cuenta de lo necesarios que son. «A lo mejor tienes un mal día, o un cliente te trata mal, pero eso no quiere decir que lo tengas que pagar ni con tus compañeros ni con los demás clientes», les dice.

Álex Vargas es muy consciente de ello. Este joven, que ha participado en la formación en el centro que Pinardi tiene en Pan Bendito, en Carabanchel, asegura que ha descubierto habilidades que no sabía que tenía. Una de ellas: la paciencia. «Antes tenía muy poca», afirma, y confiesa que, después de mucho tiempo sintiéndose un «nini», la autoestima acaba tocada. «Ahora tengo planes, mi familia está más contenta y tengo herramientas para desenvolverme, porque no basta con conseguir un trabajo: hay que saber mantenerlo», explica. «Los chicos que vienen lo hacen, la mayoría, de un fracaso escolar, y eso les afecta porque, poco a poco, esto les va sacando del sistema o del recorrido que deberían llevar», señala de Lamo. Sin embargo, el hecho de que hayan abandonado no significa que deban ser ellos mismos abandonados. «Ese fracaso escolar viene, en muchas ocasiones, dado por la carga de otras obligaciones que es imposible compatibilizar con el estudio», asegura. «Cuando llegan aquí llegan con esa mochila del fracaso escolar y de esas obligaciones que no han desaparecido», asevera. Por eso, se les ofrece un acompañamiento y una formación individualizada, si bien el número de jóvenes que se atienden en Madrid cada año ronda los 400.

«Hay algo muy importante y es que se ven, cuando llegan a los talleres, que parten de un grupo de iguales, y ahí ya empiezan a pensar que es posible que tengan futuro, porque muchas veces lo que les pasa es que creen que no tienen derecho a tenerlo», apunta de Lamo. «Y claro que lo tienen», asegura, «lo que ocurre es que han tenido un camino muy difícil». Algunos de los jóvenes que rodean a Paula en el aula son migrantes. Otros, vienen de familias rotas por la violencia. Y, aún así, «son chicos y chicas que vienen con muchos prejuicios, pero no hacia sus compañeros, sino hacia sí mismos, y eso no es más que un reflejo de lo que la sociedad piensa de ellos, que les cae como una losa que es muy difícil quitarse», comenta de Lamo, quien subraya que «encontrar un sitio donde les tratan bien y no son ‘el diferente’ lo cambia todo».

En este sentido, que estos jóvenes encuentren su espacio en el mundo laboral, en empresas que estén dispuestas a darles una oportunidad, es vital. «Estamos convencidos de que es necesario que se haga un esfuerzo por no olvidar a estos jóvenes por parte de todos: del sector privado, el público y las organizaciones sin ánimo de lucro», subrayan desde Pinardi. Y, en la misma línea, Tomás Franquet, director de Responsabilidad Corporativa de Meliá, señala que «este tipo de proyectos permite hacer cambios reales en la sociedad». «Llevamos ya varios años colaborando y es un proyecto que, más allá del enfoque social tiene un enfoque hacia el talento, pero buscándolo en nichos que no se exploran usualmente, o, al menos, no de la forma en la que lo estamos haciendo», explica. «Se fomenta la meritocracia, el esfuerzo y la superación en el ámbito profesional, porque en el vital y personal muchos de ellos ya han demostrado su valía saliendo de situaciones realmente complicadas», asevera, convencido de que «han demostrado que tienen la espalda muy ancha, y, precisamente por ello, no se les puede dejar sin un futuro».