Historia

De Grace Kelly a la Bruja Isabel: las leyendas del Rastro resucitan gracias a la IA

Un libro editado por la Asociación de Comerciantes Nuevo Rastro rescata a través de la letra y de la Inteligencia Artificial a personajes y mitos del histórico mercadillo

Gloria Fuertes. Además de dedicarle un poema al Rastro, la poetisa era una asidua de la taberna Antonio Sánchez, donde desayunaba todos los días
Gloria Fuertes. Además de dedicarle un poema al Rastro, la poetisa era una asidua de la taberna Antonio Sánchez, donde desayunaba todos los díasLRM

En los casi trescientos años de vida del Rastro caben desde mitos a personajes legendarios, pasando por personalidades y eventos muy reales que han escrito la Historia con hache mayúscula. Congregarlos a todos en algo más de 200 páginas supone un ejercicio virtuoso de síntesis. Y hacer que cobren vida constituye, directamente, un milagro. De eso se ha encargado la Asociación Nuevo Rastro de Madrid con su volumen «El Rastro de Madrid: letras, arte y memoria en la era digital». Coordinado por Miguel Ángel Sintes Puertas, desde el mismo prólogo ya se nos invita a un viaje «a través del tiempo y el espacio» del mercadillo madrileño. Un lugar de «caótica belleza», que ha inspirado a pintores, escritores, cineastas, fotógrafos y músicos. Así, el libro rescata el impacto del Rastro en varias personalidades, algunas célebres, y otras más anónimas. Todo ello apoyado en una herramienta del siglo XXI: la Inteligencia Artificial, que recrea momentos nunca inmortalizados.

Entre las «celebrities», una especialmente fotogénica: Grace Kelly. En el imaginario ha trascendido la historia de que la actriz visitó el Rastro. ¿El motivo? Acudir a las Galerías Piquer, el grupo de tiendas de antigüedades que antaño, y también en la actualidad, se encuentran en Ribera de Curtidores. La actriz quería conocerlas de primera mano porque Alfred Hitchcock planeaba rodar una película basada en la novela «Una figura blanca en las Galerías». Ambientada en aquel comercio, narraba cómo una cariátide, maldita por un oscuro hechizo, cobraba vida humana durante las noches de luna nueva. Es muy posible que la leyenda no sea cierta. Entre otros motivos, por la retirada de Kelly de los platós tras coronarse como Gracia de Mónaco. Pero ha quedado como una de las historias apócrifas del Rastro más memorables.

Literatos

Los que sí sabemos que mantuvieron una estrecha relación con el marcadillo fueron algunos de los mejores representantes de las letras españolas. Para atestiguarlo está «El Rastro» (1914), libro escrito por Ramón Gómez de la Serna, que ofrece «una visión única y profundamente vanguardista del mercado ». Uno de los capítulos lo dedica a Azorín, al que describe con su monóculo, su «mirada atónita», su «rictus sufrido» y su forma de caminar reflejando su conciencia del tiempo. «Azorín, al pasar junto a los puestos del Rastro, mira las cosas con la consideración, con la benevolencia que merecen, y comparte con la lontananza sus miradas llenas de largueza, llenas de claror, llenas de ambiente mientras recorre el Rastro. No es un visitante cualquiera, sino un curioso atento que capta la esencia del lugar sin superficialidades», relata Gómez de la Serna.

Del mismo modo, el escritor nos sitúa en el mercadillo a Pío Baroja «como un hombre complejo, intenso, sensato, inconformista, entrañable y atormentado». Al igual que ocurre con Azorín, el Rastro es el escenario «donde su personalidad se muestra plenamente».

Gloria Fuertes. Además de dedicarle un poema al Rastro, la poetisa era una asidua de la taberna Antonio Sánchez, donde desayunaba todos los días
Gloria Fuertes. Además de dedicarle un poema al Rastro, la poetisa era una asidua de la taberna Antonio Sánchez, donde desayunaba todos los díasLRM

Más contemporánea, Gloria Fuertes mantuvo un estrecho vínculo con la taberna Antonio Sánchez, en el 13 de Mesón de Paredes. Un local frecuentado previamente, además de por el propio Baroja, por Valle-Inclán, Joaquín Sorolla, Gregorio Marañón o Juan Belmonte. Cada mañana, relatan en el libro, Gloria, en el mismo velador que ocupó el pintor Zuloaga, desayunaba un vino blanco, una barrita de pan seco y una copita de anís. Vecina de Lavapiés, plasmó su devoción por el mercadillo en su poema «Puesto del Rastro», en el que transcribe lo que el visitante escucha al curiosear entre los puestos.

También Paco Umbral, en «Travesía de Madrid» (1966), dedica un capítulo al mercadillo. Como explica Sintes Puertas, el escritor «presumía de haber nacido en una de sus calles más emblemáticas, la Ribera de Curtidores, y de haber pasado su infancia en la zona de Las Américas»... aunque la realidad «parece ser otra»·: Umbral nació en un hospital benéfico de la cercana calle Mesón de Paredes. «Y, como es bien sabido, su infancia transcurrió en Valladolid». «A lo largo de su vida, Umbral tendía a enmascarar sus orígenes, construyendo un personaje literario propio». En todo caso, queda su visión del Rastro como la del Madrid más antiguo, «ese que está desapareciendo pero que se resiste a ser devorado por la expansión urbanística y el malentendido progreso cultural».

Por último, destaca Andrés Trapiello. El escritor frecuenta el Rastro casi cada domingo junto a su amigo Juan Manuel Bonet. ¿Su sueño? Tropezar algún día con el manuscrito original de «Las semanas del jardín», obra perdida de Miguel de Cervantes pero que sabemos que existe, ya que que el propio autor la mencionó en una carta.

Brujas y fantasmas

El Rastro entronca también con ese Madrid sobrenatural, en torno al cual deambulan espectros, hechiceras y otras leyendas. Es el caso del fantasma de la calle Santa Ana, conocido como «el fantasma del Rastro»: un viejo curtidor que murió al volcar su carreta cuando volvía de orear sus pieles en la ribera. Como explica Sintes Puertas, «se le aparecía a las gentes del barrio en los tejados y asomándose por las ventanas». Pero era «tan inofensivo y afable que, pronto, todo el vecindario de Embajadores se acostumbró y convivió con él sin problema alguno».

La Bruja Isabel García. De ella, decían que era capaz de conseguir que las mujeres se quedaran embarazadas y que los hombres encontraran trabajo
La Bruja Isabel García. De ella, decían que era capaz de conseguir que las mujeres se quedaran embarazadas y que los hombres encontraran trabajoLRM

Por esta misma senda nos encontramos con la bruja Isabel García que, gracias a sus hechizos, hacía que las mujeres se quedasen embarazadas –si estas lo deseaban, claro– y que los hombres encontraran trabajo.

Malacatín. Este mendigo ciego se ganó el cariño de las gentes del mercado. Hoy, una taberna célebre por su cocido lleva su nombre
Malacatín. Este mendigo ciego se ganó el cariño de las gentes del mercado. Hoy, una taberna célebre por su cocido lleva su nombreLRM

En un plano más terrenal, encontramos a Malacatín: un mendigo ciego que frecuentaba la calle de la Ruda. Acompañado de su guitarra, tocaba una melodía que adornaba junto a un canturreo: «Tin, tin, tin, Malacatín tin,tin,tin». Se ganó la simpatía de todos, especialmente del tabernero Julián Díaz. De hecho, hoy, su taberna recibe el nombre de Malacatín, en la que se sirve uno de los más celebrados cocidos madrileños.

El Tío Carcoma. Uno de los personajes más célebres fue este anciano que, a base de llevar una vida modesta y de vender trastos viejos, reunió un asombroso capital
El Tío Carcoma. Uno de los personajes más célebres fue este anciano que, a base de llevar una vida modesta y de vender trastos viejos, reunió un asombroso capitalLRM

Por último, y con más fortuna en lo económico, otro de los «rastrenses» ilustres es el conocido como Tío Carcoma: propietario de más de veinte casas en el barrio, sólo se alimentaba de pan y cebolla para almorzar; y para comer, un plato de legumbres. De esta forma, y a base de comprar y vender trastos viejos, consiguió reunir un enorme capital.

Al final, la verdadera magia que atesora el Rastro es esa: la de reunir durante una mañana a personas que van de la riqueza a la pobreza, del estrellato al anonimato. Y es que, como afirma Miguel Ángel Sintes Puertas, «el Rastro no es sólo un lugar, sino una forma de mirar el mundo».