Entrevista

Inés Martín Alcade: «La verdadera feminidad tiene más que ver con la fuerza que con la delicadeza»

La diseñadora madrileña presenta «Castizo», una colección que reivindica la calma, la artesanía y la autenticidad en estos tiempos de velocidad y uniformidad

Inés Martín Alcalde, diseñadora de moda.
Inés Martín Alcalde, diseñadora de moda.Jesús G. FeriaFotógrafos

En el corazón del barrio de Salamanca, entre fachadas que respiran historia y escaparates con alma, Inés Martín Alcalde ha encontrado su refugio. El Callejón de Jorge Juan, donde tiene su tienda y su taller, se ha convertido en un pequeño universo propio. «Ese callejón tiene magia», confiesa a este periódico la diseñadora madrileña, que pasa allí buena parte de sus días entre telas, patrones y conversaciones con clientas fieles. Es, dice, el rincón donde su vida personal y profesional se mezclan de forma natural. Con su nueva colección, «Castizo», rinde homenaje a lo cercano, a lo auténtico y a las raíces que la sostienen. En un momento en el que la moda parece moverse al ritmo frenético de las redes sociales y las tendencias globales, ella reivindica el valor de lo hecho aquí, con manos que conocen el oficio.

De los artesanos he aprendido a respetar los tiempos. Ellos no entienden de prisas, sino de precisión y cariño», explica. Cada puntada, cada acabado, tiene detrás años de experiencia y dedicación. «Me recuerdan que la moda es un oficio y que cada detalle cuenta». Esa calma y ese respeto por los procesos son también parte de su manera de estar en el mundo. En una ciudad tan acelerada como Madrid, Inés ha aprendido a encontrar su propio equilibrio. Trabajar junto a su hermana Lucía, con quien comparte la dirección creativa y empresarial de la firma, es una de las claves. «Somos un equipo en todo. Ella aporta orden y cabeza, yo soy más sentimental y pasional. Nos equilibramos y eso se nota en el resultado». A ello se suma una rutina que arranca cada mañana con ejercicio: «Me evade de todo y me da serenidad para empezar el día con energía».

Desde sus inicios, la diseñadora ha construido un universo que gira en torno a la naturalidad y la feminidad. Sin embargo, confiesa que su manera de entender lo femenino ha evolucionado con los años. «Al principio lo asociaba a la delicadeza. Con el tiempo, he descubierto que la verdadera feminidad tiene más que ver con la fuerza, con sentirse cómoda en una misma», reflexiona. «Castizo» nace precisamente de esa idea: aceptar lo que somos sin artificios ni disfraces. Las prendas de la colección respiran esa filosofía: cortes depurados, tejidos nobles, y una elegancia sin estridencias que celebra la belleza real. Esa naturalidad, tan presente en su trabajo, también guía su vida personal. «Intento no dejarme llevar por las apariencias o las tendencias del momento», afirma. «Me gusta mantenerme cerca de la vida real, de mi entorno y de mi propio estilo». Quizá por eso sus diseños tienen algo reconocible y sincero, una estética que huye de lo impostado y se apoya en lo esencial. En su taller, entre metros de lino, algodón y seda, el ruido digital queda fuera. No trabaja en silencio, eso sí: la música siempre está presente. «Siempre flamenco. Me encanta y cuando no estoy inspirada nos ponemos música cubana. Esta colección nos la ha inspirado el flamenco con Bad Bunny».

Diseñar en Madrid, asegura, es una forma de estar conectada con sus raíces. La ciudad, con su mezcla de tradición y modernidad, ha sido testigo del crecimiento de una nueva generación de creadores que, como ella, han devuelto valor a lo local. «Me gusta pensar que formamos parte de una generación que valora lo cercano y lo bien hecho», reconoce. En sus colecciones hay una mirada contemporánea, pero también un respeto profundo por la artesanía y por las historias que hay detrás de cada prenda. «Castizo», título elegido para su última colección, es también una declaración de intenciones. Habla de identidad, de autenticidad y de la belleza de lo imperfecto. «Lo auténtico es aquello que no intenta parecer otra cosa», explica. En la moda, lo encuentra en las piezas que se reconocen a primera vista: una chaqueta de Chanel, una blazer clásica de su propia firma. Fuera del mundo textil, la autenticidad, dice, está en las personas que luchan y persiguen sus sueños sin fingir ni rendirse. A lo largo de su trayectoria, Inés ha vestido a mujeres en momentos muy especiales de sus vidas. De esas experiencias, ha aprendido algo que, asegura, le acompaña siempre: «La belleza no tiene tanto que ver con la perfección como con la emoción. Cuando una mujer se siente ella misma, transmite algo imposible de fabricar». Ese privilegio —el de acompañarlas en un instante significativo— es una de las mayores recompensas de su oficio.

Pese a su éxito, la diseñadora confiesa que el vértigo sigue siendo parte del proceso. «Cada colección es un salto al vacío. Por mucho que llevemos años, siempre hay una parte de incertidumbre que no desaparece», admite. Pero ese mismo vértigo es también, para ella, una fuente de energía y motivación: «Es lo que nos mantiene vivas y en movimiento». Si no se hubiera dedicado a la moda, Inés cree que habría seguido un camino también ligado a la creación y al oficio. «La arquitectura me fascina. Tiene esa mezcla entre lo artístico y lo técnico que también encuentro en el diseño de prendas. Ambas disciplinas buscan equilibrio, proporción, luz y materia». Otra de sus pasiones sería trabajar en una fundación, contribuyendo a proyectos con propósito social, especialmente los que impulsan la educación, la artesanía o el emprendimiento femenino. En esta nueva etapa, Inés no solo presenta una nueva colección, sino también una forma de mirar el mundo. Una moda que no necesita artificios para ser memorable.