
Teatro
José Luis Alonso: «Que Madrid presuma del Siglo de Oro es lo mínimo, igual que en Egipto presumen de sus pirámides»
El dramaturgo vallisoletano de 83 años dirige «Numancia» de Miguel de Cervantes, que se podrá ver desde este martes 9 de diciembre y hasta el 1 de febrero en los Teatros del Canal

El director y dramaturgo José Luis Alonso de Santos (Valladolid, 1942) anda con gripe, pero espera estar recuperado para este martes, cuando empieza a ofrecerse en los Teatros del Canal su versión de la obra «Numancia» de Miguel de Cervantes. Igual no era un problema que él no estuviese: «Yo soy precavido, está todo resuelto. Si no voy a un estreno no pasa nada», cuenta Alonso por teléfono. La obra arranca en un momento en el que la Comunidad de Madrid ha iniciado ha iniciado los trámites para declarar el teatro del Siglo de Oro como Bien de Interés Cultural (BIC). A sus 83 años, que lleva dirección artística de la extensión de teatro clásico del Canal, reivindica presumir de ese periodo histórico así como en Egipto presumen de sus pirámides.
¿Cómo nació esta «Numancia» suya?
Después de hacer «El alcalde de Zalamea», quería hacer una obra grande. Esta es la obra más grande del teatro español: no solo por la cantidad de reparto, sino por las dificultades técnicas. Es muy complejo porque cuenta la historia de una ciudad en su destrucción. Además, las Numancias que he visto o he leído no me han dejado satisfecho. Siempre he querido una Numancia que tuviera tres épocas. Una es la época del suceso, hacia 130 años antes de Cristo. Luego, la época de Cervantes, que es cuando la escribe. Cervantes refleja en sus palabras cómo está viendo España. Cuando dice, por ejemplo, «patria mía, patria desdichada», está hablando de la patria que él ve, no de la antigua. Y luego está, claro, lo más importante: la España actual. Porque si lo que llevamos al escenario no tiene relación con el pasado pero también con el presente, ¿para qué lo traemos? Tiene toda la relación con la falta de libertad, la tiranía, la opresión, la irresponsabilidad de los que mandan… Evidentemente no estoy hablando solo de Escipión; estoy hablando también de la actualidad.
Dice que «Numancia» es un grito. ¿Qué quiere gritar?
Vamos a ver: el teatro o es un jardín o es un grito. Yo he escrito muchas comedias divertidas, frescas; eso es pasear por un jardín. Pero hay otro teatro que es gritar con los desechados, con los inocentes, con las víctimas; gritar con los que no han podido más que sacrificarse. Y sobre todo cuando lo han hecho con grandeza. La historia de «Numancia» habla de la grandeza futura de España. Y, aunque ha pasado mucho tiempo, y España no es aquella, hay que tener cierto orgullo de España y de lo español para hacer «Numancia». Porque si no, es absurdo. «Numancia», por encima de todo, es un canto a la grandeza de España.
También habla de esperanza. ¿En qué cree que hay que tener esperanza hoy?
Mira: a Numancia la hicieron famosa los historiadores latinos, no los españoles, porque no había. Se sorprendieron de la heroicidad y grandeza de los numantinos. Ese valor —la valentía, la honradez, la justicia— tenía importancia real. No como ahora, que todo depende del relato. La historia es sencilla: los numantinos no iban a ir como esclavos a Roma. Eso origina una tragedia colectiva, y ese es el elemento clave: las tragedias griegas son la historia de alguien importante a quien le pasan cosas trágicas. Aquí es un pueblo entero. Por eso es muy moderna y la reivindicaron los románticos alemanes: porque es la tragedia de un pueblo que toma un destino colectivo con orgullo.
¿Cree que esos valores de Numancia faltan en el pueblo de hoy?
Faltar… Es como cuando hablamos del español. No es que el español «no se valore» hoy; no, no se valora bien. Reivindico ese orgullo de hablar una lengua maravillosa, que es la lengua de Cervantes. No es la mejor patria ni la mejor lengua. Es lo mío, es lo nuestro. Lo que los numantinos gritan es libertad. Libertad y orgullo de nuestra forma de ser. Ese orgullo de España y de lo español es lo que más se ha deteriorado. Y yo, desde luego, no estoy de acuerdo con eso. Por eso Numancia es muy cervantina y muy española.
¿Qué diálogo plantea esta versión con la de Cervantes?
Siempre que haces una versión, imaginativamente hablas con el autor. Cada vez que estaba corrigiendo es como si dijera: «Cervantes, ven: ¿te parece bien esto?». Y él me dijera: «Pon ahora lo que yo hubiera puesto si viviera hoy». El teatro, por encima de todo, es un acto de presente. Todo lo que digamos, las intenciones, los análisis… no valen para nada si luego, durante la representación, no están en el escenario. Es el arte del presente. Es lo que se hace es escena; y lo que no, no existe. Esa emoción, ese patriotismo, ese amor a la poesía cervantina no solo hay que decirlo, tienen que estar en escena, y al estar en escena tienen que crear un espectáculo bello, grande, importante.
¿Cuál ha sido el mayor reto de esta producción?
Los actores. Estamos hablando de una poesía que no es la de Calderón o Lope, que es más fácil. Esta es la primera poesía española, que incorpora tercetos encadenados de Dante, octavas reales de Boccaccio… Mucho lirismo italiano. Es una poesía difícil, pero muy bella. Eso exige interpretarla bien, decirla bien. Y para eso hacen falta grandísimos actores. Y los tengo.
¿Cómo se trabaja una creación así, con tanto equipo?
Es más complicado, claro. Son actores muy importantes que suelen ser protagonistas, y aquí hay que hacer un trabajo colectivo. Integrar a un protagonista en un trabajo colectivo es complicado, pero lo han hecho. La aventura no podía ser solo mía: es mía y de todo el equipo. Hemos ido desde el principio a hacer algo que nos dejara satisfechos. He trabajado esta obra durante años. La planificación y ensayos costaron casi otro año. Muchísimo trabajo de muchísima gente. Eso luego no debe notarse en escena, pero el proyecto es muy ambicioso.
En estos tiempos, ¿es más difícil mantener al público atento casi dos horas sin intermedio?
Hay muchos tipos de público. Mi experiencia es que hay quien quiere que dure más y quien pregunta «¿cuándo termina?» para irse a ver la tele. La ventaja de «Numancia» es que ya hace una selección cultural: quien va a verla sabe que no va a ver una comedieta de tres dando brincos. Ya está hecha la selección desde la entrada.
¿Qué le puede atraer al público joven?
La obra es también una aventura. Empieza con una guerra. Los numantinos llevan 150 años derrotando al ejército romano. Hay batallas, acciones, sufrimiento colectivo… No es una obra de reflexión filosófica. Y cuando en escena se grita «¡Numantinos, libertad!», los jóvenes aplauden encantados. La palabra «libertad» les suena y les mueve.
Madrid ha iniciado trámites para que el teatro del Siglo de Oro sea considerado Bien de Interés Cultural. ¿Qué le parece?
Hombre, primero: es nuestro. Es de Madrid, con perdón. El Siglo de Oro se hizo el 90% en Madrid. Lope, Cervantes, Calderón… la gran literatura del Siglo de Oro se da en Madrid. Igual que cuando se habla de la época de Atenas o de Egipto. Madrid tiene un siglo y medio —mediados del XVI y XVII— absolutamente impresionante. Que Madrid presuma de eso me parece lo mínimo. Igual que en Egipto presumen de sus pirámides.
¿Se conoce suficiente el teatro del Siglo de Oro en la España de hoy?
Como te dije antes: hay muchos públicos. Los Teatros del Canal se llenan, y se hacen cosas diferentes: un día tango otro flamenco. Esa es la sociedad actual. No estamos unificados. Eso está bien. Siempre que no pienses que los que no son como tú son unos canallas.
¿Cómo está llevando su dirección artística en los Teatros del Canal?
Me he limitado a la extensión de teatro clásico, dada mi edad y experiencia. Estoy en el consejo de los Teatros del Canal, y si me preguntan sobre una obra puedo opinar, pero mi responsabilidad ha sido con crear una extensión de teatro clásico, que es muy difícil, y ahora con «Numancia».
¿Por qué ir a ver esta «Numancia»?
En un mundo pequeño hay que ir, de vez en cuando, a ver cosas con grandeza. Para mí, el principal defecto de la política y la sociedad actual no es la falta de moral, sino la pequeñez, los objetivos de tercera categoría. Yo, si juego al fútbol, quiero hacerlo en la Champions. A mí me gusta el arte de primera categoría.
No se va a cansar nunca de hacer teatro.
Es que no es posible. Yo empecé en la universidad, con veintitantos años, y hasta hoy. No me han dejado parar: siempre he tenido muchísimo trabajo. Como lo que hago me gusta, tiene buen resultado y lo paso bien, no me voy a jubilar. Me moriré un día en el escenario como Molière pero el teatro es mi pasión.
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