Sucesos

Lavapiés: las zonas calientes del barrio más «videovigilado»

Las plazas de Tirso de Molina y Arturo Barea, así como la calle Sombrerete son los puntos más conflictivos

Una persona de la tercera edad camina por Lavapiés (Madrid)
Una persona, paseando por el barrio de Lavapiés (Madrid)David JarLa Razon

Resulta difícil saber con certeza el índice de criminalidad de un barrio en concreto. Los datos disponibles sí permiten hacer una radiografía de un distrito en su totalidad, pero no de forma precisa en áreas concretas. De lo que no cabe duda es de que el de Centro es el más conflictivo, a tenor de las cifras. Algo habitual en cualquier urbe, sobre todo porque es la zona que soporta una mayor densidad de población. Con todo, ¿la criminalidad en el distrito es equivalente a su número de habitantes?

El asesinato de Concha, dueña de la sastrería Vistebien, en la plaza de Tirso de Molina –crimen por el cual un hombre y una mujer fueron enviados este jueves a prisión provisional–, ha puesto el foco en la seguridad del barrio de Embajadores. Y, más concretamente, en la zona de Lavapiés. El Ayuntamiento de Madrid anunció hace meses la colocación «inmediata» de 17 nuevas cámaras de videovigilancia en la zona. Sumadas a las 48 ya existentes, dan un total de 65. Dentro del refuerzo de estos dispositivos impulsado en la pasada legislatura por el Gobierno de José Luis Martínez-Almeida, no hay ningún otro barrio más «videovigilado» en la capital. Ni siquiera el Polígono Marconi de Villaverde, tildada como la zona más insegura de Madrid, cuenta con semejante despliegue, en su caso unas 24 cámaras. Chueca, una de las zonas recientemente incorporadas a este sistema, también está en torno a las 25 cámaras; Ballesta-Gravía, más de 30 dispositivos; Azca, el medio centenar...

«Semáforo» de delitos

El Índice Iguala, elaborado por el Ayuntamiento de Madrid, y que sirve para señalar las diferencias entre distritos en varias esferas –bienestar e igualdad, medio ambiente y movilidad...–, permite encontrar cuáles son aquellos distritos en los que la Policía Municipal realiza un mayor número intervenciones. A modo de «semáforo», los colores verde, ámbar y rojo señalan el estado en el que se encuentra cada área. Por debajo de la media de la ciudad, se están Fuencarral-El Pardo, Arganzuela, Moratalaz, Retiro y Vicálvaro como los distritos con menos incidencias. En color ámbar, solo hay uno, Villa de Vallecas. Y en un primer y muy destacado puesto, solo el de Centro, con los barrios de Palacio, Embajadores, Cortes, Justicia, Universidad y Sol, está teñido de rojo. Si la «nota media» de la ciudad, en lo que a intervenciones policiales se refiere, es un 4,5, en el caso de Centro alcanza los 19 puntos.

Antes del asesinato de Concha, la presencia policial en Lavapiés se hacía más palpable que nunca. Los vecinos comentaban esta semana a LA RAZÓN que rara vez se han encontrado tantos agentes en la calle. El problema, añadían, surge cuando los «policías se dan la vuelta». Hay cuestiones que siguen aún muy lejos de solucionarse.

El pasado noviembre, los Cuerpos nacional y municipal de la Policía desalojaban el edificio de La Quimera, en la plaza de Nelson Mandela. El inmueble estaba «okupado» por unas sesenta personas, la mayoría indigentes, y entre ellos un menor de edad. Algunos de los residentes traficaban con drogas en todo el barrio de Lavapiés. Se trata, este último, de un problema que no ha desaparecido con la «desokupación» del edificio. Según relataban los vecinos, aún queda una «herencia», un caldo de cultivo. La Quimera atrajo a muchos toxicómanos procedentes zonas de Madrid consideradas «guetos de la droga», como la Cañada Real, y que fueron deshabilitados. De algún modo, La Quimera fue un reclamo. Y la venta y el uso en plena calle de estupefacientes aún permanece en el barrio, a pesar de los esfuerzos policiales.

Eso lo saben, por desgracia, muy bien los vecinos de la calle Sombrerete y de la aledaña plaza de Arturo Barea. Llevan conviviendo con el fenómeno de los «narcopisos» desde hace varios años. El problema se ha agravado: ya no sólo es la venta y consumo de droga dentro de los inmuebles; ahora, es algo que se puede ver en las mismas calles donde pasean desde familias con niños a gente mayor, para los cuales Lavapiés es toda su vida. El hecho de que fuera desmantelado también el asentamiento de La Corrala –otro de los puntos habituales de venta– no ha eliminado el problema, ya que los toxicómanos han acabado estableciéndose en viviendas cercanas. ¿El resultado? Muchos tienen miedo de cruzar el umbral de su propio portal, «invadido» por estas personas. Sobre todo los más mayores.

Precisamente, el pasado abril se desarticuló un punto de venta dedicado al menudeo, situado en la calle del Amparo, tras un seguimiento de dos meses debido a las quejas de los vecinos por el trasiego de toxicómanos. Cocaína base, heroína, resina de hachís, marihuana y benzodiacepinas, así como básculas de precisión, bolsitas de plástico... Los agentes se incautaron de todo el material y detuvieron a dos personas durante la operación.

Uno de cada cuatro

La estadística por distritos de la Policía Municipal de la capital deja en claro por dónde se mueve la droga en Madrid. El pasado mes de mayo, último mes del cual se tienen cifras, se produjeron 841 actuaciones de los agentes derivadas de la tenencia de drogas. De estas, más de doscientas intervenciones tuvieron el distrito Centro como escenario. Aproximadamente, una de cada cuatro. Del mismo modo, de las 665 personas que fueron detenidas en la ciudad en todas las tipologías de delitos, 188 fueron en Centro. En torno al 28% del total.

Lo cierto es que, por densidad de población, el número de delitos y detenciones tampoco es proporcional. Hay tres distritos que están por delante de Centro en ese campo: Chamberí, Tetuán y Salamanca, donde los indicadores son mucho menos graves. Puente de Vallecas es el siguiente distrito con un mayor número de detenidos, con más de setenta, mientras que Salamanca y Latina prácticamente «empatan», con 44 y 45 respectivamente.

Vecinos y comerciantes lamentan una situación perjudicial a todos los niveles: lo es en lo que se refiere a su seguridad; lo es en cuanto a la devaluación económica de sus viviendas, y lo es también a nivel de impacto turístico. La cercanía del barrio con el Museo Reina Sofía, una de las pinacotecas más visitadas del país, provoca que muchos visitantes se quieran adentrar en una de las zonas más auténticas de la capital. Y, ante este panorama, la tarjeta de visita no puede ser peor. El temor es que el barrio acabe siendo relegado a un «punto negro» a evitar, no sólo por los propios madrileños, sino por todos aquellos procedentes de cada rincón del globo terráqueo.