Historia

Mancebía y mujeres enamoradas en el Madrid del Siglo de Oro (III)

Ni con los acuerdos del Concilio de Trento ni con la reforma moral en tiempos de Felipe II se acabó con la prostitución

Burdel (J. Beuckelaer, 1562)
Burdel (J. Beuckelaer, 1562) LR

La semana pasada empecé a tratar cómo se recogía a las prostitutas y se les compensaba por el cese de su actividad durante la Cuaresma.

El sistema de protección municipal de las prostitutas que frenaron su actividad por la Cuaresma por orden del Ayuntamiento cumpliendo con órdenes del Consejo Real funcionó, porque el mandato se reiteraba en los mismos términos anualmente (30 de marzo de 1574, 24 de marzo de 1575, 10 de abril de 1576, 22 de marzo de 1578, 22 de marzo de 1580, 26 de marzo de 1586, 17 de marzo de 1587 …).

Por cierto, que en abril de 1576 al portero que velaba por las mancebas se le ordenó que además de llevarles el dinero, el pan y la comida, «lleve los manteles y se compre el vidriado y el más recado que para ello fuere necesario». Sin duda, porque se lo merecían por el servicio público que -a su entender- hacían.

Pero, curiosamente, en enero de 1575 y de nuevo por orden del Consejo Real se mandó a dos alarifes para que vieran cómo «volver la puerta de la calle al camino de Arganzuela», es decir – y me pregunto-, ¿para hacer una entrada más discreta?

En diciembre de 1586 es la primera vez que se especifica la razón última de las «visitas» a la Casa de la mancebía, y a las que había fuera por lo «que conviene que haya cerca de esto para seguridad de la salud».

En febrero de 1588 el sistema de inspección de la Casa cambió radicalmente: ya no iban sólo el tesorero del Ayuntamiento y su presidente, sino que se nombró a dos «cirujanos» (algo más que barberos, algo menos que médicos), por vez primera pues se había probado con uno solo y el sistema no había funcionado.

El caso es que esos dos cirujanos tenían la obligación de visitar «las dichas mujeres públicas, repartiendo entre los dos el tiempo por meses, comenzando desde primero de marzo en adelante» y cuando uno visitare, el otro no lo hiciere, pero lejos de quedarse sin hacer nada, «cure y visite los pobres presos llagados de la cárcel pública de esta villa».

Semana Santa

Así las cosas, no es de extrañar que cuando nació la cofradía de la Veracruz (en fecha indeterminada alrededor de 1586, producto de Trento) uno de sus principios era el de atender también a las recogidas. Pero no recogerlas en Cuaresma y Semana Santa y que salieran a hacer la calle después, sino ofrecerles una vida más digna, lejos del pecado. El Ayuntamiento financiaba también a la mencionada cofradía para que asistiera a las mujeres públicas con 4.000 maravedíes al año (19 de diciembre de 1586),

Y, en fin: a finales del siglo XVI ya había crecido tanto la población y con ello la demanda de servicios, que las oferentes acaso ni cabían en la mancebía, ni el dinero dado para su recogimiento era bastante.

A su vez, los cofrades de la Veracruz se esforzaban por recuperar a aquellas mujeres. Efectivamente, el 10 de marzo de 1592 se quiso subir el estipendio a la cofradía de la Veracruz, que venía incrementándose anualmente, pero no tanto de golpe, para el «recogimiento de la Veracruz las dos semanas, Santa y de Pascua, atento su necesidad y las muchas mujeres que allí se recogen aquellos días y que con la limosna que esta Villa les da cada año es poca, de suerte que gastan mucho más, se les den 15.000 maravedís más por esta vez, sacando licencia del Consejo».

A pesar de la buena voluntad de la corporación, hubo una voz discrepante (siempre la hay, suele ser uno bajito), «que esta Villa no dé más de lo que se les suele dar cada año, que son 10.000 maravedís, y que, de mandársele dar, apela». Esas eran las cantidades que se daban de limosna a la Veracruz: cuatro mil maravedíes en 1586, diez mil antes de 1592, catorce mil después

Y esos catorce mil se quedaron cortos, porque esa misma tarde del 10 de marzo se decidió dar a la Veracruz hasta 17.000 maravedíes de limosna para las recogidas, ciertamente, pero también «para las que se han convertido que están allí recogidas», es decir, para las que querían abandonar la calle. A partir de 1593 se volvió a la limosna de los diez mil maravedíes.

Como ves, afable lector, ni aun con los acuerdos del Concilio de Trento en marcha, ni aun con la primera reformación de la moral puesta en práctica en tiempos de Felipe II, se acabó con la prostitución ni con las mancebías.

(Continuará)